Ir al contenido principal

57 años no son nada…



A primera hora me llamó mi hijo Yousouph para felicitarme y de pronto empecé a oír a los niños (Aisha y Seydou) cantar a dúo y a gritos… “Cumpleaños feliz, chúpate la nariz, y si no te la chupas, chúpate un calcetín”… y luego esas risas infantiles irrepetibles que resumen todo lo que he hecho en mi vida… y me digo… ‘esto lo hice bien, muy bien’… y siento cómo el tiempo utilizado no ha sido baldío, y sé que he crecido junto a otros hombres, que me he hecho como yo quería hacerme, que estoy y soy a pesar de los golpes constantes.
Sí, sé que soy el perdedor, el hombre agotado en el medio absurdo creado por el error social y económico, el cuesta abajo, el de la ruina lenta e inacabable… pero también soy un tipo feliz y empeñado en dos o tres cosas capaces de sacarme del lodo con facilidad, un tipo que mantiene amigos y vínculos, un tipo capaz de obtener satisfacción de muchas cosas pequeñas que para otros pasan desapercibidas… y eso es mucho,  a qué mentirme… y también me siento querido por mucha gente… y eso ya es suficiente para la justa voluntad de vivir.
El año, no hacen falta muchas explicaciones, ha sido duro como ninguno, difícil de tramitar en muchas fases, complicado en el trasunto profesional y absolutamente desastroso en lo económico… vino con algunas pérdidas irremplazables que siguen doliendo y con algunos golpes difíciles de tramitar (recuerdo todavía con claridad y tensión cómo empecé el año encontrándome a un ‘precipitado’ en la casa de mis padres)… a ratos me he sentido cero y hasta menos cero (la administración me ha tratado en varias ocasiones como a un delincuente), pero he conseguido ir saliendo de cada una de las trampas usando mi actitud tranquila y esta filosofía de vida que me capacita para darle a cada cosa la importancia que tiene y no otra. Lo peor quizás ha sido tener que despedir a otro amigo de mi empresa, a un amigo que siempre supo sacarme una sonrisa en los peores momentos… pero es lo que hay, además de este echarle de menos en el paso diario de las horas.
En el apartado positivo, pues que sigo manteniendo vital mi proyecto de vida con los demás, que sigo empeñado en que mi apuesta humanista tenga resultados pequeñitos y constantes, y que eso siga convocando a personas con sensibilidad social y con la idea de conseguir un mundo mejor y más justo… y que sigo escribiendo (con menos aire, pero lo hago)… y que sigo dibujando a mi bola cuando me apetece… y que existo para mí buscándome en el ímpetu creador (aunque no exista para los demás, que eso importa poco).
En resumen… que tengo ya 57 años y me va pareciendo que los he aprovechado con dignidad y muchos altibajos, que hago lo que quiero y sigo intentando cada día ser lo que quiero ser… y que hay gente extraordinaria que me arropa y me anima a seguir… y eso lo agradezco… lo agradezco mucho.

57 años no son nada… pero son tanto…

Comentarios

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj