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Cuánto hacía que no visitaba mi diario.

Son ya demasiados días sin alimentar este diario, entre otras cosas porque últimamente se me niega la escritura, pero el otoño siempre fue propicio para las letras (las mías) y parece que este otoño no va a ser menos, pues van llegando las ganas.
Durante la última semana he dedicado bastantes esfuerzos a una nueva acción que consiste en recoger alimentos para las familias de la zona de Béjar que tienen necesidad ‘urgente’ y ‘real’ de lo que debiera ser un derecho defendido con fiereza por el estado, y me he metido en el asunto para apoyar la dura labor de Cáritas en nuestro ámbito (todo a pesar de que no soy creyente y de que a la hora de colaborar, prefiero hacerlo con organizaciones sin tintes confesionales), pues me consta que hacen una buena labor y que están pasando por un momento duro. Y mira que me jode un punto esto de la ‘caridad’, pues siempre he pensado que es un término que debiera eliminarse por falta de uso, pues la caridad siempre humilla a quien la recibe; pero las cosas están tan duras, que he acabado por adjurar de algunos de mis principios e intentar hacer todo lo que pueda en este asunto. Lo que sí me gustaría es que este esfuerzo sirviera para que se haga patente la situación real de las familias en la ciudad y en sus alrededores, que se ‘visualice’ con claridad meridiana el problema para que se empiece a pensar en ‘soluciones reales’ y no se tape todo con lo miserable de un acto caritativo (que tan solo sirve para lavar la conciencia de quien da y humillar al que recibe). Es absolutamente necesario que digamos lo que está sucediendo, que pongamos los números diarios del hambre cada día en todas las esquinas de las calles para que los ciudadanos tomen consciencia y comiencen a moverse para apurar a los poderes públicos y obligarles a buscar ‘soluciones dignas’ de inmediato.
Y la experiencia, creedme, no me está resultando nada gratificante; es más, me cabreo con bastante frecuencia ante algunas actitudes y ante algunos comentarios. Me jode un punto que quien da, sume a su dádiva la crítica feroz y, sobre todo, la duda (‘¿a saber dónde irán a parar estos alimentos que te traigo?’ es un comentario que ya se ha repetido varias veces en esta semana… Y mi respuesta siempre ha sido: ‘Llévatelos, que no los quiero’). Y también me molesta un montón que quien ofrece su aportación con sensibilidad, esté también afectado en su economía, pero ayuda por la fuerza de ese sentimiento solidario que le impele. Me molesta porque no debe ser jamás el ciudadano quien cubra las carencias de la administración, y menos en forma de caridad.
En fin, que me gustaría dejar muy claro lo que sigue:
  1. Que personalmente me he metido en este lío contra mis principios y porque sé que hay una necesidad real y urgente que cubrir (en todos los proyectos de cooperación que he acometido, pido siempre una contraprestación de quien recibe el apoyo, cosas como que eduquen a sus hijos, tengan limpia la casa para su salud o ayuden a otras familias necesitadas como se les ha ayudado a ellos, en definitiva, que crezcan personalmente y sientan responsabilidad ante el apoyo prestado).
  2. Que quien solo se acerque a traer alimentos como lavado de su conciencia, o lo haga con dudas sobre su gestión, que simplemente se abstenga de venir, que vaya si quiere a su parroquia a dejar limosna, que Dios se lo pagará (digo yo).
  3. Que quien realmente sienta que sus convecinos lo están pasando verdaderamente mal y eso le impela a reaccionar, que venga con lo que sea, que será muy bien recibido.
  4. Que si conoces una situación complicada a tu lado, en tu entorno, lo digas alto y claro para que nos enteremos todos (eso sí, sin herir la sensibilidad de los afectados) y empecemos a hacer visible lo que nos están haciendo.


Y que un abrazo enterito para todos.

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