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MATABUELOS

Se despertó matabuelos y apoyó su cabeza en mi pancita. Yo estaba grogui, pero enseguida le acaricié con mi mano derecha y noté que el pañal estaba a tope. Fue entonces cuando levantó su cabeza y la acercó hasta mi cara. Me miró con curiosidad y yo le hice un gesto infantil al que respondió con una sonrisa indescriptible que mostraba sin pudor sus cuatro dientecillos. Apretó su mejilla a la mía y le besé no sé cuántas veces, hasta que se zafó y empezó a darme pellizquitos en el pecho –él muestra su cariño siempre con pequeños pellizquitos–. Volvió a sonreírme y dijo algo incomprensible con gesto interrogativo, como invitándome a jugar. Yo encendí la tele con el mando y él me lo quitó de las manos. Se quedó extasiado mirando los anuncios durante un minuto y luego empezó a cambiar los canales como un poseso hasta que desconfiguró la tele, que quedó con un mensaje de alarma. Entonces matabuelos me miró a los ojos y se lanzó con fuerza hasta mi moflete derecho para darme un beso.
Yo pensé entonces en mis vecinos, que perdieron ayer a su nietecilla de 18 meses. Se me saltaron unas lágrimas mientras matabuelos bailaba de pie sobre mis muslos y yo le sujetaba por sus manitas.

Un nieto es la hostia.




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