La voluntad te elige y luego te ata en un azar de vida del que puedes sacar partido como hombre.
Yo puedo jurar que jamás fui un tipo de voluntad sólida, más al contrario, pierdo aire enseguida con todo lo que hago, pues cualquier proyecto que inicio debe ser breve en el tiempo para que sea posible (un dibujo, dos horas máximo; un poema, no más de media hora). Sin embargo, con el tiempo llegué a encontrar un espacio en el que crecer con voluntad, que no es otro que el de la cooperación, y todo porque está lleno de acicates diarios y distintos que van renovando con una frecuencia óptima las ganas de seguir. También, como incentivo, casi todos los días me miro en el espejo de la gente a la que admiro y quiero. En ellos encuentro alimento constante para mi voluntad.
Como ejemplo, uno entre los mil que podría describir, están mis amigos Nacho y Montserrat, constantes siempre en su puesta en valor de los aspectos más positivos de la vida. Implicados con constancia en cualquier causa justa, dispuestos a cualquier hora del día para una solución o un gran abrazo, inspiradores de cualquier aspecto capaz de mejorar su entorno, sensibles a lo que exige sensibilidad y conformadores de una realidad capaz de vernos todos más iguales (si es que el término ‘igual’ admitiese cantidad). Yo llegué a ellos porque ellos quisieron llegar a mí, y puedo asegurar que el trayecto recorrido en común es gloria pura. No hace mucho, Montserrat escribió un poema que tituló ‘Humano’ y que me dedicó, y puedo decir que esos versos cambiaron radicalmente mi forma de ver las cosas, que ese título (tan común, tan normal, tan de cada día) fue capaz de hacerme entrar en mil razonamientos absolutamente edificantes. Ellos, Nacho y Montserrat, han hecho por mí lo que nadie había hecho nunca, que es muchísmo más de lo que ellos imaginan. Me han enseñado un nuevo concepto de ‘solidaridad’, han hecho que entienda mucho más grande y más íntimo el sentido de amistad, han conseguido que se afirme en mí la sonrisa positiva ante cualquier día torcido y retorcido. Yo sé que no estoy a su altura (a la altura de su entrega), pero también sé que cada día me esfuerzo en estarlo.
Como ellos, como Nacho y Montserrat, tengo una hilera de gente hermosa de la que aprendo y de la que pillo el aire necesario para seguir empecinándome en un proyecto de vida lleno de dificultades y de grandes alegrías. De todos ellos pillo esa pildorita de voluntad que necesito en dosis diarias, una dosis que, sin ellos, no tendría ni siquiera un efecto placebo.
A mí la voluntad me ha elegido porque lo han propiciado mis amigos grandes, y por ello les estoy eternamente agradecido. Y si un día los defraudo (a mis amigos), espero que me vean tan ‘humano’ como realmente soy y me den ese abrazo capaz de ponerlo todo a funcionar de nuevo.
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