Ahora resulta que la muerte existe y no habíamos caído ni en su ser ni en su estar. ¡Vaya! Y también acabamos de descubrir que los muertos de ahora son distintos de los de antes, incluso que algunos muertos de ahora son contabilizables y otros no, hasta el punto de que quienes tramitan las muertes contabilizables tocan el mármol de los héroes y los otros no. Esto es una mierda pinchá en un palo traída por los que nunca supieron tramitar la educación en términos de humanismo y no en términos de competencia. Morirse es normal, como vivir. Recuerdo ahora al doctor Piñuela, un bejarano de la época de la invasión francesa que dijo descubrir un específico contra el cáncer. Su problema consistía en que todos sus pacientes pasaban de tener la ‘sangre oscura’ a la ‘sangre clara’, pero se le morían siempre en el proceso curativo. Piñuela decía que su avance consistía en que morían sin cáncer, que ya era mucho, pues eran muertos de otra clase, una clase que a él le llenaba de un mérito absurdo. No nos han educado bien para la muerte, y eso es una gran tara que afecta duramente a nuestro comportamiento.
Hay otros tipos de muertes que sabemos entender mejor, aunque las llevemos mal. Una de ellas, presente cada día en nuestro paso, es la muerte competitiva, ésa que sucede cuando dejas de ser competente en tu labor diaria por la razón que sea (esta vez es el jodido covid) y todo se va a la mierda sin más, dejando al pairo todo lo que conseguiste con tu esfuerzo de años. Es una muerte que deja banquete goloso a las administraciones y a los bancos, que se quedan de un plumazo con todo el fruto de tu trabajo de vida, y se quedan tan panchos. Yo tengo un pequeño negocio que ya funcionaba mal desde la anterior crisis (la de los buitres bancarios y sus golosos rescates a fondo perdido) y que ahora, con el confinamientismo y la desescalación, no es capaz de generar más de diez o veinte euros diarios, arrojando un gasto fijo mensual que ronda los cincomil euros. Cuando mi madre estaba en demanda de oxígeno, el sistema sanitario le llevó un respirador a casa y la visitaba cada dos días una enfermera que le hacía curas y revisaba sus constantes vitales. Por contra, a mi negocio enfermo solo le llegan amenazas de inspección, amenazas de embargo, multas por impagos y otras gabelas que terminan dejando en la cabeza una sensación de que, en vez de una persona normal que trabaja para sacar adelante a su familia, soy un jodido delincuente que no cumple con las obligaciones de un ciudadano cabal. No me parece justo.
Aquí solo se trata bien al que arroja más pérdidas y deja más pagos pendientes, por lo que será el caso (no creo que me equivoque) que toda la ayuda dineraria europea termine en manos de grandes compañías aéreas, de grandes cadenas hoteleras, de grandes marcas de automoción y de cada uno de los grandes ladrones capialistas… A los demás probablemente nos quiten todo y nos dejen tirados en la cuneta como los pequeños restos de este naufragio miserable. Si esto estuviera tramitado en parámetros de justicia, perderíamos todos en proporción y saldríamos adelante juntos, también en proporción, facilitando oxígeno y seguimiento positivo hasta al más pequeño.
Eso no va a ser así, entre otras cosas porque no ha cambiado nada y el ‘Estado’ (entiéndanse partidos y administraciones) sigue siendo solo garante de sí mismo, preso de su individualidad y de las presiones de los que lo tienen todo, hasta la jodida capacidad de hacer dinero con/de la pandemia.
¡A la mierda!
La gente tiene la pésima costumbre de morirse.
ResponderEliminarEs curioso , yo tambirn pienso que alguien se está haciendo de otro con nuestro miedo impuesto y con nuestros encierros.
ResponderEliminarEl resto nos vamos volviendo pobres, pero, a quién le importa eso.
Un saludo.