La camarera del hoteli de Gorfan era etíope y no tenía nada que ver con el chagga del hoteli de Mangola Chini. Era de una belleza extraordinaria y llevaba su negocio con alegría y dedicación, atendiendo a los clientes con tal agrado, que era difícil encontrar mesa a cualquier hora del día. El chagga, por el contrario, era ladino. Ablandaba la voz y el gesto ante los clientes y trataba a voces y con dureza a sus empleados, todo al mismo tiempo. Paseando por los alrededores del lago Eyasi no hacía más que darle vueltas a esas dos actitudes tan diferentes en unos negocios primarios del tercer mundo. El de la camarera de Gorfan era una cabañita de cañas con multitud de mesas rudas y taburetes hechos a mano sin detalle alguno delante de una cocina de leña con estantes llenos de alimentos bien ordenados, y el del chagga era un mostrador viejo, atorado de productos alimenticios rodeados de moscas y un corralón enorme de palos donde los empleados apilaban cajas, botellas, telas y basura sin un orden establecido. Dos actitudes distintas y encontradas para una misma línea de negocio. Yo me preguntaba cuál de los dos saldría adelante con éxito, aunque a primera vista tenía predeterminado desde mi mirada occidental que sin lugar a dudas sería la camarera de Gorfan.
Terminado mi paseo por los márgenes del Eyasi y ya de vuelta al poblado de Mangola junto a Salim, nuestro guía y cuidador, le pregunté por ambos negocios y me quedé perplejo. El chagga era dueño de varios locales desvencijados de la zona y se había hecho con ellos a base de engaños y añagazas. Los alquilaba a hombres y mujeres de otras tribus y les cobraba rentas altas por ello, además de obligarles a que todas las compras de productos para la venta se las hicieran a él, que utilizaba su gran corralón de palos como almacén de todo tipo de productos que trajinaban un montón de chicos en régimen de semiesclavitud. Por el contrario, la camarera de Gorfan, que como he dicho era etíope, con lo que en Tanzania conlleva ser extranjero y pobre, pagaba una renta exagerada por su cabañita y además tenía que comprar a su arrendador los productos para vender a precios desorbitados, por lo que, a pesar de tener mucha clientela, no podía salir de su situación.
Entonces entendí con claridad meridiana cómo funciona el mundo del hombre… Y cómo sigue funcionando.
NOTA: Es un apunte de mi viaje a Tanzania hace unos años. Gorfan es una zona de la provincia de Karatu y los chaggas son una tribu cristiana que habita en esa zona.
Siempre gana el ladino y ladrón, aquí y en Tanzania.
ResponderEliminarEs la desgracia que tenemos, bueno, una de ellas.
Encantada de volverte a leer.
Un abrazo grande.