Vivir entre la mediocridad y el consentimiento viene siendo tan endémico como el virus corona y sus peores variables de nombres griegos, y eso nos hace miserables por mirada corta y víctimas absurdas por dejación social.
Ahora que la ‘verdad’ es la mentira con más ‘follogüers’, resulta que es cuando empezamos a vivir en el estado crítico que anuncia el comienzo de un final, un final seguro y cabrón que pasamos por alto sin más, porque no hay wifi o porque no hay cobertura o porque lo irreal –lo virtual– se torna realidad sin más en el peor proceso alienatorio que ha sufrido la especie bípeda desde el primer sapiens, dejando pequeña a la propaganda del peor comunismo y al lavacerebros asesino del peor fascismo.
Hoy, mientras el hombre es el peor enemigo del hombre, aún cabría una pequeña posibilidad de respuesta contra la degradación sistemática en la que nos han metido –por mediocridad y consentimiento propios, no lo olvidemos– quienes tienen como poder de supervillanos el uso efectivo del SÍ y el NO para crear ese equilibro de los desequilibrios en los que ellos siempre ganan a corto y medio plazo.
¿Soluciones?... Pocas y prácticamente imposibles si la mediocridad y el consentimiento no trocan en brillo y crítica fundamentada y sólida que parta del individuo y se extienda al grupo con eficacia. Y la cosa no va de informar con veracidad de cada una de las amenazas, que eso ya se hace desde algunos focos científicos e intelectuales, sino de iniciar un proceso de destrucción total de los generadores mediáticos de esas mentiras virtuales que hoy se concretan como las nuevas drogas especializadas en adormecer conciencias en masa, modulando opiniones hacia el beneficio puntual y grandísimo de quienes las manejan. Contra ellos debe dirigirse esta nueva guerra exenta de armas blancas y de armas negras… ¿Y cómo entrar en esta lucha?... Pues, primero, tomando conciencia individual de la urgente necesidad de ser y estar de otra manera en el mundo, y, segundo, pasando a la acción directa, contestando al sistema con ímpetu y demostrando con ‘hechos’ diarios que existe una forma mucho mejor de tramitar el presente basada en la igualdad, en la justicia, en el respeto al otro –entendiendo que ese ‘otro’ incluye el entorno y todos los seres que lo ocupan– y en la voluntad positiva de dejar un mundo mejor para los que se queden cuando desaparezcamos.
Así, para abrir boca, empieza intentando ‘no ser mediocre’ y trabaja para ‘no consentir’ ni una palabra, ni un gesto, ni un acto alienatorio hacia ti, hacia otros o hacia el entorno.
Ya te digo.
No creo ser mediocre y nunca he consentido ni una palabra ni un gesto ni un acto alienatorio hacia nadie.
ResponderEliminarMe produce alergia.
Soy libre me quiero por lo tanto
ResponderEliminarMe ha encantado tu blog