Ir al contenido principal

David González

A veces tengo suerte. Hace la friolera de un par de años que no pillaba un periódico de Salamanca con ganas de leerlo y hoy lo he hecho. Era «El Adelanto» de hace un par de días, y me he encontrado en él un magnífico artículo de Antonio Gutiérrez Turrión hablando de Ángel Calvo Meirama. Clavado y lúcido, perfecto, Antonio. Mi más cordial enhorabuena por ello y unas gracias personales y grandotas por recuperar a Ángel, quizás el mejor alcalde y el más formado que nunca ha tenido la ciudad de Béjar. Entre mis títulos mejores guardo con especial cariño el haber trabajado junto a él en una legislatura en la que ocupé las concejalías de Deportes y de Urbanismo y Obras. Aprendí mucho de Ángel, de sus hermosas luces y de sus pequeñas y nítidas sombras. Pocos han sabido medir al día de hoy los grandes proyectos que aquel equipo que él dirigía sacó adelante y lo que suponen y supondrán para el futuro de nuestra hermosa ciudad. Pocos, también, pueden comprender el alto valor de un tipo importante para la comunidad y la injusticia que hasta hoy se ha venido perpetrando con su figura... Pero el tiempo pone y quita razones.
––––––
Vuelvo a sentir el latido acelerado del corazón, y es como una enfermedad. Cuando esto me sucede no encuentro sosiego, no sé detenerme ni seguir, me agoto y comienzo cuadros, me agoto y hago asomar poemas, me agoto y escribo en mi diario y hago collages rápidos y recorto imágenes de revistas viejas y remiro mis antiguas postales... y siento miedo, un terrible miedo a no saber salir de este estado. Luego todo pasa, que tengo la experiencia de otras ocasiones, y todo se templa y vuelvo a poder tomar distancia.
Entre el trote he retomado el «Ulises» de Joyce, y me sucede lo de siempre, comienzo por el último corte de lectura y a las dos páginas leídas me dan ganas de escribir mi «Ulises» personal. Recuerdo que lo empecé en una vieja edición de bolsillo y ahora lo continúo en una deliciosa edición ilustrada por Eduardo Arroyo que me despista constantemente de la lectura. Y me dan ganas de contar las miserias particulares de mi pueblo, esas miserias que todos conocemos y callamos.
(22:25 horas) Mañana es el cumpleaños de mi padre y no sé a cuántos años asciende su existencia, sólo sé que está lúcido y en forma, que tenemos mucho en común y que le quiero.... y que le sigo viendo como mi mejor protector... y que estoy orgulloso de él más que de lo pueda estar él de mí... y que no necesito demostrarle nada porque es mi padre y caminamos juntos hasta donde nos lleve la vida.
¡¡¡Felicidades, colega!!!

(23:11 horas) Los viernes son de Magdalena, pues siempre la visito con la tranquilidad del trabajo acabado y con un relax especial que me hace verla de otra forma. Hoy estaba sin su dentadura postiza y atendía con sonrisas a todas mis canciones y mis bailes –suelo cantarle bien fuerte y bailar delante de sus ojos, porque me mira fijamente y empieza a seguir el ritmo que le marco–. Estaba dulcísima y daba la sensación de que sus ojos estaban algo más vivos, como si hoy habitara su cabeza un hálito de vida interior. De pronto, sin saber por qué, me entristecí al verla reír sin pudor y sin sus dientes –nunca hubiera permitido que la mirase en esas circunstancias cuando la razón estaba en su cabeza–. Vuelvo a decir que la vejez es humillación, humillación para quien la lleva y tristeza para quien la recibe. Adoro a Magdalena y me siento muy mal de encontrarla en ese estado angélico y semivegetal. ¿Hacia dónde va? ¿Qué razón tiene su estancia? ¿Por qué le suceden estas cosas a las dulces almas primarias que sacrificaron su tiempo al completo por nada de nada?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj