Ir al contenido principal

¿Me quiero o me inquiero?

Primero me pregunto: ¿Qué podría hacer? Cualquier cosa, Felipe, que eres un tipo despierto –aunque ya algo mayor–. Tú puedes hacer lo que te venga en gana, al igual que los demás hombres... diseñar aviones, pintar, cantar, tocar el piano, robar, jugar al póker, hacer un tren o una manta eléctrica...
Después llega otra pregunta: ¿Qué me apetece hacer? Y eso lo tengo bien claro, quiero decir en mi vida todo lo que necesito decir... y como postre... pues tener tiempo tranquilo en soledad, ver crecer a mis hijos con ganas –suyas y mías–, tocar blues, pintar como veo los cuadros en mi cabeza, amar sin prisa...
Y otra pregunta: ¿Qué debo hacer? Ja, ja, ja... lo que no está escrito, Felipe, lo que no está escrito. Debes aguantar a aunténticos hijos de la gran puta a diario, reírles las gracias y pillar sus asquerosos «donativos» para sobrevivir; perder el tiempo –tan valioso para ti– con historias prosaicas, luchar por el pan de a setenta céntimos la tirada para que tus hijos unten en la yema del huevo frito y vayan creciendo con más o menos suerte; escribir a tientas para no herir las sensibilidades de quienes pueden quitarte piedras en el camino o las ganas de vivir; sobrevivir para soltarle la guita mensual a la rata CD para que sus ejecutivos/ejecutantes sigan lamiendo sus corbatas de usura... y respirar fresquito de vez en cuando porque ya casi todos tienen asumido que soy la loca mientras sonríen cuando les llamo cabrones o hijos de una puta bizca.
Y por fin: ¿Para qué te haces preguntas, Felipe?
¡¡¡Imbécil!!!

Comentarios

  1. Siempre con el romanticismo a cuestas,sufridor.
    Ante tu 1ª pregunta: puedes hacer lo que quieras,tienes talento y capacidad, y lo demuestra toda la actividad que llevas a cabo.
    Ante la 2ª: haces exactamente lo que te apetece hacer,decir lo que necesitas decir,y sabes usar las palabras,tienes un don (que envidio).Tienes tu tiempo en soledad,(escribeslibros,y te desfogas en tu diario)
    La última pregunta ¿Que debo hacer?.Mirar a tu alrededor y darte cuenta que esos hijos de la gran puta son tus hermanos, de la gran puta que es la vida.Todos sobrevivimos,y tu puedes explosionar con la palabra.Da gracias

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj