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Utilizar las palabras.


Utilizo las palabras en el sentido más agrio del término ‘utilizar’, y lo hago para impulsarme hacia una estética e incluso para intentar impulsar a la Lengua [no es pedantería, dios me libre, que es normal que quien usa… impulsa el objeto usado hacia su recreación e incluso hacia un cambio que puede hacerse patente en el tiempo… y ya lo hacía Brodsky sin sonrojo alguno y hasta con auténtica satisfacción].
El problema de utilizar las palabras como combustible es que a veces se pierden las referencias reales y se llega a perder hasta el instinto de conservación solo por pronunciarlas o escribirlas en el orden y con la solución hacia fuera que te pide el cuerpo. Es en este punto donde resulta absolutamente importante haber trabajado sobre tu calidad de bufón, haber logrado que el general de la gleba te acepte como tal y te permita ser abiertamente lo que no le permitiría a un ciudadano normal en las mismas circunstancias.
Es en este punto donde notas que tienes el control de tu existencia, donde te acercas más a un estado de libertad que te permite pasar por encima [y pateando] de las supersticiones religiosas, sobre el ‘deber’ y la ‘obediencia’, sobre las estructuras del poder establecido que edifica sus conceptos terribles con absurdo valor de ‘verdad’. Es en ese espacio donde puedes poetizar negando cualquier autoridad que no sea la que tú establezcas. Entonces, cuando todo se alumbra con tu luz, y no con esa luz mortecina de los otros, la ética y la estética se hacen unidad indiscutible y caminan hacia ese impulso de la Lengua que resulta a la vez impulso de uno mismo hacia donde sea.
Llegado a ese punto, no existe inseguridad porque no hay miedo posible que pueda distorsionarte desde el exterior. Tú creas tus miedos y los destruyes o los llevas a su extremo.
¿Imagináis un mundo de hombres en tal estado?, ¿un mundo de individualidades no sometidas capaces de expresar y vivir con tranquilidad el valor del contrapoder?
Decía también Joseph B. que ‘si un poeta tiene una obligación respecto a la sociedad, es la de escribir bien. Al formar parte de la minoría, no tiene otra opción’… y es ahí donde debemos abligarnos si entramos en la vorágine del bufón, en escribir bien. Y también en aprender a soportar el hedor de nuestra conciencia mientras lo mostramos.
La edad tiene estas cosas, te hace llegar a estos paisajes y hasta habitar en ellos a ratitos aunque todo se tuerza. Es quizás lo mejor que se puede alcanzar en el descenso. Y no es poco.
(19:15 horas) Para qué hablar en un poema de un sentimiento íntimo si el mundo está hecho unos zorros [y su contrario, claro, porque todo se sostiene perfectamente también desde el extremo opuesto: para qué hablar del mundo en un poema si cualquier sentimiento íntimo e individual resulta más intenso y tiene más posibilidades de ser materia poética].
•••
Obstinado en perecer antes de tiempo
me detengo en el andar de la muchacha
que camina delante de mis ojos…
debe oler a merienda todavía
a pesar de su falda de fulana

Y la ciudad sigue estrechando
su abrazo sobre el verde del monte
y en las laderas cuecen ya las comidas de la noche
esos adinerados que no sabrán jamás
de la sonrisa que dejan deslizar los que se hacinan
en la pobreza del valle

Camina con graciosa majestad
sobre sus tacones rojos y su edad quizas no llegue
a los diediséis
pero gestiona el contoneo
como una dama de noche
mientras una urraca expresa sobre el suelo
que el frío llegará en cualquier momento
y habremos de volver al cielo raso
a la bombilla jugando a ser un sol menor y huérfano
al calor artificial y a las noches de humo
en las que los hombres se cubren con sus mantas
buscando un final o una excusa

Pero aún no es la hora
y en el cambio de ciclo estacional
hay como una frontera de mangas cortas
y frío a media tarde
de faldas con un misterio estival ya tardío
que son como expirar

Hay un final en cada paso de esa muchacha
virgen
en cada hueco dejado al aire
para buscar mis ojos
y hacerlo más dolor del que ya siento
y no hay coartada posible
porque a la edad del fauno le fue negada
la posibilidad
aunque no el valor de lo húmedo en las piernas
ni el sentimiento de que en esta frontera
todo puede trabarse

¿Cómo atar lo que fuimos con lo que pudo ser?
¿Cómo acabar si el mundo
se empeña en que esos pasos
se hagan marca de agua en mis ojos cansados?
¿Cómo aguantar hasta que llegue el invierno
si no sé qué ponerme
sobre el cuerpo
en los ojos
en estas manos prestas a lo que llegue
aunque sea la muerte?

© Luis Felipe Comendador.
De FUMADORAS

Comentarios

  1. He leído tus comentarios con poca frecuencia...quizás con más dedicación hace unos meses...Ahora he visto que,por fin y con justicia, has entrado a formar parte de los "elegidos" en "Las afinidades electivas". Era de recibo.
    Pero hay algo que se me escapa. Citar a gente ya consagrada y olvidarse de amig@s poetas...¿Estás ya tan arriba que los que no suben no son visibles?
    Un abrazo desde la tierra...y te seguiré leyendo aquí igual que antes. A raticos. Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Tienes razón a medias.
    Asumo mis olvidos, porque son muchos más de los que puedas imaginarte.
    He dejado ahora mismo un comentario en 'Afinidades electivas' que está a la espera de publicación y que dice lo que sigue:
    "Olvidé varios nombres en mi lista de poetas y alguien me ha recriminado por ello, quizás con razón, sobre todo cuando he olvidado a gente tan importante para mí como Abraham Gragera, Jesús Urceloy, Máximo Hernández Fernández, entre otros muchos.
    Esto de tener que nombrar siempre me ha traído problemas.
    Ruego al editor que sume, si es posible, estos tres nombres y pido disculpas a los que no figuran por mi mala cabeza... son tantos."

    Me pedían una lista corta y ya la hice bastante más larga de lo solicitado, y no pude pasar de mis referentes –me traicionaría a mí mismo–, a pesar de que lo que escriben algunos de ellos en estos días no sea de mi gusto. Los referentes hay que respetarlos, pues son el justo pasado en el que uno se apoya para intentar crecer.

    Si te molestó mi lista, lo siento de verdad y te pido mil disculpas.

    ResponderEliminar
  3. Perdóname hoy, Luis Felipe, pero tardaré en leer tu entrada de hoy: me he quedado enredado en la sonrisa y el pelo de la fumadora.
    Saludos.

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