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Carta a Javi Viadero.


Oh, amigo mío, el de las barbas luengas,
el de las barbas de futuro. 
¿Qué escondes en Meruelo y no compartes?... 
¿acaso la asonada que andamos precisando los hombres escleróticos?
Aquí, en el exterior, aún no arde nada,
Rouco dice sus misas en lujosas basílicas
vestido de pollera en un domingo
y explicando la vida en un falsete...
Rajoy mendiga afuera
y mata adentro...
Tu paisano Botín
–que es como el cerdo donde meto mis últimas monedas–
hace mofa en inglés de esta ruina
y algún amigo mío
ya se fue a Panamá a buscar fortuna...
No hay mucho más, amigo,
si olvidamos de golpe a toda esa marasma
que pasó del harapo a los satenes,
de ser los aplastados por la hojarasca fáctica
a ser neoliberales de la caverna nueva
por esa ilusa causa
de tele, coche y piso.
Yo sigo en el intento
de dejar el tabaco
y abandoné el café que tanto bien me hacía
–no llega ya la pasta para tanto dispendio–,
apenas salgo e incluso
sopeso en mi bolsillo la falta de monedas
cuando me afloja el ánimo.
Sigo pensando, amigo,
en escaparme un día
para abrazarte fuerte
y descubrir contigo
que la sonrisa franca
es la única verdad.
Quizás convenza a Hugo.
Un abrazo de oso.
Nos vemos.
Mar al mar.




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