Desde esta rendición es bastante difícil tomar camino a Innisfree para ver las alubias de Yeats marchitarse en sus nueve surcos sin que nadie haga nada, solo nadar el lago hasta la isla y volver ya algo tarde con el lamer del agua a la otra orilla... no existe Innisfree, ni tampoco la isla de Ungaretti donde la ninfa duerme en pie abrazada a un olmo, ni siquiera la Inglaterra de Borges (la del polvo de mármol y el sigilo de alma), ni la noche insular de Lezama Lima... “Más que lebrel, ligero y dividido...”... ni la de Odysseas Elytis, Santorini, reina de las palpitaciones y de las alas del Egeo... No existe isla alguna, porque ya no hay espacio posible para contenerlas, ni siquiera las islas sumergidas de Manolito Moya jugando a ser le cimetière marin de Valery sin cimetière ni mar... y es que solo fueron palabras para decir la falta de un espacio habitable en un tiempo en el que ya no había posibilidad.
Ni las islas del guano son ya siquiera islas, pues ya no hay beneficio de ese carbunclo mágico, de ese estar en barbecho colgado de las rocas como desmariscando... las islas ya no existen porque fueron extintas por las dragas del crudo, los bulldozers de zapatos satinados cinco estrellas y la chiringuería... ya no existen como indestino incierto para las almas cálidas ni para los robinsones condenados a perderse en alguna zozobra...
Y mientras escribía esto, llegaron hasta esta isla interior inexsistente los colegas Sol y Javi, desnortados por el juego trivial de la Red de Carreteras del Estado, en su Corsa frugal lanzado al mundo como una nave rusa o quizás como un globo sonda abandonado a su suerte... llegaron justo a la hora de llegar (doce después de salir de su Meruelo... más justicia de tiempo es imposible), con los cuerpos doblados por la hendidora gris de sus asientos para abrazarme fuerte y mirarnos por fin fijamente a los ojos... el resto fue comer como cosacos y pasear estos lares medio otoñales ya, sin gente, como devastados por una huida en masa... y de oscuros –los días– pasaron a soletes con la dulce sonrisa de la chica Viadero y el cariño Chewbacca de ese Pizzman divinamente divertido que es oso Javi, un tipo realmente entrañable que parece recién salido de una peli con banjo y alcoholes ilegales.
Nada mejor para paliar esta falta de islas que tener amigos... y que te visiten y te quieran.
Voy a nadar y vuelvo.
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