¿Por qué mi nieto Mario lo tiene todo y al Chino o a Cucú les faltan todas las cosas indispensables para crecer sanos y felices? ¿Por qué mi nieto Mario tiene futuro y El Chino y Cucú no lo tendrán en toda su vida? ¿Por qué mi nieto Mario tiene los derechos básicos y El Chino y Cucú tendrán que luchar por ellos?… Y los tres sonríen si les sonríes, te abrazan si los abrazas, te quieren si los quieres, juegan contigo felices si tú juegas con ellos.
El mundo es una sarta de mentiras envueltas en la doble moral y en un mar de contradicciones, y nuestra responsabilidad como hombres y como humanistas consiste simple y llanamente en apreder a compratir a diario hasta que todo vaya tomando la medida justa –de justicia–. Mi nieto Mario no ha hecho nada especial para vivir mejor que El Chino o Cucú; no ha hecho nada para estar cuidado, limpio y bien alimetado; no ha hecho nada para vivir en una vivienda digna y tener su cunita y su ropa limpia… ¿Qué han hecho mal mi Chino y mi Cucú?
Yo, cada mañana, al despertar, siempre, absolutamente siempre, pienso en que es mi responsabilidad poner soluciones –aunque sean pequeñas– y dedico un poquito de mi tiempo diario a intentarlas. Es muy fácil, tan facil como prescidir cada día de algo absurdo y llevarlo al terreno de la cooperación… Desde un abrazo apretado y verdadero hasta un euro capaz de salvar la comida de un niño por un día.
No quiero que mi nieto Mario, cuando tenga capacidad de mirar al mundo con criterio, vea que su abuelo no lo intentó. Él, El Chino y Cucú, al igual que millones de niños en el mundo, se merecen sin discusión alguna mi sensibilidad mejor y mi empeño diario… También el vuestro.
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