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Wang Anshi


La capacidad de imaginar es lo que nos hace distintos, que no superiores, y de ella nos llega la suposición o el adelanto mental de los diversos desenlaces, que nos sirve de puta madre para valorar el paso siguiente que hemos de dar. Todo perfecto, pero el problema se nos plantea cuando, olvidado el instinto, caemos en la duda que no nos permite determinar con velocidad. Mientras el animal procesa en clave de instinto y resuelve generalmente en función de parámetros físicos y químicos, el hombre itroduce una variable que da lentitud al proceso por valorar opciones de tiempo que a veces no son muy determinantes para un éxito mantenido... pero sí para un estrepitoso fracaso. Yo, en todo caso, prefiero imaginar, aunque con ello alcance consecuencias de insatisfacción en lo tangible. La ventaja del hombre es que en el imaginario personal puede armarse un mundo ficticio que actúe como láudano del mundo real, consiguiendo en el proceso cierta armonía que nunca podría llegar por una serie encadenada de fracasos.
El problema llega cuando el imaginario se torna negativo, cuando el proceso mental exterior a la realidad se empeña en poner nubarrones que hacen que todo camine hacia la frustración.
Es fundamental, por tanto, implicarse en conformar un proceso mental sano, educar tu cabeza en planteamientos de tono optimista y trabajar la euforia como método de apoyo a la vivencia para banalizarla y poder así conseguir un alto procentaje de estados de ánimo positivos.
Ante un suceso inexorable se puede responder de formas diversas sin que exista posibilidad de variación en sus resultados reales, pero sí que se puede intervenir en las respuestas anímicas. Si se toma el camino de la desesperación, la derrota, el hundimiento... multiplicaremos el suceso de forma negativa en nuestro entorno y nos resultará muy dificultoso superarlo y entrar en el camino de la recuperación. Sin embargo, si aceptamos el hecho en su dimensión real y tomamos una actitud positiva/paliativa, el poder de recuperación se torna de enorme potencia y puede llegar a extenderse de forma exponencial entre quienes nos rodean. Este valor es el que se le debe exigir a un líder –da igual el medio y el entorno que lidere–, pues este tipo de reacciones de ánimo consiguen un sentimiento común que lleva a la recuperación urgente del optimismo y, por tanto, a reencontrarse con la normalidad en un breve plazo de tiempo.
Enfrentarse al temor con ironía termina bajando el nivel del miedo y, por tanto, haciendo de él un enemigo menor y susceptible de ser derrotado.

Comentarios

  1. GENIAL, es justamente esa actitud optimista la que me ayudo a mi y a mis hijos a superar una muerte, la postura positiva y esa ironia enfrentada al terror de la situación lo empequeñece

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