Ir al contenido principal

El peor veneno es el que se pronuncia.


Me llega el triste comentario de que un político local ha declarado en su fiebre preelectoral algo parecido a lo que sigue: «El señor Caldera nos prometió el oro y el moro... el oro no lo hemos visto, pero al moro nos lo encontramos todos los días por la calle...». Si tan desafortunado comentario es cierto, permítanme que entre en estado de cólera y le diga al paridor de tal exabrupto que se merece, como mínimo, el más jodido de los destierros.
Me toca los cojones que estos tipos se destrocen con memeces, con interpretaciones y manipulaciones absurdas de datos tan maleables como la población, el paro o el «yo lo hice antes que tú»... me resbala que utilicen rencillas familiares para esgrimir un apellido como arma blanca y absurda con el fin rechoncho de machacar al contrario... me la refanfinfla que se pongan afónicos de vomitar odios pequeños y particulares...
Lo que no tolero es el ramalazo de corte fascista/racista que lleva a ironizar sobre «seres humanos» que en unos casos lo están pasando fatal y en otros casos son un jugoso alimento para peces y otras criaturas marinas. No se pueden utilizar desde una política pretendidamente democrática sarcasmos de tan alta crueldad y de tanta bajeza moral.

Cuando escribo estas palabras acabo de dejar a mi amigo Youssouph preocupado por la pérdida de su pasaporte y animado por el cobijo que le hemos sabido dar un buen puñado de bejaranos a los que el tal político va a pedir el voto con sus majaderías. Y junto a Youssouph están Malick [recién salido de un duro trago de la mezcla en su cuerpo delgado de la hepatitis B y la tuberculosis] y Abdalá [con papeles, trabajando más horas de las permitidas por ley y aguantando la explotación y la intimidación de los que nunca vamos a ser «moros»]. Ellos son un bravo ejemplo de tenacidad y de lucha por la vida, un ejemplo que les hace merecedores de nuestro respeto... y colaboran con la sociedad española como muchos de nosotros no lo haremos nunca, y lo hacen desde el voluntariado en programas de formación de nuestros chavales en valores.
Claro que vemos a los «moros» por la calle, claro... exactamente el día de Reyes tuvimos la oportunidad de verlos tirando caramelos a nuestros críos y saludando al mundo con una sonrisa amplia y limpísima: eran Baltasar y su paje, Malick y Youssouph, dos tipos venidos hasta aquí en patera para intentar buscar un futuro para su gente africana... Hablando tres idiomas y cinco dialectos, Youssouph colabora con varias instituciones españolas en labores solidarias de traducción para las que no se encuentran políglotas hispanos... Ojalá veamos más «moros» como ellos por nuestras calles para que a algunos les crezca un orzuelo en cada ojo.
A ver si empezamos a cuidar las expresiones, sobre todo las de corte racista, y respetar al ciudadano al que se va a pedir el voto ofreciéndole propuestas reflexivas y proyectos positivos y realizables. Insultar al contrario es ya signo de cierta mala baba, pero atacar al contrario insultando y vejando a personas ajenas a esa lid, a personas que apenas pueden defenderse, es absolutamente inmoral.
Que no tengan que emigrar un día los hijos del político nefasto como probablemente tuvieron que hacerlo sus ancestros. No se lo deseo a pesar de que se lo merece.
De Tontopoemas ©...

Comentarios

  1. Suscribo absolutamente tus palabras. Por desgracia, todos los días, escucho a algunos de mis "dignos compatriotas" soltando exabruptos similares. Me indigna la hipocresía de quien así se expresa y luego "utiliza y explota" a estas personas. Pero no perdamos la esperanza ni la capacidad de indignación, se lo debemos a los que se juegan la vida cada día para malvivir en nuestro primer mundo, y nos lo debemos sobre todo a nosotros mismos. ¿Cómo coño vamos a alcanzar la dignidad del ser humano que se supone que somos?

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj