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Aquí viene la gente de gris.

Me envía el hermoso vencido Antonio Orihuela un "trasto de palabras" de experiencia común, de recuerdo goloso con acidez de estómago, un folletín piporro en el que soy actor [casi solo actor] y en el que me siento parte de una generación espesa con un fondo feroz lleno de estúpidos.
Todo sucedió en un encuentro absurdo, cómico y cubista que concelebró la innombrable coordinadora de la antología “Feroces” en un antiguo convento abulense hace ya demasiados años. Recuerdo netamente que al entrañable Uberto Stabile y al que suscribe –yo mismo– nos sacó la desmayada antóloga del cotarro por ser exactamente tan feroces como ella deseaba [aunque tuvo el detalle de dedicarnos una notita de agradecimiento al final de aquel tomo infumable].
Hoy vuelve Antoñito hasta aquel cartón piedra, y lo hace con sordina new beat y algunos artefactos que le ponen más gracia a lo que ya la tuvo. Casi todo fue así, pero no se lo digáis a nadie.

AQUÍ VIENE LA GENTE DE GRIS
Here Come the people in Gray
The Kinks


The Kinks atronaban Unreal Reality
cuando me presentaron al señor Buda recién llegado de Holanda,
impreso en un cartoncito troquelado
que parecía un sello de los playmobil.

Puede llevaros al centro del mundo, dijo D,
a su mismísimo ombligo.

Esa casa es tan grande
que llega a las nubes,
tiene cientos de ventanas
para que la gente pueda mirar
y se pregunte de qué va todo esto.

No había terminado de decir aquellas palabras
cuando ya habíamos llenado un coche de buscadores de oro
y las luces estroboscópicas dieron paso a una danza silenciosa de serpientes
que me subían por las piernas y se enroscaban en mi cuello
hasta que una constrictor abrió la boca y me tragó entero
para después escupirme de nuevo en los lavabos de la discoteca.

Salimos, no había estrellas,
sino un cielo cuajado de fuegos artificiales
que formaban figuras geométricas muy hermosas
y que después se dirigían a nuestro corazón para extinguirse.

No es que todos fuéramos uno,
es que todos éramos el pensamiento de una misma mente
que sentíamos entonces que no había tenido ni principio ni fin,
una mente que hablaba sin palabras
y que decía que todo era sagrado
y que hasta lo sagrado era una ilusión.

M conducía, para nuestra tranquilidad
su voz acuosa nos dijo que no había tomado nada,
pero su conducción errática,
las direcciones prohibidas que iba comiéndose una tras otra
y un adelantamiento a un tractor que duró horas
me decía que no nos podíamos fiar de ella.

Si nos hubiéramos estrellado aquella noche
la policía hubiera encontrado restos de sangre en nuestras drogas.

Llevábamos dos bolsas de hierba, anfetas,
tripis, hongos, varias papelas,
botellas variadas de güisqui, ron y vodka,
parecíamos representantes de la casa Sandoz & Down Chemical.

Habíamos hecho la recolecta el día anterior,
provisiones para un viaje que incluía subir al norte
y bajar por la costa mediterránea.

Cuando se hizo de día
el coche estaba clavado en la arena de la marisma
y un tractor, el tractor que habíamos intentado adelantar toda la noche,
estaba intentando sacarnos de allí.

Tomamos la autopista.
U se turnaba al volante con M.
U siempre estaba en forma, seguro, certero.

Después de parar a comer F empezó con las 'rallitas',
decía que estaba muy tenso.
D le encendió una pipa,
yo puse la cinta de los kinks

los héroes de celuloide
jamás sienten dolor,
los héroes de celuloide
jamás mueren de verdad.

U tenía muchos contactos
así que un par de veces al año íbamos de gira poética

-comida gratis, sabiduría total, cobertura absoluta, decía D
de los viajes organizados por U.

Poco antes del atardecer llegamos a Ávila,
las serpientes habían dejado paso a las sanguijuelas
y cuando estas terminaron conmigo
estaba ante un gélido edificio de una orden monástica
en donde, por lo visto, tendría lugar el encuentro.

-Ahora, control absoluto, dijo F.

Pero íbamos tan pasados que la organizadora nos caló al minuto
y nos quiso echar de allí.

-No quiero borrachos entre mis feroces, dijo la domadora de poetas.

No merecía la pena echar más leña al fuego de aquellas vibraciones extrañas,
así que salimos con alivio de aquel sitio decorado para su propia psicodelia,
lleno de aristas, de cuadros de santos
y niños quemándose en las hogueras del infierno
porque habían pecado mucho.

-¿Ganaron los nazis? ¿Esto qué es, el cuarto Reich?, soltó U.

Ocho horas después, a menos de mil bajo cero
aún estábamos buscando el último garito abierto de la ciudad.

Entramos en una fiesta ya agónica
que a lo mejor tiempo atrás había sido privada
preguntando por farlopa, pastis, lo que fuera.

Después de unos tensos minutos
nos informaron de que aquello era
la fiesta de graduación de la última promoción de la Guardia Civil.

Decidimos volver a la tumba, junto a Santa Teresa.

En el casette, los Jefferson Airplane cantaron White Rabbit
y nuestra mente empezó a moverse con lentitud.

-Estamos escribiendo sobre lo que sentimos,
¿por qué nos opondrán tanta resistencia?, dijo D.

-Hablamos de la explotación, de las drogas y de la guerra
porque ése es el mundo real donde vive la gente, dijo U.

-Nosotros no hacemos poesía, la poesía ya está hecha,
nuestro trabajo es mantenerla viva con nuestras vidas, dijo F.

-Debemos estar unidos, es nuestra única oportunidad, atiné a decir
antes de que todo se fundiera en negro.

Despertamos en una gasolinera
y prometimos solemnemente, delante de la manguera del surtidor,
que siempre estaríamos juntos.

A mediados de los años noventa
éramos lo único que estaba pasando en poesía en este país de mariconas.

Desde Huelva, desde Asturias, desde Madrid, desde Valencia
habían empezado a saltar chispas de una nueva superconciencia
y todo lo que hacíamos, sentíamos que estaba bien,
estábamos ganando, era una sensación real, tangible,
estábamos allí y estábamos ganando.

Años después sigo sintiendo que es así,
que nuestra energía prevalecerá,
que nuestros rastros no se perderán,
que otros avanzarán sobre ellos,

que tal vez un día no muy lejano,
cuando la realidad ya no sea un paquete en la estantería de un supermercado,
nos volveremos a juntar para reír,
como aquella fría mañana,
saltando en pelotas delante de las olas,
solitarios y juntos,
hombres y mujeres entrando en el mar
para limpiarse el gris del mundo
mientras King Crimson vuelve a cantar desde el coche
nuestro
Epitafio.

© Antonio Orihuela


Vaya la tiradita por el propio Antonio, por el gran Uberto Stabile, por David González, por Eladio Orta y por mí mismo.
Salud, hermanos.

Comentarios

  1. Pero por qué yo no he tenido la suerte de encontrar en mi camino a gente tan maravillosamente zumbada???
    Me enseñaron a ser ellos y mi yo, aunque en gris marengo, se me rebela a gritos.
    (le pondré una vela a San Google por haberme traído hasta aquí).
    Un beso
    Donce
    pd.: pues ahora que se acerca la noche de San Juan... un bañito, en el mar, en pelotari picá...mmmmmmmm

    ResponderEliminar
  2. Gracias, chica Donce, aunque eran otros tiempos... pero fueron, que ya es bastante.

    ResponderEliminar
  3. Maravillosa esta poesía de Antonio Orihuela.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Cómo os mola hacer leña del árbol caído, ¿eh?...Llamas tocho infumable a una antología únicamente porque la antóloga (no de las mejores formas) no te incluyó en ella...Y los demás, ¿qué?...Los que fuimos incluidos en FEROCES, ¿le dimos alguna vez acaso las gracias? ¿hicimos algo por ella aparte de criticarla y marginarla, y me incluyo en el lote?...Por otro lado, y esto va para ti, Comendador, recuerda que tú conmigo quedaste hace años en una cosa y no cumpliste, ni siquiera tuviste los cojones para llamarme y decirme nada y eso que te dejé no se cuantos mensajes y te llamé no sé cuantas veces...Y ahora, siempre que se os presenta la ocasíón, cargáis contra una poeta como la copa de un pino pero que, por desgracia, está enferma, de tristeza supongo, de la tristeza que le ha de producir el ver lo desagradecidos que hemos sido con ella, aun reconociendo que ella no se portó nada bien con muchos de nosotros, pero hacer leña del árbol caído me parece, lo mires por donde lo mires, algo que debería daros verdadera verguenza...Y como ya me jode todo este mamoneo que no ha cesado de gotear desde Feroces, creo que voy a empezar a tomar cartas en este asunto...

    ResponderEliminar
  5. David, quizás tengas razón o quizás no, que cada uno ve las cosas desde sus escuetos puntos de vista. En todo caso, 'Feroces' es lo que es, bueno o malo, y lo que yo diga siempre va a tomarse desde el punto de vista de mi inquina al asunto [no estar en ella vino de asuntos extraliterarios y bastante feos que a mí me jodieron un punto]. Quede claro que a los poetas que estáis ahí os respeto muchísimo y siempre os he sentido como amigos y gente importante en mi vida. La estupidez a la que me refiero procede de la movida editorial que se hizo y de muchos gestos particulares de auténtico desprecio personal que se hicieron por aquellos días [por lo menos en lo que a mí se refiere].
    De todas formas, si tan mal te parece esto, basta con que me lo indiques y no tengo problema alguno en borrar el post, que me da igual, de verdad. Mi experiencia con la antóloga no fue maravillosa ni en lo personal ni en lo literario, pero es un tema que ya tengo prácticamente olvidado... y, por supuesto, siento lo de su enfermedad, que no lo sabía.
    Por lo que se refiere al asunto de mi 'deuda' contigo [consistía, recuerdo, en publicar un poemario tuyo con ilustraciones de Enrique Cabezón], te indico que, quitando un par de llamadas primeras con los originales, no volví a recibir nada tuyo [ni llamadas, ni correos] y la cosa quedó en manos de Enrique, con el que me comuniqué con mucha frecuencia, que me envió una maqueta realmente hermosa y muy trabajada, pero que por ser en cuatricromía se me iba absolutamente de presupuesto, lo que le indiqué a Enrique a la vez que le hice una propuesta a cambio –para compensar sur trabajo baldío de ilustración y porque me encantó su poesía– de editarle un libro en la norma de mi colección –todo a una tinta– ["Dios cabalga los lomos de las muchachas"], que salió en su día.
    Pensé entonces que lo de tu poemario había tomado otro camino [te repito que no volví a tener noticias tuyas, puedes creerme], lo que se sumó a un parón editorial por falta de recursos que dura hasta el día de hoy.
    Si quieres, si aún te apetece, retomamos y lo hacemos, pues soy consciente de mi deuda contigo y me gustaría hacerlo, de verdad [a Uberto también le debo la edición de una antología desde hace tiempo, pero la situación económica lo fue retrasando].
    Si quieres escribirme en privado, mi mail es felipe@lfediciones.com

    Te pido disculpas en lo que pueda pedírtelas y me encantaría que las aceptaras.

    ResponderEliminar
  6. He vuelto cien veces a esta poesía de Antonio Orihuela y cada vez me parece mejor.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Seguiremos bailando Luis Felipe, la próxima en México, la amistad es sagrada, como dijo el poeta camino se hace al andar. Un abrazo y una sonrisa

    ResponderEliminar

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