Ir al contenido principal

El tac-tac de un latido.


La cobra anda estos días midiendo las distancias mientras almacena su incolora ponzoña… y yo conteniéndome como un dátil que emerge, buscando en la pulsera de los brazos el tac-tac de un latido.
La vida es una historia de amuletos y gatos negros con sus pupilas dilatadas, de minutos roídos sin conocer la gravedad de su paso, de cambios de piel imperceptibles cuando no hay piedra pómez con la que desprenderla… hoy me comería una trufa blanca sobre una mujer dejada de sí y luego me tiraría a la lluvia como los caimanes para empaparme hasta la palabra ‘botella’ o hasta el verbo ‘soñar’… o me haría una pieza de Sèvres para que me rompieras con tus manos.
No poder escribir, como estos días pasados, supone para mí un duro revés que pago con insomnio contando los tañidos de las campanas de San Juan.
Un día de estos voy a cumplir cincuenta y uno, y estoy como colgado de una imagen, de una ropa interior, de una voz… y me siento Crusoe cuando no soy Merlín.
Me tenderé a esperar los años que resten.
•••
Apenas tengo tiempo para escribir, y lo sufro con un alto estado de nervios, pues el trabajo es duro durante estos días prenavideños y mi madre anda trabada con cosillas de hospital, lo que me tiene distraído de contar, aunque no de sentir.

Comentarios

  1. No quedará nada por decir, es sólo cuestión de tiempo. Beso.

    ResponderEliminar
  2. Siente ahora para contar luego. Ánimo: si te sirve de consuelo, en unos días se acaba la Navidad.

    ResponderEliminar
  3. Todos/as cuidamos de ti, de mantener este hermoso blog vivo visitándote a diario; a ti te toca ocuparte de tu trabajo y de tu madre, sobre todo de tu madre. Perderla es peor que la mordedura de la cobra.
    Un beso, querido Luis.

    ResponderEliminar
  4. Ayyy la vidaaaa....

    "No pudimos ser. La tierra no pudo tanto"

    (que no sé si viene mucho a cuento, pero he leído hace un rato a D. Miguelón Hernández y tenía ganas de soltar ese verso fuera donde fuese...
    y te tocó!)

    Verás como todo vuelve a su ser, verás como sí.
    Un beso!

    pd.: LF, por favor, comprueba si habéis recibido un ingreso mío, que la estúpida del banco lo hizo a regañadientes y a mí en el comprobante no me aparece el nº de cuenta completo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj