26 de abril de 2009
I
Recibo el número dos de la revista mexicana “Separata” [espero que llegue sin gripe porcina... vaya movida, coño] conteniendo una “Patología del desaliento” de mi amigacho chileno Juan Cameron que me gusta mucho, mucho y mucho [enhorabuena ‘Cameron de Valparaíso’], un cuentito de Carla Patricia Quintanar, un ensayo interesante de Víctor Sosa [“El necesario exilio (de la realidad literaria a la ficción de lo real)”], unas pinturas cardiacas de Edgar Vásquez y un elogio a Ernesto Martínez realizado por Federico de la Vega [“La continuidad del sonido”].
Gracias a Federico de la Vega y a Miguel Aguilar Carrillo por estos envíos que tanto disfruto.
•••
II
*En homenaje al Juan Cameron de “Escrito en Valparaíso”... otro, que ya hice uno hace meses del mismo tono.
Padre, no leas a Shakespeare, que la Venus de Milo no tiene brazos y aún quedan cosas por hacer en la casa [tornillos que apretar, maderas sueltas en la terraza, libros descolocados sobre el estante de la tele...]... no leas a Shakespeare y vamos a aprender juntos la palabra “patria”... pero una patria pequeña, la nuestra, una patria de andar por casa, sin túneles ni salas de tortura, sin jefes de gabinete ni oposición conservadora... se nos va haciendo tarde, padre, y yo sigo fumando para que tú me regañes y me avises de esos ángeles negros que te llevan sin avisar a la tumba... y algunos días llueve y otros no, porque hay que suceder y sucederse a pesar del mercurio y la meteorología... a la lluvia no le importan las caídas de la bolsa ni que a ti te cueste pagar los impuestos o que haya el pescado que te gusta porque hay crisis o eso dicen... no, no leas a Shakespeare, padre, que perderás tu tiempo precioso, el que le das a cada uno de mis hijos por las tardes, y no podrás hablar mal de los funcionarios en la calle [quizás al amigo Antonio Merino le moleste, padre, pero cada uno debe llevar su cruz bien pegada al esqueleto... y al fin y al cabo cobran cada mes de cada año]... no leas a Shakespeare, que te pondrás pedante, y a tu edad eso no rima nada con las canas ganadas en la calle, que el neón se hizo para otras generaciones... sigue guardando el papel y la pita que te encuentres, cobra mis facturas con esa rabia tuya, como un profesional del cobrar todo; abrásate en las cartas de la tarde y envida lo que puedas sin faroles notorios, y no leas a Shakespeare, que te volverá loco, y ya no es tiempo sino para que beses mis mejillas o me abraces como hacías de chico con tus hermanos... enséñame a vivir y no leas a Shakespeare, padre, que estoy desencantado y algo espeso, que necesito aún que tú me digas si voy bien o voy mal, si acierto o yerro... pero no leas a Shakespeare, que veo venir el tren que arrolla todo y precisos tus ojos para tomarlo bien, porque tú sabes que el hombre no llegó nunca a la Luna, que Dios es de otros tiempos [los de Franco], que la liga de fútbol la amañan cada viernes en alguna oficina de Madrid, que los banqueros andan necesitando hoguera y palos, que no hay que discutir si no tienes razones para hacerlo y que el Papa es de trapo y lo mueven con palos de marfil... no leas a Shakespeare, padre, ni a Cervantes, ni a Borges... que aún te queda mucho por hacer y todo está manga por hombro.
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Recibo el número dos de la revista mexicana “Separata” [espero que llegue sin gripe porcina... vaya movida, coño] conteniendo una “Patología del desaliento” de mi amigacho chileno Juan Cameron que me gusta mucho, mucho y mucho [enhorabuena ‘Cameron de Valparaíso’], un cuentito de Carla Patricia Quintanar, un ensayo interesante de Víctor Sosa [“El necesario exilio (de la realidad literaria a la ficción de lo real)”], unas pinturas cardiacas de Edgar Vásquez y un elogio a Ernesto Martínez realizado por Federico de la Vega [“La continuidad del sonido”].
Gracias a Federico de la Vega y a Miguel Aguilar Carrillo por estos envíos que tanto disfruto.
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II
*En homenaje al Juan Cameron de “Escrito en Valparaíso”... otro, que ya hice uno hace meses del mismo tono.
Padre, no leas a Shakespeare, que la Venus de Milo no tiene brazos y aún quedan cosas por hacer en la casa [tornillos que apretar, maderas sueltas en la terraza, libros descolocados sobre el estante de la tele...]... no leas a Shakespeare y vamos a aprender juntos la palabra “patria”... pero una patria pequeña, la nuestra, una patria de andar por casa, sin túneles ni salas de tortura, sin jefes de gabinete ni oposición conservadora... se nos va haciendo tarde, padre, y yo sigo fumando para que tú me regañes y me avises de esos ángeles negros que te llevan sin avisar a la tumba... y algunos días llueve y otros no, porque hay que suceder y sucederse a pesar del mercurio y la meteorología... a la lluvia no le importan las caídas de la bolsa ni que a ti te cueste pagar los impuestos o que haya el pescado que te gusta porque hay crisis o eso dicen... no, no leas a Shakespeare, padre, que perderás tu tiempo precioso, el que le das a cada uno de mis hijos por las tardes, y no podrás hablar mal de los funcionarios en la calle [quizás al amigo Antonio Merino le moleste, padre, pero cada uno debe llevar su cruz bien pegada al esqueleto... y al fin y al cabo cobran cada mes de cada año]... no leas a Shakespeare, que te pondrás pedante, y a tu edad eso no rima nada con las canas ganadas en la calle, que el neón se hizo para otras generaciones... sigue guardando el papel y la pita que te encuentres, cobra mis facturas con esa rabia tuya, como un profesional del cobrar todo; abrásate en las cartas de la tarde y envida lo que puedas sin faroles notorios, y no leas a Shakespeare, que te volverá loco, y ya no es tiempo sino para que beses mis mejillas o me abraces como hacías de chico con tus hermanos... enséñame a vivir y no leas a Shakespeare, padre, que estoy desencantado y algo espeso, que necesito aún que tú me digas si voy bien o voy mal, si acierto o yerro... pero no leas a Shakespeare, que veo venir el tren que arrolla todo y precisos tus ojos para tomarlo bien, porque tú sabes que el hombre no llegó nunca a la Luna, que Dios es de otros tiempos [los de Franco], que la liga de fútbol la amañan cada viernes en alguna oficina de Madrid, que los banqueros andan necesitando hoguera y palos, que no hay que discutir si no tienes razones para hacerlo y que el Papa es de trapo y lo mueven con palos de marfil... no leas a Shakespeare, padre, ni a Cervantes, ni a Borges... que aún te queda mucho por hacer y todo está manga por hombro.
Jo, qué bueno! jajaja. Llamé al Merino antes de que se acostara, y como ya tenía el ordenador apagado, se lo leí, eso sí parándome porque me partía de la risa. Eres bestial, encima como hablas a tu padre, a ver quién es el guapo que se mete en conversación privada.
ResponderEliminarY deja al padre que lea lo que le dé la gana, que ya te ha hecho bastante de niñero.
Ah! Y dile, porfa, que no hable mal de mí, aunque sea funcionaria.
PS ¿No recibiste un comment en que te hablaba de pintar más mandiles para venderlos? Que quiero uno para mi madre (con una maceta algo más recatada, jajajaja.)
Por cierto, sabes que dos madres de mis alumnas han entrado en tu blog, y me han dicho -no sin cierto rubor- si no creía que eras algo pornográfico para que te leyeran sus hijas?
¡Pedazo pornazo! Pero cómo se te ocurre, Marie Sindie, recomendar el blog de este salido mental a niñas adolescentes cuyas madres serán unas pazguatillas, pobrecillas... Estarán escandalicées. Mejor recomienda el Quijote y como mucho, Lorca. Me da que tú también eres un poquito verde, que te quiero verde, verde río, verde mar. Siempre se me olvida, que nos soprpendiste con tu aportación de Lot, vaya, que calladito lo tenías. ¿Porqué no practicas más?
ResponderEliminarTengan todos ustedes BD.
¡Qué mamonazo eres, LF!. Aunque no veo argumentos, me rindo sin condiciones a tu ingenio y doy por terminada esta partida. Concédeme, no obstante, que también es merecedor de respeto el trabajo de todo funcionario honesto. Y haberlos, haylos.
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