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Reñido con el mundo...


Marchó toda la compaña africana con esa cosa gradilocuente de las despedidas formales, pero también con cierto puntito de nudo en la garganta… Awa [perdonadme si no sé escribir los nombres senegaleses… pero me fío de la pronunciación e interpreto lo que traducido al castellano sería Eva] nos confesó que la mujer africana lo tiene muy difícil debido a las leyes machistas que permiten la poligamia [lo que tiene que ver siempre la religión en estas cosas, coño] y a esa cultura que no contempla en el rol femenino asuntos tan tirados como la formación o el trabajo remunerado con justicia… Awa es bellísima, con una mezcla de dulce y salvaje en los ojos, poseedora de una mirada inteligente y profunda que aniquila. Tiene una hija que se llama Aram [así me suena a mí su nombre] a la que le encanta besarme porque mi barba le hace cosquillitas [y me besa, y me besa, y me besa… y me encanta]. Besé fuerte a Awa en sus mejillas suaves y le hice cosquillitas en los morritos a Aram como despedida. También marchó Papus [lo hizo ayer camino de Londres y no pude despedirme de él]. Papus, cuyo verdadero nombre es Bocar Kante, es un tipo que despierta vivamente mi interés, lleno de atractivos [desde la mirada, que desprende una paz especial y enfoca una inteligencia sobresaliente, pasando por la forma de expresarse en todo su conjunto y terminando en el ballet de todos sus movimientos… un ballet de lentitud medida que es hermosamente plástico.. y encima baila el tipo de auténtico mareo]. Parece Papus el hombre de suerte de la familia, pues fruto de su valía y su esfuerzo obtuvo una beca para estudiar economía en Estados Unidos y actualmente trabaja en Londres a buen nivel. Lo poco que hemos podido hablar durante estos días me ha descubierto a un tipo lleno de intereses culturales que, además, tiene un buen fondo solidario [un fondo que me empeñaré en explotar todo lo que pueda] y la intención de regresar a Senegal en unos años para poner en valor todo su aprendizaje en aras de sumar prosperidad a su país y a su gente. Paté Kante es la dicción perfecta [es el padre de Bocar], la corrección en todo, la seriedad y la rectitud, el cabeza visible y el portavoz de la familia Kante. Me fío muchísimo de su forma de hacer y no dudo en que él será el alma gestora de nuestro proyecto en Ibel [se ha quedado encargado de enviarme información constante de sus gestiones y de los trabajos, pues cuenta en Dakar con un despacho con conexión a Internet]. Despedirme de él fue muy emotivo, y en el último abrazo quedó patente que tengo un hermano nuevo en Senegal, igual que él sabe perfectamente que aquí tiene a una familia entera que le llenará de afecto cuando lo precise..
Y de Colí Kante, pues que casi prefiero no decir mucho más de lo que dije ayer, aunque sí prometo hacer una larga reflexión sobre lo absurdo de las fronteras y de las diferencias entre los hombres.
Lo más bonito de todo es que me ha quedado un hermoso regusto de que mi vida no está siendo tan vacía como presiento a veces, y eso es muy importante para mí.
•••
Hace nada, yo qué sé, ayer o antesdeayer, un amigo grande me envió un mail ofuscado en el que me cuenta con brevedad que está cabreado con el mundo y que no quiere pertenecer a ningún colectivo… me dice: “… me enfada el mundo y me enfadan los colectivos…”… y sonrío porque sé algo de eso, sé cómo se tramita ese no querer pertenecer a nada que no seas tú mismo, estar harto de todo y haber encontrado esa mirada nítida que te dice cómo, cuándo y dónde está el fracaso [me refiero a un fracaso no individual, eh, a un fracaso común que generalmente viene de la mediocridad interesada y envidiosa, un fracaso que lo llena todo de recelos]. Ya hace muchos meses que no insisto en mi idea de individualidad, entre otras cosas porque creo que es absurdo enseñarle al mundo los mimbres de tu ideología cuando el mundo no quiere saber nada de eso y a cada uno solo le interesa lo suyo con absoluta avidez. Simplemente me dedico a ser como quiero ser y a estar como quiero estar… y me conformo con esta mierda mientras no haya nadie que me moleste.
El recurso del que disponemos como individuos para ordenar nuestra relación con el mundo es el intelecto, que es el que marca los límites de la ‘verdad’ y nos da la pauta personal en la que las cosas pueden ser pensadas, marcando de esa forma nuestro territorio individual… y en ese territorio jugamos a solas al descubrimiento y, sobre todo, a la tensión intelectual que nos va a propiciar algunos éxitos y múltiples fracasos. En el territorio del que os hablo no se necesita para nada al otro, ese ser que tiende siempre a destruirnos por la sensatez absurda de lo cotidiano.
Ahí es donde crecemos como hombres sin precisar del hombre, ahí es donde maduramos nuestra estética y donde ponderamos el valor del hombre que debemos ser, y, ahí, en ese espacio nuestro y solo nuestro, es donde somos capaces del aprendizaje neto y del ensayo atrevido de la novedad… quien comparte este territorio con otros hombres [sus frutos pueden compartirse, ojo, pero nunca el proceso interior], está abocado a un estrepitoso fracaso que le puede llegar por disolución o por desencanto. Nadie se gremializa para crecer intelectualmente [eso se dice con palabras grandilocuentes que siempre son pura falsedad], sino que la gremialización busca tan solo espacios seguros, espacios de protección que propician la diferencia por fuerza, que no por valores… el artista que se agrupa con otros para defender planteamientos estéticos comunes, solo busca una fuerza que le empuje a diferenciarse, primero de otros grupos estéticos, y, después, cuando ya ha eliminado la contestación y se ha asumido esa propuesta estética colectiva como imperante, a diferenciarse por oposición de sus gremiales compañeros de viaje, lo que acaba en el absurdo del enfrentamiento en múltiples aspectos, un enfrentamiento que resulta radicalmente destructivo del hombre.
Mi idea de la individualidad tiene un alto componente romántico, lo sé, pues bebe de la búsqueda interior, del extraviarse para encontrarse constantemente en lo mismo, de la idea de finitud como calco de la vida biológica que nos contiene, de la más extrema subjetividad y del hermoso sentimiento de perdida que viene siempre abrazado a la pasión por la inmediatez… y la consciente creación de una conciencia propia, determinada y diferenciada.
Así, con estos mimbres y desde estos mimbres, resulta placentero y terrible a la vez llegar al estado de ‘cansancio’ –en él llevo yo una larga temporada–, y resulta irrenunciable llegar a querer separarse de cualquier condición de grupo hasta llegar a la condición magnifica de ‘la no pertenencia a nada’… así, uno es su proceso interior, que terminará siendo su decidida definición de ‘verdad’.
Y llegados a este punto, cuando se tiene la capacidad de apartarse y la velocidad de no dejarse adherir [influir/impresionar/cegar] por nada ni por nadie, penetramos en nuestra idea trazada de cada cosa, de cada asunto, de cada suceso… y la vivimos con nuestro propio sentido de espectáculo… la muerte se hace ‘objeto’ reconocible y cotidiano, la melancolía es el justo cromo que nos faltaba en el álbum y que acabamos de obtener con verdadera satisfacción, el acabamiento es experiencia tranquila y, cómo no, el ‘anonimato’ es el mejor punto de vista para mirarnos a nosotros mismo como paisaje humano.
Yo tampoco quiero pertenecer a ningún grupo humano… ya sea artístico, religioso, político o literario… incluso no sé si me apetece ser ‘hombre’ entre esos percentiles en los que vibra ese concepto.
Como hombre, en todo caso me interesa decir con voluptuosidad lo que me gusta y con ira agresiva lo que me disgusta… y como ser individual me apetece experimentar constantemente para buscar conocimiento en el azar de la propia búsqueda… pero no conocimiento práctico, sino conocimiento estético y conocimiento intelectual.
El hombre gremial, amigo enfadado con el mundo, es una enorme mierda pinchá en un palo… y el hombre individual es /somos puro naufragio.
Yo me quedo naufragando… pero no soy reaccionario, ojo… soy solo un empeñado en trascender la bazofia común con experiencias individuales que me hagan sentir colmado y hecho… sé que nada se pierde, entre otras cosas porque todo está perdido… sé que como humano gremial no puedo hacer otra cosa que aprovecharme del otro con esa forma fascista que un día me explico Antonio Garrido o, lo más seguro, que alguien se aproveche de mí y me deje agotado…. y sé que como individuo soy único y, como poco, no llego a sentirme desdichado, circunstancia que siempre concurre en el hombre gremial junto al agotamiento y la sensación de imposibilidad.
Hoy puedo discernir, amigo, que el gremialismo me lleva inexorablemente a la vaciedad de lo seguro y a una vida tristemente anclada en lo trivial, y que la individualidad me deja sugerente y dispuesto al salto y a la sorpresa.
Me quiero, amigo, pero no quiero nada de nada al hombre.

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