Ir al contenido principal

Palabras para Claudia.


Me gusta compartir algo de tiempo con los jóvenes, saber de qué va su rollo, qué buscan, qué esperan, qué pretenden... me siento bien con ellos y me asombro gratamente al verme en sus miradas exactamente igual que cuando yo tenía sus ganas y sus miedos...
Ayer, en Mérida, me medio riñó una chiquilla de ojos vivos porque me confesé vencido en público... me dijo: “que sí, que podemos cambiar el mundo y no hay que rendirse...”. Yo sonreí mientras me perdonaba por haberle dado, también en mi charla, pistas sobre la falsedad de mi confesión de vencido. Le di dos besotes y le firmé el cuadernito que contenía mis versos... y después pillé mi coche para volver a casa. Durante todo el viaje, que fue largo, no se me quitaba de la cabeza su mirada... ni tampoco sus palabras.
¿Qué coño puedo hacer yo a estas alturas para cambiar el mundo?... ¿qué no habré hecho ya para intentarlo?... ¿cómo podría yo unirme al ímpetu de esa chiquilla para hacer que salten chispas?... eran las preguntas que me asaltaban en el trámite ‘in the road’ de ayer... repasando, puedo enumerar algunos intentos en mi vida [y todos fallidos]: milité a su justa edad [la de mi interlocutora hermosa, que se llama Claudia] en agrupaciones radicales de izquierda, salí a gritar a la calle, tiré panfletos y estuve detenido [y acojonadito], me formé por mi cuenta en algunos aspectos con el fin de ser como yo quería ser [todo para intentar hacer lo que nunca he podido hacer], milité en un partido poderoso y tuve representación pública [todo para acabar destruido y desencantado], fundé un periódico ‘antiacomodaticio’ y lo mantuve durante más de seis años [todo para sentirme vilipendiado, presionado, acosado, insultado... y quedarme si un puto duro], creé una editorial y recibí fundamentalmente palos de muchos de mis editados [además de deudas... apenas nadie conoce el concepto de ‘compartir’ y todos confunden solidaridad con dádiva, conformándose así un mundo lleno de ingratitudes], me metí de lleno en el mundo solidario [el ‘profesional’] y se me aclararon rápidamente los conceptos de ‘voluntariado’ y de ‘cooperación’ [hasta ese momento no podía imaginarme que en ese campo hubiese tantos intereses creados y que tanto porcentaje de dinero se arañase en gastos administrativos y en gastos varios], monté una empresa con varios empleados e intenté llevarla en parámetros de pura justicia social [es imposible, pues el mundo de la empresa y el del trabajo están viciados por la puta individualidad y el peor de los egoísmos –tanto por parte del trazado patronal como por parte del arañazo obrero, que no se salva ninguno–], acogí a dos hermosos vencidos que vinieron a España en patera [hoy los llamo “mis hijos”] y entendí que por ahí podría encontrar una trocha en la que buscar una salida, y me puse a ello, y monté mis propios proyectos de cooperación, que es en el asunto en el que camino ahora, pero presiento tigres al fondo y se me vacía el aire de los pulmones hasta no poder pensar...
Mi querida amiga Claudia, tú partes limpia ahora, tú inicias el camino con ímpetu y con intención, ves posibilidad donde yo dejé ruinas... y eso me gusta y me anima mucho... pero te darán palos terribles y debes estar preparada para soportarlos, se te caerá tu mundo en un segundo como un castillo de naipes y debes tenerlo bien previsto para saber volver a empezar, verás cómo desertan tus mejores amigos y cómo se venden los que eran para ti norte y ejemplo, verás cómo el sistema abduce todo y lo desangra hasta dejarlo de su mismo color, te llegará el desencanto, perderás todas tus fuerzas y pensarás en integrarte y dejarte llevar o simplemente en desaparecer... pero debes seguir intentándolo, debes insistir hasta agotarte... porque yo aún creo que es posible, estoy convencido de que es posible, sé que es posible... pero estoy realmente agotado de equivocarme, agotado de caer y volverme a levantar...
Y quiero decirte que me tendrás siempre que lo precises, y que el hecho de tenerme –sentirlo yo y que tú lo sientas– es para mí verdadera gasolina y me llena de esa vitalidad que tanto necesito. Estoy harto [y ahora también me siento derrotado, vencido], pero me conozco y sé que aún me queda capacidad para ilusionarme y volver a pelear, que solo me falta una chispita como la tuya para decir: “¡Qué cojones!.... vamos a comernos el mundo, coño...”.
Un beso fuerte y todo mi ánimo... no dejes de buscarme cuando lo desees.

Comentarios

  1. Oye viejo, no se te ocurra rendirte, aun queda mucho por hacer. ;) Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Que estos kilitos de ánimo te sienten bien, pero que muy bien,son merecidos.

    ResponderEliminar
  3. Hermosas palabras las de Claudia, pero uno sólo puede cambiar el mundo cuando es capaz de cambiarse a sí mismo. Lo demás son excusas y demoras.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. ¡Ay! Ayer me llamó Teresa, la mujer de Antonio Gómez, para contarme que yo estaba aquí. Y claro, no me lo podía creer. Es todo un honor. :)

    Yo también echaba en falta una dosis de ilusión. Y llevo estos dos días con un subidón; porque saber que no estamos solos, que hay gente que no se mueve por dinero sino que se mueve por unos ideales, es uffffffffff y más. Necesitaba realmente que alguien me afirmara con tanta seguridad que cambiar las injustias de nuestro planeta es posible.

    Y sé que me caeré, pero como dice siempre mi madre:

    -Si encuentras una valla en el camino ¿qué haces?

    Podríamos medir la valla, rodearla o volver por donde hemos venido; pero también podríamos saltarla.



    Muchas gracias por todo; por la charla, por tu lámina, por tu dedicatoria y por tus ganas.

    Y sí, ¡que cojones! ¡vamos a comernos el mundo!

    Un beso fuerte, Claudia :)

    ResponderEliminar
  5. Y que no falten chispitas... Que no falten nunca Claudias.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  6. Es fácil decir aguanta, pero no hay termino medio o luchas o te rindes.Rendirse es el principio del fin.Está claro,lucha.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj