Ir al contenido principal

Aires de blues.

Lectura poética en la Fundación Juan Ramón Jiménez (Moguer). Foto de Antonio Orihuela.

Aires de blues van calentando el ambiente y me veo mayor y distante de demasiadas cosas. Ya no soy lo que era, aunque noto en la lengua que soy lo que fui, y las piernas se mueven al ritmo de la música negra como por ciencia infusa, y siento serpientes adentro [unas que me devoran y otras que me mudan la piel], y comulgo cerveza por salir del calor de alguna forma, y río como un chiquillo, y me alimento de chirimoyas, y siento que aún algo late por mi cuerpo…
El mar es ahora la hierba verde que piso y debo mirar el sudor de la gente que se aburre en sus sarcófagos con piscina y mesita de jardín, y luego tirar por la borda la costumbre y buscar un crepúsculo rojizo donde hacerme manzana o pervertido.
Si manzana, enrojecer al sol y buscar el mordisco de una boca encendida.
Si pervertido, indagar mi desnudo y alumbrar con mi semen otro cuerpo, y salvarlo del tedio con el émbolo crema y la herida manando.
Soy memoria de pájaros, aunque quise ser tranvía o trasatlántico; soy galaxia pequeña, aunque quise tan solo penetrar poco a poco –despacito– en los muslos que agotan; soy sandalias y hormigas, aunque deseé ser crótalo entre las almenas de carne; soy ensayo constante, pero intenté ser médula tras unos senos de hembra; soy residuo inconcreto, y también el delirio completo de lo tenso.
Suena el blues y mi cuerpo acompaña hasta la hartura.

Comentarios

  1. HOY ESPECIAL "COCINAS TÚ"
    Receta para hamburguesas:

    625 gr. de lo que soy + 375 gr. de lo que fui = 1 kg. de carne picada

    Servida bien frita y en plato caliente: Donce

    (Ojo, ya viene salpimentada)

    ResponderEliminar
  2. Por el envés de las palabras, por su epifanía mordida de carne celebrada y por su túnel enfermo de júbilo viaja el poeta y da lo mismo que sea tu Béjar o Moguer para hablar de letras y de manzanas o de cruces de caminos al modo en que los bluesmen buscaban la llegada dichosa de la inspiración, aunque tuviese rabo y azufre. Yo ando estos días a pie de playa, muy cerquita desde donde leíste con chanclas en la foto. El coloquio interno va a ras de ola y mientras todos estamos, feligreses digitales, mareando la perdiz del Gates, el tiempo celebra sus bodas absolutas con nuestros deseos y (mientras) bebemos, Luis, fatigamos la tarde con la pereza instalada en la memoria. Y duelen, como deben, las horas.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj