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Bye.

Nada, que me marcho unos días de turismo literario y os dejo aquí esperando [o disfrutando de mi silencio, que será lo más cierto], pero no sin antes aclarar que mis insultos de ayer iban exclusivamente contra la gente televisiva que nos visitó [que yo debo explicarme mal y/o hay alguno al que le apetece leer lo que quiere leer, y no lo que pone –imagino que por anónima inquina personal– (también hay doble moral en quienes lanzan la piedra y esconden la mano)], que existe la ‘presunción’ de lo que sea en nuestro código legal hasta que se demuestran los hechos y sus autores [no dije ayer nada raro, coño, pues tanto se pueden utilizar la presunción de inocencia como la presunción de agresión si no hay hechos demostrados y sentencias firmes], que el desinhibido está más para que lo aten y lo eduquen que para que lo entrevisten y saquen el pecho en su defensa [no me desdigo de nada en su caso].
La cosa es que me largo a ver otra vez el retrato hermosísimo de Zenobia Camprubí en el Moguer juanramoniano y a charlar con mis amigos de la poesía de la conciencia y de los versos de combate… y de paso a olvidarme de todas estas movidas tontas y aburridas.
Nos vemos, coleguillas.

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