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Pentateuco.


Tregua de Alberto, que se marcha un par de días de expedición, y yo que me hago viandante y retorno. Vamos…


ESTAR

Suspendido como la araña en lo invisible, con la trampa inestable del anillo de arena o el extensísimo trago de las tardes puestos como a orear, pero atentos al tacto de la presa.
Sacaré del follaje las piezas con ladridos, señalaré su exacta posición y haré llaga en la marca, porque hay un celo lascivo de cazador en cada día y las mandíbulas merman o son fauces.
Vivo en el cráter de los dientes de leche y estoy como perdido desde que fui destetado por mi madre.


DESESTAR

Ya soy pez que se agita en la arena esperando el hedor del propio cuerpo, pero quise ser colchón una vez, un colchón sobre el que dos cuerpos se amasen y robarles el semen para hacerme raíces en el somier [siempre deseé que esta palabra se escribiese ‘somnier’] y crecer hacia el techo como un sepulcro de humo.
Techos de cielo raso que tenéis la mirada cenital y veis a los amantes deshacerse en la cal viva de las sábanas… decidme que hay un cauce subterráneo donde lamer los muslos de la diosa sea obligatorio, donde abrir las ventanas de su sexo sea labor diaria y no contenga espinas.
Me voy a penetrar las alcobas, pues siento una necesidad impostergable.


DESERTAR

Dejar el arma flaccida reposando en la mano, mirarla sin desprecio y buscarle el escondite entre las ingles. No has de mirar atrás mientras huyes de la guerra cremosa donde fuiste vencido, no debes recordar los pechos blandos ni el latido del vientre mientras corres, ni la vulva lubricada y abierta como un ojal de abrigo.
Tu máxima esta noche es ser superviviente.


DESPERTAR

No estaba junto a mi aliento sulfuroso, ni en el pináculo donde quedó cuando caí en el sueño; no estaba en la cocina ni en el baño. Tampoco estaba en el rellano de la escalera ni en el portal… ni en la panadería, ni en el pareque cercano.
Me descubrí desnudo llorando entre la gente.


RESTAR

Me seduce morir, y quisiera afeitarme todo el cuerpo un día antes y aburrirme mirándolo en la sala de espejos… me seduce morir en vilo… y luego dejar que trajinen las viejas sobre mi mortaja.
Me seduce morir porque sé que la muerte contestará taxativamente a todas mis preguntas.


•••
Los efluvios narcóticos del tiempo trabajado dejaron esta tarde en enaguas al bizco personal de PdT. Yo estaba tomando café y la máquina jodida de los números petó para hacer que todo se endiablara y a mí me cayese mal ese agua sucia en el estómago. El tiempo de reacción fue prepotente y el ácido Pedrito [tan dulce en otras cuitas] sacó su lado pérfido y cansado, y se abrasó en un picado arrancar de cables y exabruptos que me dejó muy tenso y destruido.
Yo también tengo ese pronto a veces, y entonces soy ruina para lo que se asome hasta mis ojos…
Luego monté en mi coche nuevo y volví a equivocarme para mal de mis vértebras cervicales, y me cisqué en todo lo que se mueve por confundir el freno con el inexistente embrague y pisarlo con potencia. Ahora un dolor pequeño y mantenido se me ha puesto en la espalda, y otro dolor moral –éste más fuerte– me hurga entre los ojos y el estómago.


Comentarios

  1. Maravilla de imágenes y de palabras. Todo un lujo.
    Besazos.

    ResponderEliminar
  2. Pues vaya "dos patas pa un banco", yo hoy me siento como si llevase arena en los zapatos...

    Un besín
    (y gracias por acordarte de nosotros al ver al "tío feo del sombrero")
    Dnc

    ResponderEliminar

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