Ir al contenido principal

Una de trenes, Munilla y lo aciago de este día...


Hace años que no monto en tren, pero sueño con aquel ‘rápido’ que me llevaba justo hasta el centro de Gijón, el “Ruta de la Plata” se llamaba. Es quizás el único sueño que permanece cuando despierto, el de aquel tren con tortilla en la tartera para compartir con el de al lado y en el que me pasaba ocho horas de viaje hasta llegar a destino [mi destino entonces era una novia que tuve por aquellos lares]... y del sueño del tren devienen luego los recuerdos de los años de universidad, las mañanas con Juanito Montero, paseando por la Plaza Mayor de Salamanca y desnudando chicas con la mirada; las noches de queimada junto al Tormes con mi grupo de Biológicas, los fines de semana de buscar plantas con el Bonnier en la mochila y la prensa pequeña de madera con su papel de estraza, los ratos de manchada en El Judío, las tardes esenciales de La Latina, las clases magistrales del profesor Galán, Herráez presidiendo las comidas del San Bartolomé [el Bartolo], las prácticas de Histología y Citología con la Beato [un bicho malo y remalo], los encierros del 75 en el aula magna de Ciencias, las noches de panfletos con el miedo en los pantalones, las tardes de contar drosophilas melanogaster y pisum sativum... un tiempo que pasó y que dejó muertos que dolieron como heridas terribles [Juanito M., por ejemplo], unos años bebidos a tragos largos y generosos en los que se hicieron fuertes algunas ideas en mi cabeza y en los que empecé a ser para dejar de ser.
Mi mundo entonces era pequeño y se hizo grande de pronto, diría que infinito... mi mente se abrió al trámite científico con pausa, pero a la vez con desesperación al comprobar su derrota administrativa y su absurdo teórico... mi mente se abrió al mundo físico y relacional, y me llené de amigos y amigas, de gente que me acogía en un ‘para siempre’ que luego solo fueron algunos años, de viajes a tientas sin más que mi mochila y unos durillos sueltos [siempre a lo que cayera]... mi cuerpo aprendió a compartirse con otros y mi ideología se afiló hasta el punto de la radicalidad...
Fueron los años imprescindibles, los que han marcado todo este después como un fracaso lento y doloroso [el fracaso me duele porque me ha ido robando posibilidad, sobre todo por eso]... y llegaron los nudos y las restas, el calor artificial y las máscaras... todo en un ‘hasta aquí’ largo y tedioso, un ‘hasta aquí’ que me ha hecho/deshecho hasta lo que vengo siendo, que no sé lo que es...
Y, de pronto, zas... una noticia trágica que me llega ahora mismo... nueve jóvenes muchachas trabajadoras de La Covatilla han tenido un gravísimo accidente esta mañana con el coche que las llevaba al curro... llamé a mi hija para contárselo y se echó a llorar, apenas pudo decirme que eran sus excompañeras de trabajo y que ése era el coche en el que ella subía cada mañana cuando trabajaba en la estación... un palo gordo el de hoy... y yo que estaba esperando como a la lluvia –y me llevaban los demonios– que llamasen a mi chiquitilla para trabajar allí arriba [que está en lista de espera]... la vida es una suerte... no perderla, claro... y se me ha caído la moral entera por estas nueve jóvenes que han tenido esa falta de Dios tan puñetera. En fin... que todo sigue.
Y luego el obispo Munilla que va y dice que España vive males peores que Haití... así está la Iglesia española, desbarrando, patinando, diciendo una gilipollez detrás de otra... en ese sinsetido se mueven y quieren movernos, van sin la junta de culata y a pistón suelto [cuesta abajo, claro]... es la hostia [nunca mejor dicho]. Y yo, que me enveneno con ‘nah’, pues ya se sabe...
¿De qué iba hoy la cosa, coño?... sí, de trenes, iba de trenes soñados, de los recuerdos nebulosos, de las cosas que un día fueron tan intensas... que se me empezaron a formar huesos en los tejidos blandos... al Munilla había que terremotizarlo, coño, pero en un país tan pobre como Haití, sin su palacio episcopal y todas esas mingas en vinagre de la curia... sin su gorrino frigio de títere mandón, sin sus casullas bordadas con oro fino, sin esos cálices de los que bebe los bien añados vinos de misa, sin sus collarones y sus anillos, sin sus faldumentas de lino o del mejor algodón, sin sus santos pintados por pintores antiguos, sin sus altares repujados de demasiada sangre obrera... al Munilla había que llevarlo al Congo del coltán a pisar barro y a los basureros de Trujillo a comer mierda con los niños de la basura... y ya paro, que me estoy calentando.


•••

Imprimir artículo

Comentarios

  1. Pues cabreate coño. ¿Si no te puedes cabrear ahora, cuando podrás?.

    Por cierto los años de Salamanca los suscribo y escribo con las mismas palabras y los mismos años...aunque yo desde la facultad de ltetras primero y la de magisterio después.
    Un beso... y un ji ji de descastigada.

    ResponderEliminar
  2. ¡Ñoooo! ¡Qué recuerdos! Aquellos trenes, aquellos viajes perdidos en la memoria....
    He disfrutado en esta lectura.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Sí da. Claro que da. También a mí me cabrearon sus palabras. Pero claro, me falta oír la voz de la Iglesia denunciando la tragedia cotidiana de Haití, tragedia de corrup`ción y miseria que se produce a diario. Este horror, no es otra cosa que la pluma del sombrero. Tal vez ésto sirva para hacer de despertador de la Comunidad Internacional para que pare mientes en los males endémicos de Haití.

    Y en cuanto a Luis Felipe Comendador, yo, que paso por aquí regularmente desde Galicia, opino que además del buen bagage literario, eres una buena personal No hay nada mejor.

    Un saludo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj