Cuando nos comunicamos, todo es tiempo, autorreferencia y referencia a lo otro... y nada más. Conociendo estos mimbres y dominándolos podemos establecer un discurso lógico con el que hacernos entender y explicar el mundo al otro o explicarnos a nosotros mismos. Y esto es fácil de comprender... no tiene demasiadas vueltas: tres herramientas que bien usadas dan resultados óptimos... pero aquí comienza el juego... ¿y si intentamos expresarnos procurando evitar el uso de esas tres herramientas?... expresarnos prescindiendo del tiempo, de la autorreferencia y de la referencia a lo otro... ¿sería posible?
Viendo los sucesos trágicos que atraviesan el mundo del hombre en estos días, me apetece dejar una breve reflexión sobre ello para que no me quede la vergüenza propia de haberme callado… Las religiones son profundamente dañinas en lo individual y en lo colectivo, en lo cercano y en lo lejano. Siempre basadas en el miedo, en el temor, en la búsqueda constante de un estado de tristeza marcado a fuego en todas sus pautas morales, dirigistas, sometedoras de pensamiento, acodadas con fuerza al dinero y a los grupos de poder que emponzoñan las sociedades desde hace siglos… Por ello, no es peor un cristiano que un judío o un islamista, que son todos malos de raíz, perversos y fieros estabuladores de grupos humanos… Ordenan el odio y la agresión, las más bajas pasiones y la aniquilación de quienes no comulgan con sus mandatos morales. En periodos de paz penetran sibilinamente en las conciencias y procuran que en los poderes políticos y económicos estén sus fieles ordenándolo todo a su ex...
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