Partiendo de que Greg Izor está como una puta cabra, una de esas de escalera y trompetín, se podrá imaginar lo que es capaz de hacer en un escenario con su caja de armónicas y su micro años cincuenta plateado... y si a eso le sumamos que estaba apoyado por King Bee, con un baterista absolutamente tronao y un armonicista verdaderamente elegante, nos queda una ecuación magníficamente bien resuelta en esa aritmética del blues que hace que el cuerpo tiemble y entre casi en uno de esos éxtasis prevudús que tanto me gustan. Lo disfruté como un mamoncete con teta grande y el que no fue, nunca podrá saberlo.
Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t...
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