Es nebulosa -nunca ciénaga-, vértigo dulce, caída y vuelo...
Jamás podrá ser el ‘deseo deliberado’ de Aristóteles (deseo como vehículo para una toma de decisión), tampoco el ‘deseo platónico’ como naturaleza del alma, ni mucho menos esa cosa Tomás de Aquino de ‘la aspiración por algo que no se posee’, y tampoco aquella ‘pasión del alma’ que describiera Descartes... algo sí de la ‘ansiedad’ de Locke y todo de la idea sartreana de ‘aspirar a poseer la trascendencia del otro’...
Pero sobre todo... pulsión que tiende a lo creativo y aspiración a ser vida... y nunca causa de sufrimiento... ¡jamás! (en este punto estoy totalmente en contra de los postulados de la filosofía oriental que declara con fuerza que hay que eliminar el deseo para alcanzar estadios superiores).
Siéntelo como una tiritona de fiebre, como un latir nervioso y galopado, como un hambre voraz, como un bullir de hormonas... siéntelo como esa desazón de selva que contiene al tigre, como un temor dulcísimo a lo nuevo, como una indefensión o una batalla de ti contra ti mismo... y déjalo fluir, que se desate, que crezca y se aminore, que te alce y te deje tumbado, que te llene hasta sentir vacío y viceversa...
Luego cierra los ojos y espera...
¿Ya?
Lograr lo deseado... quizás sea el fracaso.
© left lfcomendador
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