DÍA PRIMERO. Ya es de noche y espero la llegada inminente de Hugo mientras leo a Pavese como si fuera la primera vez. A ratos me distraigo con una mosca intrusa que se ha quedado a hacer noche conmigo y a tropezones pillo alguna idea que me gusta y la escribo en mi cuaderno para desarrollarla cuando cuadre. Ya no suena el jaleo del bar de arriba y ha dejado de llover. Viernes en Béjar y subo a por tabaco. No han cerrado aún, tengo suerte. Los camareros ya son como raros autómatas a esta hora. El tipo de la barra me cambia un billetito por monedas y se olvida de activarme la máquina para sacar mi tabaco. Espero y le hago una llamada a Hugo para ver cómo va nuestro parte de ruta... “ya estamos en Zamora y se cumple el horario”, dice mi amigo. Saco por fin mi tabaco y fumo. El impás tabaquero me ha apartado de Cesare y me animo a escribir, aunque no sé de qué... todos los días, desde hace muchos años, escribo algo por la noche, lo que sea, como sea... así se me harán más cortas las dos horas que aún restan para recibir a Hugo.
Esta paz de los otoños bejaranos me gusta mucho... reina el silencio y la soledad puede conseguirse sin dificultad alguna, hasta el punto de que perfectamente podría vivir y crear aquí el mismísimo Luigi Serafini, pero no vive aquí ni crea... o el miniaturista loco del manuscrito Voynich –que quizás fuera un ancestro jocosote del brillantísimo orate Serafini–, pero ése ya ni cría malvas... entonces me descabalgo en un bostezo (Hugo me envía un mensaje informándome de su paso por Beleña) y me dejo llevar, como tantas veces...
El Sur no sabe de almendras ni de otros frutos secos (son glamoures que solo tiene el norte), no sabe de las hermosas flores del frío (no las monteras, que ésas son de pensiones y papeleras poéticas... la jodida poesía de la experiencia... jo), no sabe más que de comer cuando se pueda y todo lo que se pueda... y luego a retozar, a follar sin amagos preliminares ni mindundeces caucásicas... el Sur es prolicántropo de noche y gargarón de día, colibrí y desnudado...
Ya llega Hugo y llueve, llueve como una manta mojada y mis zapatos son otra vez de chicle... abrazo al amigo y, después de dejar su maleta en PdT, lo engaño para que dé un paseo conmigo por mi noche tranquila... parece que disfruta a ratos y que a ratos se agota (no en vano le hago subir cuestas y escaleras), pero considero imprescindible que mi amigo tome conmigo las calles que yo piso a diario y sienta su vacío y el mío (no es mi mejor momento para recibir ni para dar, y Hugo lo sabe)... y que le coloco en el hotel a pelo, algo jadeante, para que descanse.
DÍA SEGUNDO. La mañana del sábado sale lindita y la echamos en que Hugo conozca a algunas personas que conforman mi entorno, que platique con Asun, que pise algunos de mis lugares fijos... y algo de comer y de beber... luego visita chula a Luis y Josetxo en un Candelario mortecino (visita hermosa y hasta lírica)... y la tarde termina en cenita de barra y un subidón forzado de azúcar en la sangre junto a un ‘no puedo más’ bien entonado a dúo.
Y otra noche y otro día en el que toman forma en los ojos de Hugo los colegas Gerry, Edu y otros tipos curiosos de mi plaza mayor (small big square)... más carne que sumar a este ‘yo nací bajo su luz fugaz’... y tiempo mezclado entre mi desazón y el relajar de Hugo... todo después de un paseo mimoso hasta el cedro centenario, un logro importante para un urbanita gallego... algo que poner en su currículo con bastardilla.
DÍAS TERCERO Y CUARTO. Y de pronto me apetece explicarle a mi amigo que no he sido casi yo durante estos días porque mi jodida cabeza estaba en otro lugar y con una música rara muy diferente a la que siempre llevé por banda sonora, que no he podido salirme de ese lugar porque ahora no tengo capacidad para lograrlo, pero que he intentado estar a su altura sin conseguirlo, y que la vida es esto y esto y esto, y tampoco está mal conocer a un colega en circunstancias adversas, porque quizás se le conozca así mucho mejor... y eso...
Y empezamos el final de esta rara parranda con Hugo trabajando como uno más en el manipulado de mi imprenta, y que lo hizo con mucha voluntad y buen final (!) para un neófito... luego partido Barça en ‘Bar La Plaza’ con hamburguesa monster y 'Coke zero', un par de pises rápidos y desastre de espera al bus de vuelta (Hugo había leído 10:50 pm donde ponía 11:50 pm y, a mayores, el coche se retraso lo incontable porque una mujer se había caído y habían parado a atenderla), un desastre con fotos divertidas en la ciudad vaciada... y eso... que me siento feliz de haber tenido a Lee Std. a mi lado en estos días difíciles (sacarme sonrisas es ahora complicado y él lo ha logrado).
Chuli.
No lo ha logrado él, lo ha logrado ¡CHUNGOMÁN!
ResponderEliminarY en el reportaje gráfico que acompaña estas preciosas líneas queda constancia de sus múltiples superpoderes: Amenazar a los disminuidos que sugieren que le huelen los pies con su puño de romper nueces (1), invocar con estrépito a los fiambres (de donde proviene toda su fuerza y buena parte de su propulsión a gas)(2), desafiar las leyes de la gravedad sin meter la barriga (3) y cruzar pasos de cebra EN ROJO arrastrándose sobre su superculo de chunguerhéroe.
Te diría que es precioso esto que has escrito, pero es que Chungomán me tiene robado el corazón y 60 euros.
Un abrazo ENORME, Pavesín.