Ir al contenido principal

Daigaku Horiguchi

Es curioso cómo entro y salgo en estados de euforia y decaimiento.
Hoy me ha visitado Fabio para charlar de un proyecto común y me ha dado la sensación de que he estado poco brillante en mi expresión, no como ayer, que lo tenía todo claro e imaginaba un planteamiento mucho más lúdico y cultural del asunto. No ha sido mi mejor día –lo siento, amigo–, pero el asunto es interesante para desarrollarlo sin complicaciones de tipo prosaico.
(22:45 horas) Somos para las hazañas hermosísimas que alguna vez imaginamos, pero tememos su llegada y huimos velozmente hacia la grisura que nos hace seres estáticos y anodinos. Si cada uno tuviéra un rapsoda que cantara su vida, un servidor por admiración y una mucama entregada a su bienestar, todo sería mucho más fácil... y sigo recopilando imágenes de mujeres para seducir a un magro editor y perpetrar un libro repleto de belleza y postración buscada. Me gustaría que fuera rojo intenso.

«Sans cesse à mes côtés s'agite le Démon; / Il nage autour de moi comme un air impalpable; / Je l'avale et le sens qui brûle mon poumon / Et l'emplit d'un désir éternel et coupable. // Parfois il prend, sachant mon grand amour de l'Art, / La forme de la plus séduisante des femmes, / Et, sous de spécieux prétextes de cafard, / Accoutume ma lèvre à des philtres infâmes. // Il me conduit ainsi, loin du regard de Dieu, / Haletant et brisé de fatigue, au milieu / Des plaines de l'Ennui, profondes et désertes, // Et jette dans mes yeux pleins de confusion / Des vêtements souillés, des blessures ouvertes, / Et l'appareil sanglant de la Destruction!»... La destrucción que un día leí sin saber en qué ardía... sólo ese «deseo eterno y culpable» se me quedó grabado como una condición que buscar o encontrarme... y llegó como llega la edad cada mañana, al desperezarte y comenzar el dolor que aparcaste hace unas horas... «un désir éternel et coupable»... Baudelaire otra vez, como siempre, de tarde en tarde, como siempre, esta noche.

Comentarios

  1. A ti lo que te pasa es que eres un infeliz intermitente. Ja, ja, ja. Un abrazo, amigo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj