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Izumi Shikibu Nikki


Otra vez el correo cargado de buenas sorpresas: Un trabajo precioso de mi amigo galo Marceau Vasseur, que en compañía de Miguel Ángel Real ha realizado un trabajo en Francés que bajo el título «Poesie espagnole comtemporaine: des Novisimos a la poesie de l’Experience», recoge a una serie curiosa de poetas españoles –entre los que me encuentro– y aporta algo de obra de cada uno en edición bilingüe –gracias, amigo Marceau por el afecto.

Por otro lado, llega nuevo número de «Milenrama», el diez, con interesantísimas propuestas poéticas de Antonio Colinas –«¿Conocéis el lugar donde van a morir / las arias de Händel? .... Es el lugar donde la luz / llora luz...»–, Anna Ajmátova traducida por Dolores Corzo Moreno, mi Adita Salas –«Han cambiado / las cosas. No hace ruido la noche...»–, Jenaro Talens, Sergiy Zadan o Joaquinito Pérez Azaústre, entre otros. Siempre limpia y cuidada la propuesta «Milenrama», y yo agradecidísimo de ser receptor puntual de su sensibilidad y su poesía.
(16:25 horas) Decía Nietzsche que «Por lo que más se nos castiga es por nuestras virtudes», y decía magníficamente. Si tu virtud es decir lo que sientes y lo que piensas, te machacarán por ello; si tu virtud es la humildad de reconocer tus errores, harán herida de los mismos hasta que no puedan crecerle hermosas postillas; si eres vivamente inteligente y tienes reacciones rápidas y brillantes, te harán silencio; si sabes cómo alimentar al mundo, te matarán de hambre; si triunfas únicamente por tus méritos, conseguirán convencer al mundo de que los méritos son de otros... Y en el entretanto, a callar y a aguantar la expesura política (antaño la política era el reflejo vivo de la moral, y ahora se ha convertido en su contrario), a tolerar que quien dice que te premia y trabaja en tu beneficio pueda arrastrarte, a beber el acíbar que contiene el cántaro de los poderosos para intentar «ser» y «estar» –pero nunca dignamente–. Se elogian como nunca los defectos, se solapan los fallos con sonrisas, se da cobertura a la debilidad subsidiándola y poniendo difícil el camino de los tipos preclaros y bien formados, se da la calidad de nobleza a los más grandes tahúres de la Historia, se ensalza al ladrón y al proxeneta, al asesino frío y al genocida... y se hunde al sincero, al que se hace preguntas cada amanecer, al que no pide más que justicia...
El mundo es un cadáver infecto sin posibilidad de resurrección ni incluso de muerte sobre la muerte.

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