Con el viaje recién cumplido, vuelvo a tomar posesión de mi espacio como con avaricia, porque ya he aprendido que lo que más me gusta es ‘volver’.
Salí tan temprano como se le antojó al despertador del Barça que los Reyes Magos le echaron a Guillermo este año, pues no quiso sonar a la hora prevista y el asunto me torció un poquito el orden de salida. No importó, porque siempre me gusta ir sobrado de tiempo a los sitios y logré despertarme y acicalarme a una hora que no implicaba un retraso importante.
Muerto de sueño, arranqué mi coche a la vez que encendía el primer cigarro del viaje [fue un viaje de humo y soledad acompañado por el último disco de Sylvie Vartan repitiéndose durante 543 kilómetros]. Y amaneció en Sevilla con la jodida incertidumbre de si tenía que pillar la salida hacia Granada o la que indicaba dirección a Córdoba. Escogí bien [la de Granada], pero no estuve seguro hasta que me detuve en una gasolinera cercana a Estepa. Desde allí, camino franco hasta el hotel HUSA de Lucena, donde tenía reserva.
Alojado y aseadito, abracé a Morante delante de un café y, un poquito más tarde, hice lo propio con Joan Margarit, que acababa de llegar desde Granada, donde había participado en un acto poético [encantador el tipo, aunque aún no tenía yo pillada la medida de su encanto]… Y luego José Pedro, profe del IES Miguel de Cervantes y El incorruptible Lara Cantizani con su ‘luc metromesoitaliano’, su constante disposición a recibir magníficamente a sus invitados y su carita de concejal de cultura encinta de pillar acta [un cielo de tío siempre]… Desplazamiento al IES M. De C., presentaciones de rigor, risas, charla y de cabeza al acto literario en el que interveníamos Morante y el que suscribe [nos presentó Lara y marchó con Joan a otro acto en el que intervendrían ambos en un centro educativo cercano]. Los chavales, un centenar, de edades que rondaban entre los 13 y los 15 años, tuvieron con nosotros un comportamiento modélico en el que no faltaron la atención y la participación [dos horas seguidas aguantando las miserias de un par de poetas es para nota, y ellos aguantaron y hasta me dio la impresión de que se divirtieron]. Un once para ellos y para sus profes, que estuvieron presentes durante el acto [entre ellos estaba el poeta Antonio Llamas, un tipo majo al que espero leer pronto, pues me ha prometido próximo envío de libros].
Comida rechula con todo el personal [se unieron a los antedichos mi querido amigo Pepe Rodríguez –socialista de los buenos sin sombras y en la penumbra ahora–, un par de profes del centro donde intervino Joan y la hermosa consorte de Cantizani –pletórica y brillante… feliz–] y una sobremesa de las de guardar en los anales de las sobremesas.
Ahí empecé a notar el valor inmenso de Joan, su magisterio y su ironía. Intercambiamos anécdotas, nos contamos chascarrillos y tocamos algunos temas sobre la memoria y la literatura, temas en los que coincidíamos tanto como en el gusto por la poesía que dice y no oculta. Auténtico magisterio para mi suerte eterna.
Feliz fue también escuchar a Antonio Llamas, más parco en palabras que Joan, pero muy atinado en sus comentarios y con un gusto poético bastante elaborado a base de lecturas muy bien escogidas [me pareció un tipo muy interesante por sus comentarios, sus formas y el buen rollo que emanaba… me queda leer su poesía], así como la presencia atenta de José Pedro.
Matamos la sobremesa a eso de las 5,30 p.m. y Lara nos regaló un par de horas de descanso que yo aproveché para pasear a solas la ciudad, volver a ver [a medias, porque andan restaurándola] la abigarrada capilla rococó (¿) de la iglesia de Lucena, visitar la plaza de “Los padres maristas (salidos)” [de la que conservo una entrañable fotografía que me hice en ella hace un par de años con Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño] y descubrir asombrado una suerte de piedra roja que decora los edificios antiguos lucentinos y que está llena de grandes y bellísimos fósiles.
A eso de las 7:30 p.m. nos reagrupamos en el patio porticado del hotel HUSA Santo Domingo y allí creció aún más mi estimación hacia Joan, pues la conversación trajo dos o tres temas en los que su valoración fue magnífica [ya los iré comentando con el reposo de los días]. Además hicimos intercambio de libros y me regaló su “Casa de misericordia” [lo leí como un poseso nada más llegar a mi estudio, justo antes de escribir estas líneas, y es un golpe brutal en la afirmación de lo que yo entiendo como ‘poesía de verdad’…”…Y todos los lugares son la muerte.”]: Me dedicó el libro con estas palabras: “Esta Casa de misericordia es para mi amigo Luis Felipe. Ojalá en su ‘mundo –habitable imperfecto–’ encuentre amparo en uno solo de estos poemas. Con la admiración y el afecto de su Joan Margarit. Lucena,8 – VI – 2007”… Y, coño, claro, joder, Joan… he encontrado amparo en cada una de sus páginas, incluyendo el redondo sonido musical del catalán [“…M’invento cap a on vaig, i en la vorera, / davant la casa, escolto: com un gos, / la mort està gratant rere la porta”]. Mil gracias.
Y para sumar tiempo llenito de lectura potente y primorosa, Morante me hizo entrega de un presente especial al que tenía unas ganas enormes de hincarle el diente desde hace ya unos meses, el diario completo de Zenobia Camprubí, desde 1939 hasta 1956, en tres gruesos volúmenes editados por ‘Alianza Literaria / La Editorial, Universidad de Puerto Rico’… y Lara Cantizani se presentó con los cuatro volúmenes que ha editado en su colección Cosmopoética [bilingües todos]: “Qué es poesía?”, de Lawrence Ferlinghetti con traducción de Jesús Aguado; “Vigía de largas distancias”, de Shlomo Avayou y traducción de Joan Margarit; “Cosecha de ángeles”, de Ana Blandiana y traducción de Rafael Pisot y Juan Vicente Piqueras, y “Las extremidades frágiles”, de Gaia Danese y traducción de Juan Carlos Reche Cala… y si no fuera sufiente, el mismo Lara me regaló “El invernadero de la nieve”, editado en DVD Ediciones, con el que ganó en el certamen ‘Ciudad de Burgos’.
Muchos y buenísimos días de lectura me esperan.
Gracias a todos por la generosidad y prometo cumplir anotando mis impresiones aquí de cada uno de estos libros.
Hecho el cambio de cromos, salimos hacia Cabra para acompañar a Joan, que era el encargado de cerrar el curso de uno de los institutos de ese pueblo ofreciendo un recital [se sumó al viaje Jacob Lorenzo].
El panorama en Cabra era más de boda o bautizo que de espíritu poético, pero un buen poeta se crece ante las dificultades, y Joan demostró allí el pedazo de poeta que es. Su recital fue impresionante, sobrecogedor a veces, imbuido de tristeza a ratos, lleno de la pesada razón/sinrazón de la memoria siempre [llegó a erizarme en un par de poemas que me trajeron a la memoria a mi abuelo Felipe y a mi abuela Antonia y me hizo llorar con uno de los dedicados a Joana]. El temblor me duró bastante tiempo después del recitado, y fue la voz dura y perfectamente trabajada, junto a la enorme calidad de Joan como rapsoda, lo que me llevó a tal estado. Fue entonces cuando algo se abrió definitivamente dentro de mi estómago y acogió a Joan como algo propio, como a mi hermana o a mi padre o a mis hijos… sucedió y ahí está ya para siempre [para mi siempre].
Terminado el momento más emotivo de todos los que se acumularon en este viaje y en mi cabeza, nos acercamos al ágape, tomamos unas cervecitas, picamos y departimos con el personal. Ya mediocomidos y mediobebidos volvimos a Lucena para llevar a Joan al hotel, pues habría de viajar temprano al día siguente hacia Barcelona.
Nos despedimos con un abrazo fuerte y con la sensación preclara de que allí había un lazo en el que seguir creciendo.
Acomodado el maestro, nos fuimos con Jacob a disfrutar la noche de viernes lucentina, con sus miradas brujas, con sus pechos de arena fina y suave, con el ardor nadando entre piernas vestales, con su alcohol y su dosis de sensual belleza, con su lumpen de pueblo, con su mezcal hispano… conocimos a una peña rejoven y lo pasamos chuli, pues Jacob es un punto filipino además de poeta [¿en ciernes?… No, un poeta], charlamos con la cantante pop más de moda en la tierra cordobesa [Marián] y con el futbolista joven de más trayectoria en esos campos de olivos alineados como un ejército [jugará en el Barça pronto, ya lo veo].
Dormir y volver a viajar.
Volver.
Joan, mientras desayunaba en una ortopédica área de servicio, ya de camino a casa escribí este poema tan lleno de resaca como mi cuerpo entero:
JOAN MARGARIT RECITA MIENTRAS LE SOBREVUELAN TRES MURCIÉLAGOS
Cada una de mis mentiras
se me queda en el rostro dibujada…
las verdades también,
y me hacen viejo…
Entonces, sabio Joan,
la realidad da un paso
y se adelanta, sin más,
a lo pensado
porque vive en mi gestos
aún antes de la idea.
Tú brotabas veloz,
con ese vigor raro
de los que ya han sufrido,
nombrando cada letra
de la palabra ‘rabia’…
Yo miraba mi sombra
–que es todo lo que soy–
llena de vanidad, pero vacía,
y extendía mi mano
buscando caridad en tu talento.
Bajó el primer murciélago y me dijo:
“No es caridad, Felipe,
es justicia”.
Y quise ser el muerto.
Mirando mi intención,
bajó el segundo
agitando su vuelo hasta mi oído:
“Busca la simetría del dolor…
es sorprendente”.
Y decidí seguir hasta ahora mismo.
El tercero quedó sobre tus labios
para gritar contigo aquella arenga:
“Entender te redime”.
Ahora bebo deprisa,
porque se acaba el tiempo
de una sed que no tendremos.
* Lou Reed lee el poema 'Primer Amor / Joventut procaç' de Joan Margarit
Salí tan temprano como se le antojó al despertador del Barça que los Reyes Magos le echaron a Guillermo este año, pues no quiso sonar a la hora prevista y el asunto me torció un poquito el orden de salida. No importó, porque siempre me gusta ir sobrado de tiempo a los sitios y logré despertarme y acicalarme a una hora que no implicaba un retraso importante.
Muerto de sueño, arranqué mi coche a la vez que encendía el primer cigarro del viaje [fue un viaje de humo y soledad acompañado por el último disco de Sylvie Vartan repitiéndose durante 543 kilómetros]. Y amaneció en Sevilla con la jodida incertidumbre de si tenía que pillar la salida hacia Granada o la que indicaba dirección a Córdoba. Escogí bien [la de Granada], pero no estuve seguro hasta que me detuve en una gasolinera cercana a Estepa. Desde allí, camino franco hasta el hotel HUSA de Lucena, donde tenía reserva.
Alojado y aseadito, abracé a Morante delante de un café y, un poquito más tarde, hice lo propio con Joan Margarit, que acababa de llegar desde Granada, donde había participado en un acto poético [encantador el tipo, aunque aún no tenía yo pillada la medida de su encanto]… Y luego José Pedro, profe del IES Miguel de Cervantes y El incorruptible Lara Cantizani con su ‘luc metromesoitaliano’, su constante disposición a recibir magníficamente a sus invitados y su carita de concejal de cultura encinta de pillar acta [un cielo de tío siempre]… Desplazamiento al IES M. De C., presentaciones de rigor, risas, charla y de cabeza al acto literario en el que interveníamos Morante y el que suscribe [nos presentó Lara y marchó con Joan a otro acto en el que intervendrían ambos en un centro educativo cercano]. Los chavales, un centenar, de edades que rondaban entre los 13 y los 15 años, tuvieron con nosotros un comportamiento modélico en el que no faltaron la atención y la participación [dos horas seguidas aguantando las miserias de un par de poetas es para nota, y ellos aguantaron y hasta me dio la impresión de que se divirtieron]. Un once para ellos y para sus profes, que estuvieron presentes durante el acto [entre ellos estaba el poeta Antonio Llamas, un tipo majo al que espero leer pronto, pues me ha prometido próximo envío de libros].
Comida rechula con todo el personal [se unieron a los antedichos mi querido amigo Pepe Rodríguez –socialista de los buenos sin sombras y en la penumbra ahora–, un par de profes del centro donde intervino Joan y la hermosa consorte de Cantizani –pletórica y brillante… feliz–] y una sobremesa de las de guardar en los anales de las sobremesas.
Ahí empecé a notar el valor inmenso de Joan, su magisterio y su ironía. Intercambiamos anécdotas, nos contamos chascarrillos y tocamos algunos temas sobre la memoria y la literatura, temas en los que coincidíamos tanto como en el gusto por la poesía que dice y no oculta. Auténtico magisterio para mi suerte eterna.
Feliz fue también escuchar a Antonio Llamas, más parco en palabras que Joan, pero muy atinado en sus comentarios y con un gusto poético bastante elaborado a base de lecturas muy bien escogidas [me pareció un tipo muy interesante por sus comentarios, sus formas y el buen rollo que emanaba… me queda leer su poesía], así como la presencia atenta de José Pedro.
Matamos la sobremesa a eso de las 5,30 p.m. y Lara nos regaló un par de horas de descanso que yo aproveché para pasear a solas la ciudad, volver a ver [a medias, porque andan restaurándola] la abigarrada capilla rococó (¿) de la iglesia de Lucena, visitar la plaza de “Los padres maristas (salidos)” [de la que conservo una entrañable fotografía que me hice en ella hace un par de años con Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño] y descubrir asombrado una suerte de piedra roja que decora los edificios antiguos lucentinos y que está llena de grandes y bellísimos fósiles.
A eso de las 7:30 p.m. nos reagrupamos en el patio porticado del hotel HUSA Santo Domingo y allí creció aún más mi estimación hacia Joan, pues la conversación trajo dos o tres temas en los que su valoración fue magnífica [ya los iré comentando con el reposo de los días]. Además hicimos intercambio de libros y me regaló su “Casa de misericordia” [lo leí como un poseso nada más llegar a mi estudio, justo antes de escribir estas líneas, y es un golpe brutal en la afirmación de lo que yo entiendo como ‘poesía de verdad’…”…Y todos los lugares son la muerte.”]: Me dedicó el libro con estas palabras: “Esta Casa de misericordia es para mi amigo Luis Felipe. Ojalá en su ‘mundo –habitable imperfecto–’ encuentre amparo en uno solo de estos poemas. Con la admiración y el afecto de su Joan Margarit. Lucena,8 – VI – 2007”… Y, coño, claro, joder, Joan… he encontrado amparo en cada una de sus páginas, incluyendo el redondo sonido musical del catalán [“…M’invento cap a on vaig, i en la vorera, / davant la casa, escolto: com un gos, / la mort està gratant rere la porta”]. Mil gracias.
Y para sumar tiempo llenito de lectura potente y primorosa, Morante me hizo entrega de un presente especial al que tenía unas ganas enormes de hincarle el diente desde hace ya unos meses, el diario completo de Zenobia Camprubí, desde 1939 hasta 1956, en tres gruesos volúmenes editados por ‘Alianza Literaria / La Editorial, Universidad de Puerto Rico’… y Lara Cantizani se presentó con los cuatro volúmenes que ha editado en su colección Cosmopoética [bilingües todos]: “Qué es poesía?”, de Lawrence Ferlinghetti con traducción de Jesús Aguado; “Vigía de largas distancias”, de Shlomo Avayou y traducción de Joan Margarit; “Cosecha de ángeles”, de Ana Blandiana y traducción de Rafael Pisot y Juan Vicente Piqueras, y “Las extremidades frágiles”, de Gaia Danese y traducción de Juan Carlos Reche Cala… y si no fuera sufiente, el mismo Lara me regaló “El invernadero de la nieve”, editado en DVD Ediciones, con el que ganó en el certamen ‘Ciudad de Burgos’.
Muchos y buenísimos días de lectura me esperan.
Gracias a todos por la generosidad y prometo cumplir anotando mis impresiones aquí de cada uno de estos libros.
Hecho el cambio de cromos, salimos hacia Cabra para acompañar a Joan, que era el encargado de cerrar el curso de uno de los institutos de ese pueblo ofreciendo un recital [se sumó al viaje Jacob Lorenzo].
El panorama en Cabra era más de boda o bautizo que de espíritu poético, pero un buen poeta se crece ante las dificultades, y Joan demostró allí el pedazo de poeta que es. Su recital fue impresionante, sobrecogedor a veces, imbuido de tristeza a ratos, lleno de la pesada razón/sinrazón de la memoria siempre [llegó a erizarme en un par de poemas que me trajeron a la memoria a mi abuelo Felipe y a mi abuela Antonia y me hizo llorar con uno de los dedicados a Joana]. El temblor me duró bastante tiempo después del recitado, y fue la voz dura y perfectamente trabajada, junto a la enorme calidad de Joan como rapsoda, lo que me llevó a tal estado. Fue entonces cuando algo se abrió definitivamente dentro de mi estómago y acogió a Joan como algo propio, como a mi hermana o a mi padre o a mis hijos… sucedió y ahí está ya para siempre [para mi siempre].
Terminado el momento más emotivo de todos los que se acumularon en este viaje y en mi cabeza, nos acercamos al ágape, tomamos unas cervecitas, picamos y departimos con el personal. Ya mediocomidos y mediobebidos volvimos a Lucena para llevar a Joan al hotel, pues habría de viajar temprano al día siguente hacia Barcelona.
Nos despedimos con un abrazo fuerte y con la sensación preclara de que allí había un lazo en el que seguir creciendo.
Acomodado el maestro, nos fuimos con Jacob a disfrutar la noche de viernes lucentina, con sus miradas brujas, con sus pechos de arena fina y suave, con el ardor nadando entre piernas vestales, con su alcohol y su dosis de sensual belleza, con su lumpen de pueblo, con su mezcal hispano… conocimos a una peña rejoven y lo pasamos chuli, pues Jacob es un punto filipino además de poeta [¿en ciernes?… No, un poeta], charlamos con la cantante pop más de moda en la tierra cordobesa [Marián] y con el futbolista joven de más trayectoria en esos campos de olivos alineados como un ejército [jugará en el Barça pronto, ya lo veo].
Dormir y volver a viajar.
Volver.
Joan, mientras desayunaba en una ortopédica área de servicio, ya de camino a casa escribí este poema tan lleno de resaca como mi cuerpo entero:
JOAN MARGARIT RECITA MIENTRAS LE SOBREVUELAN TRES MURCIÉLAGOS
Cada una de mis mentiras
se me queda en el rostro dibujada…
las verdades también,
y me hacen viejo…
Entonces, sabio Joan,
la realidad da un paso
y se adelanta, sin más,
a lo pensado
porque vive en mi gestos
aún antes de la idea.
Tú brotabas veloz,
con ese vigor raro
de los que ya han sufrido,
nombrando cada letra
de la palabra ‘rabia’…
Yo miraba mi sombra
–que es todo lo que soy–
llena de vanidad, pero vacía,
y extendía mi mano
buscando caridad en tu talento.
Bajó el primer murciélago y me dijo:
“No es caridad, Felipe,
es justicia”.
Y quise ser el muerto.
Mirando mi intención,
bajó el segundo
agitando su vuelo hasta mi oído:
“Busca la simetría del dolor…
es sorprendente”.
Y decidí seguir hasta ahora mismo.
El tercero quedó sobre tus labios
para gritar contigo aquella arenga:
“Entender te redime”.
Ahora bebo deprisa,
porque se acaba el tiempo
de una sed que no tendremos.
* Lou Reed lee el poema 'Primer Amor / Joventut procaç' de Joan Margarit
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Estoy deseando comprar algo de Margarit
ResponderEliminar¿Es la Anderson la que termina el poema?
Gracias por volver
Hala