Estoy hilvanando mi intervención en el IES Miguel de Cervantes, de Lucena, para el próximo día ocho y, repasando mis últimos poemas escritos [“Galería de profesores estrafalarios”], caigo en la cuenta de lo que le debo –para bien y para mal– a esos tipos que tuvieron que aguantarme a mí y a mis compañeros de estudios durante un buen puñado de cursos. Le daré hoy un repaso al recuerdo.
• Don Sabino [cura salesiano (+)]: Era el pavor absoluto mientras impartía su asignatura de Lengua o en las jodidas clases de canto que se desarrollaban en el tétrico coro de la iglesia del centro escolar. Se ponía rojo de ira ante un pequeño fallo o un gallito soltado en el ‘Dios te salve…’, se le inflamaba una vena en el cuello y te daba de comulgar unas hostias a mano abierta que te dejaban su mano marcada en el rostro durante un par de horas. No me enseñó nada útil, porque el miedo que le profesé se extendió en mí para joderme muchas noches y algunas madrugadas.
A veces sueño con su cara de torturador y me recorre un sudor frío.
• Don Jesús de Miguel [cura salesiano]: Simpático en lo bueno y absolutamente puñetero en lo malo, tenía una regla de madera rotulada con el lema ‘La Dolorosa’. Con ella en su mano nos preguntaba las lecciones del día y cada fallo lo castigaba con un golpe de Dolorosa en los papillos de la mano derecha. Dolía de cojones.
Me enseñó a llevar mis trabajos al día. Era imprescindible para no perder sensibilidad en el tacto.
• Don Constantino Barroso [profesor de Física y Química en el Instituto Ramón Olleros]: Inteligente, perfecto como profesor tanto en el aula como en la calle, rígido y a la vez entrañable. Nunca me suspendió aunque me lo mereciese porque decía que tenía raza, pero que estaba enamoriscado y él sabía lo que era eso. Yo respondía a sus charlas mejorando mi rendimiento.
Un tipo importante en mi vida. Gracias donde estés.
• Don Tomás [profesor de Matemáticas en el Instituto Ramón Olleros]: Le pillé ya mayor y fue una lástima. Era la paz y la sabiduría y nunca conseguimos amargarle, aunque hicimos todo lo posible porque era muy blando en lo tocante a la disciplina.
Aprendí con él que hay que tener calma y sonreír. Un tipo especial.
• Don Jesús de la Gándara [profesor de Lengua y Literatura en el Instituto Ramón Olleros]: Mordaz, inteligentísimo, severo y de gran personalidad… un ‘señor’ de la docencia. Daba lecciones magistrales cuando tenía el día inspirado.
Aprendí con él que hay que respetar la inteligencia por encima de la acumulación de conocimientos.
Me gustaría charlar con él ahora, delante de un café, sobre la vida y la muerte.
• Don Heliodoro [profesor de Química en el Instituto Ramón Olleros]: Un auténtico desastre que se llegaba a salvar con su natural simpatía. No tenía ni puñetera idea de su asignatura, pero sus clases eran realmente agradables. Era buena gente, pero patentizaba demasiado sus carencias con unas ridículas dosis de autosuficiencia.
Todos éramos conscientes de su pose y le seguíamos el rollo.
Con él aprendí poca química, pero no importó demasiado.
• Don Ciriaco de Andrés [Director de los Salesianos. Cura de los de sotana y abrigón]: Bajito y rechoncho, siempre con una sonrisa en la boca, resultaba sospechosamente amable. Nunca me fie de su cercanía y no me gustaba nada que me obligase a besar su mano. Es la imagen de otro tiempo en mi memoria, pues siempre que retorno a aquellos años aparece él [Fofo, le llamábamos los críos] queriendo darme un caramelo.
Pavor eterno.
• Don Mariano [seglar en los Salesianos]: Me enseñó a sumar, a restar y a multiplicar. Era especialista en el estiramiento de patilla con tortazo en la caída.
No tengo mal recuerdo de él, aunque como fijación me queda que llevaba siempre una bata azulona manchada de polvo de tiza.
• Don Pedro Fermosell [cura salesiano]. Gracias a él me enganché decididamente al baloncesto. Era cercano, como un chaval más, y nos hablaba de cosas que nos interesaban en aquellos días.
De él aprendí la pasión por las cosas pequeñas y la importancia del grupo sobre el individuo [las cosas han cambiado mucho desde entonces].
• El profesor Galán [mi profesor de Genética en la Universidad de Salamanca]: Sin duda fue el profesor que más me impactó. No le daba importancia a los conocimientos que debía prestarnos, sino que se preocupaba sobremanera por las relaciones humanas. Fue ejemplo para mí, y lo sigue siendo.
Un hombre íntegro.
• La Beato [profesora de Citología e Histología en la Universidad de Salamanca]: No recuerdo su nombre, aunque creo que era Teresa. Esta mujer suponía para mí todo lo contrario a lo que yo suponía como un buen maestro: Rescocida, vengativa, insolente y arbitraria. Siempre me dio la impresión de que era una mujer reprimida.
Me decía con cara de perro que yo tenía complejo de líder y que ella se encargaría de quitármelo.
• Don Roldán [profesor de Gimnasia en los Salesianos]: Era un auténtico Maciste al que siempre admiré como deportista… también como bruto simpático.
Me hizo andar en cuclillas mil veces el jodido pórtico del cole. No le guardo rencor.
• Don José Luis Majada [cura y profesor de religión en el Instituto Ramón Olleros]: A él le debo el haberme dedicado al arte poética, aunque siempre se mostró conmigo arisco y maleducado. Jamás entendí su carácter, pero uno de sus libros, “Centauros”, me tocó el alma con fuerza.
Guardo sentimientos encontrados hacia él.
• Don Eduardo Arista [profesor de Matemáticas en el Instituto Ramón Olleros]: Magnífico, ingenioso, preclaro, distante a veces y siempre brillantísimo.
Es uno de los tipos que llevo en corazón siempre a pesar de que nunca tuvimos mucho roce. Le admiraba.
• Doña Áquel –Ángeles– [profesora de Francés en el Instituto Ramón Olleros]: Fue la pasión de casi todos los chavales de aquellos años bejaranos, nos volvía locos. Sus clases se llenaban de gente y ella se moría de vergüenza. La guardo en un rinconcito muy especial.
• Don Víctor Lobo [cura salesiano y profesor de Matemáticas]: Era el miedo, aunque los chavales aprendíamos lo que se propusiera. Fue especialista en capones con el dedo corazón saliente y en coscorrones imprevistos.
•••
A todos ellos les he escrito un poema –es mi último trabajo poético hasta el día de hoy– y pienso seguir con los demás profes que me quedan, que son bastantes, hasta completar un libro.
GALERÍA DE PROFESORES ESTRAFALARIOS
[Fueron muchos… y a ninguno hice caso]
*Poemario inacabado y en proceso.
Destruye lo que eres
y añora lo que fuiste...
Y no busques consuelo,
que consolarse
es el triste recurso del vencido.
DON SABINO
La memoria es un vasto reflejo,
unas gafas
y un resto de ese olor a calamina quemada
que sirvió en otro tiempo
para armar el futuro.
Entonces
cada virtud alimentaba un defecto
y cada herida
una daga con la que sanar.
La libertad de todos
se supo concretar
en la dura prisión de cada uno.
DON JESÚS DE MIGUEL
El idioma –decía–
tiene graves consecuencias
en tu forma de ser imbécil.
Y yo hablaba un francés
de medio pelo
para esconder mi mal
y su miseria.
Aprendí a construir
entre un miedo feroz
y eternos silencios
una suerte de imperio
para nada.
DON CONSTANTINO BARROSO
[Mira el silencio de las fotografías,
es tan parecido al silencio de los muertos.]
La física es tu entorno
y la química el resto de un orden que no entiendes.
Siente amor
y obtendrás los resortes
que tocan a la alquimia.
Busca dolor
y un espanto de hormonas
te dará el resultado.
Teme
y hallarás completada
tu formación como hombre...
Escribir es vulgar.
¿Por qué no piensas?
DON TOMÁS
Los números
son una hermosa retórica
para la sumisión.
Toléralos con cierta dosis de olvido.
Camina y siente,
pues la ignorancia
del que no espera amor
no puede evitar
que el amor suceda.
DON HELIODORO
Déjate seducir,
guarda silencio
y busca en tu camino
una sola muerte,
que tu reino
tampoco es de otro mundo.
DON JESÚS DE LA GÁNDARA
Sólo tu colchón
conoce el peso de tus sueños.
DON CIRIACO DE ANDRÉS PEÑA
Todo lo que en ti sea noble
acabará por desprenderse.
No te esfuerces en la candidez,
trafica con los sentimientos
de los demás
y apura el cáliz
que te ha sido dado.
Seduce
y sé decadente,
que el triunfo
es la tristeza de mañana.
DON MARIANO
Aprende a apreciar cómo camina
la sombra de los árboles
y si no quieres días amargos
jamás te aferres al recuerdo...
Y sé impreciso
como estrategia de resistencia
contra la precisión
de la muerte.
DON PEDRO FERMOSEL
Espera y tendrás todo:
Serás tierra.
EL PROFESOR GALÁN
Los ojos nos sujetan a las sombras
e indican el espacio
que vamos a ocupar en un instante...
No tienen vida propia,
pero arman el deseo y su poesía.
LA BEATO
Mira bien a tu sombra
y te acostumbrarás a la muerte.
Ambas comparten los mismos matices.
DON ROLDÁN
No mueras contra tu voluntad,
ni vivas cualquier necesidad
como una estética...
porque serás fracaso.
Lo que vas a pensar
ya está vencido
y tu más terrible enfermedad
es el consentimiento.
Formula un desafío
y déjalo morir,
porque la inspiración nace
de la vanidad y va hacia ella.
DON JOSÉ LUIS MAJADA
Siente recelos del alba
porque en su principio
contiene la noche
en la que ha de morir.
DON EDUARDO ARISTA
Dudar
te hará crecer
como crecen las sombras.
Dios es eficaz porque no existe.
DOÑA ÁQUEL
Palabras
sin una boca
que echarse a la boca.
Estar justo detrás
de lo que sucede
es sólo mirar la vida,
no vivirla.
DON VÍCTOR LOBO
A veces me pregunto
cómo será el horizonte
del infinito
y temo que no exista
un lugar de silencio
para ser mancillado
por unos pies
o un pensamiento firme
Entonces me desdoblo
y discuto conmigo
hasta errar
y distanciarme.
Al cabo me consuelo,
pues lo que no une la razón
lo deja atado el tiempo.
• Don Sabino [cura salesiano (+)]: Era el pavor absoluto mientras impartía su asignatura de Lengua o en las jodidas clases de canto que se desarrollaban en el tétrico coro de la iglesia del centro escolar. Se ponía rojo de ira ante un pequeño fallo o un gallito soltado en el ‘Dios te salve…’, se le inflamaba una vena en el cuello y te daba de comulgar unas hostias a mano abierta que te dejaban su mano marcada en el rostro durante un par de horas. No me enseñó nada útil, porque el miedo que le profesé se extendió en mí para joderme muchas noches y algunas madrugadas.
A veces sueño con su cara de torturador y me recorre un sudor frío.
• Don Jesús de Miguel [cura salesiano]: Simpático en lo bueno y absolutamente puñetero en lo malo, tenía una regla de madera rotulada con el lema ‘La Dolorosa’. Con ella en su mano nos preguntaba las lecciones del día y cada fallo lo castigaba con un golpe de Dolorosa en los papillos de la mano derecha. Dolía de cojones.
Me enseñó a llevar mis trabajos al día. Era imprescindible para no perder sensibilidad en el tacto.
• Don Constantino Barroso [profesor de Física y Química en el Instituto Ramón Olleros]: Inteligente, perfecto como profesor tanto en el aula como en la calle, rígido y a la vez entrañable. Nunca me suspendió aunque me lo mereciese porque decía que tenía raza, pero que estaba enamoriscado y él sabía lo que era eso. Yo respondía a sus charlas mejorando mi rendimiento.
Un tipo importante en mi vida. Gracias donde estés.
• Don Tomás [profesor de Matemáticas en el Instituto Ramón Olleros]: Le pillé ya mayor y fue una lástima. Era la paz y la sabiduría y nunca conseguimos amargarle, aunque hicimos todo lo posible porque era muy blando en lo tocante a la disciplina.
Aprendí con él que hay que tener calma y sonreír. Un tipo especial.
• Don Jesús de la Gándara [profesor de Lengua y Literatura en el Instituto Ramón Olleros]: Mordaz, inteligentísimo, severo y de gran personalidad… un ‘señor’ de la docencia. Daba lecciones magistrales cuando tenía el día inspirado.
Aprendí con él que hay que respetar la inteligencia por encima de la acumulación de conocimientos.
Me gustaría charlar con él ahora, delante de un café, sobre la vida y la muerte.
• Don Heliodoro [profesor de Química en el Instituto Ramón Olleros]: Un auténtico desastre que se llegaba a salvar con su natural simpatía. No tenía ni puñetera idea de su asignatura, pero sus clases eran realmente agradables. Era buena gente, pero patentizaba demasiado sus carencias con unas ridículas dosis de autosuficiencia.
Todos éramos conscientes de su pose y le seguíamos el rollo.
Con él aprendí poca química, pero no importó demasiado.
• Don Ciriaco de Andrés [Director de los Salesianos. Cura de los de sotana y abrigón]: Bajito y rechoncho, siempre con una sonrisa en la boca, resultaba sospechosamente amable. Nunca me fie de su cercanía y no me gustaba nada que me obligase a besar su mano. Es la imagen de otro tiempo en mi memoria, pues siempre que retorno a aquellos años aparece él [Fofo, le llamábamos los críos] queriendo darme un caramelo.
Pavor eterno.
• Don Mariano [seglar en los Salesianos]: Me enseñó a sumar, a restar y a multiplicar. Era especialista en el estiramiento de patilla con tortazo en la caída.
No tengo mal recuerdo de él, aunque como fijación me queda que llevaba siempre una bata azulona manchada de polvo de tiza.
• Don Pedro Fermosell [cura salesiano]. Gracias a él me enganché decididamente al baloncesto. Era cercano, como un chaval más, y nos hablaba de cosas que nos interesaban en aquellos días.
De él aprendí la pasión por las cosas pequeñas y la importancia del grupo sobre el individuo [las cosas han cambiado mucho desde entonces].
• El profesor Galán [mi profesor de Genética en la Universidad de Salamanca]: Sin duda fue el profesor que más me impactó. No le daba importancia a los conocimientos que debía prestarnos, sino que se preocupaba sobremanera por las relaciones humanas. Fue ejemplo para mí, y lo sigue siendo.
Un hombre íntegro.
• La Beato [profesora de Citología e Histología en la Universidad de Salamanca]: No recuerdo su nombre, aunque creo que era Teresa. Esta mujer suponía para mí todo lo contrario a lo que yo suponía como un buen maestro: Rescocida, vengativa, insolente y arbitraria. Siempre me dio la impresión de que era una mujer reprimida.
Me decía con cara de perro que yo tenía complejo de líder y que ella se encargaría de quitármelo.
• Don Roldán [profesor de Gimnasia en los Salesianos]: Era un auténtico Maciste al que siempre admiré como deportista… también como bruto simpático.
Me hizo andar en cuclillas mil veces el jodido pórtico del cole. No le guardo rencor.
• Don José Luis Majada [cura y profesor de religión en el Instituto Ramón Olleros]: A él le debo el haberme dedicado al arte poética, aunque siempre se mostró conmigo arisco y maleducado. Jamás entendí su carácter, pero uno de sus libros, “Centauros”, me tocó el alma con fuerza.
Guardo sentimientos encontrados hacia él.
• Don Eduardo Arista [profesor de Matemáticas en el Instituto Ramón Olleros]: Magnífico, ingenioso, preclaro, distante a veces y siempre brillantísimo.
Es uno de los tipos que llevo en corazón siempre a pesar de que nunca tuvimos mucho roce. Le admiraba.
• Doña Áquel –Ángeles– [profesora de Francés en el Instituto Ramón Olleros]: Fue la pasión de casi todos los chavales de aquellos años bejaranos, nos volvía locos. Sus clases se llenaban de gente y ella se moría de vergüenza. La guardo en un rinconcito muy especial.
• Don Víctor Lobo [cura salesiano y profesor de Matemáticas]: Era el miedo, aunque los chavales aprendíamos lo que se propusiera. Fue especialista en capones con el dedo corazón saliente y en coscorrones imprevistos.
•••
A todos ellos les he escrito un poema –es mi último trabajo poético hasta el día de hoy– y pienso seguir con los demás profes que me quedan, que son bastantes, hasta completar un libro.
GALERÍA DE PROFESORES ESTRAFALARIOS
[Fueron muchos… y a ninguno hice caso]
*Poemario inacabado y en proceso.
Destruye lo que eres
y añora lo que fuiste...
Y no busques consuelo,
que consolarse
es el triste recurso del vencido.
DON SABINO
La memoria es un vasto reflejo,
unas gafas
y un resto de ese olor a calamina quemada
que sirvió en otro tiempo
para armar el futuro.
Entonces
cada virtud alimentaba un defecto
y cada herida
una daga con la que sanar.
La libertad de todos
se supo concretar
en la dura prisión de cada uno.
DON JESÚS DE MIGUEL
El idioma –decía–
tiene graves consecuencias
en tu forma de ser imbécil.
Y yo hablaba un francés
de medio pelo
para esconder mi mal
y su miseria.
Aprendí a construir
entre un miedo feroz
y eternos silencios
una suerte de imperio
para nada.
DON CONSTANTINO BARROSO
[Mira el silencio de las fotografías,
es tan parecido al silencio de los muertos.]
La física es tu entorno
y la química el resto de un orden que no entiendes.
Siente amor
y obtendrás los resortes
que tocan a la alquimia.
Busca dolor
y un espanto de hormonas
te dará el resultado.
Teme
y hallarás completada
tu formación como hombre...
Escribir es vulgar.
¿Por qué no piensas?
DON TOMÁS
Los números
son una hermosa retórica
para la sumisión.
Toléralos con cierta dosis de olvido.
Camina y siente,
pues la ignorancia
del que no espera amor
no puede evitar
que el amor suceda.
DON HELIODORO
Déjate seducir,
guarda silencio
y busca en tu camino
una sola muerte,
que tu reino
tampoco es de otro mundo.
DON JESÚS DE LA GÁNDARA
Sólo tu colchón
conoce el peso de tus sueños.
DON CIRIACO DE ANDRÉS PEÑA
Todo lo que en ti sea noble
acabará por desprenderse.
No te esfuerces en la candidez,
trafica con los sentimientos
de los demás
y apura el cáliz
que te ha sido dado.
Seduce
y sé decadente,
que el triunfo
es la tristeza de mañana.
DON MARIANO
Aprende a apreciar cómo camina
la sombra de los árboles
y si no quieres días amargos
jamás te aferres al recuerdo...
Y sé impreciso
como estrategia de resistencia
contra la precisión
de la muerte.
DON PEDRO FERMOSEL
Espera y tendrás todo:
Serás tierra.
EL PROFESOR GALÁN
Los ojos nos sujetan a las sombras
e indican el espacio
que vamos a ocupar en un instante...
No tienen vida propia,
pero arman el deseo y su poesía.
LA BEATO
Mira bien a tu sombra
y te acostumbrarás a la muerte.
Ambas comparten los mismos matices.
DON ROLDÁN
No mueras contra tu voluntad,
ni vivas cualquier necesidad
como una estética...
porque serás fracaso.
Lo que vas a pensar
ya está vencido
y tu más terrible enfermedad
es el consentimiento.
Formula un desafío
y déjalo morir,
porque la inspiración nace
de la vanidad y va hacia ella.
DON JOSÉ LUIS MAJADA
Siente recelos del alba
porque en su principio
contiene la noche
en la que ha de morir.
DON EDUARDO ARISTA
Dudar
te hará crecer
como crecen las sombras.
Dios es eficaz porque no existe.
DOÑA ÁQUEL
Palabras
sin una boca
que echarse a la boca.
Estar justo detrás
de lo que sucede
es sólo mirar la vida,
no vivirla.
DON VÍCTOR LOBO
A veces me pregunto
cómo será el horizonte
del infinito
y temo que no exista
un lugar de silencio
para ser mancillado
por unos pies
o un pensamiento firme
Entonces me desdoblo
y discuto conmigo
hasta errar
y distanciarme.
Al cabo me consuelo,
pues lo que no une la razón
lo deja atado el tiempo.
De Tontopoemas ©... |
Malditos curas y monjas que nos hicieron sentir vergüenza antes de conocer el deseo.
ResponderEliminarCreo que Antonio Arista, se llamaba en realidad Eduardo.Buen profesor y mejor persona.
ResponderEliminarSaludos.
yo he borrado a todos excepto a Constantino. Me gustaría tener la lista completa por si despierta algo en mí
ResponderEliminarEs cierto, anónimo, se llamaba Eduardo. Haré los cambios pertinentes.
ResponderEliminarJavier, ya te enviaré la lista cuando la termine.
Beos a los dos
Luis