Esta mañana tuve una de esas salidas de trabajo que empiezan sin ganas y terminan dejándole a uno lleno de euforia. La misión encomendada por mi cliente consistía en realizar unas tomas fotográficas de un listado de lugares bejaranos que me había proporcionado previamente. Como digo, salí sin demasiadas ganas con mi cámara al hombro, hasta que llegué a la puerta del pico de nuestra muralla en la que me di de golpe con una imagen espectacular y absolutamente plástica [mi abulia y las pocas ganas de cargar con peso –soy un zorolo para estas cosas– hizo que solo sacase montado el objetivo 35-70 mm., lo que me hurtó de hacer unas fotografías de detalle muy prometedoras]: Diré cientos de golondrinas por no parecer exagerado, pero es muy probable que fueran miles las que se reunían en el tendido eléctrico de baja tensión ubicado de forma espectacular en aquella zona [un tendido que vuela desde la mentada Puerta del Pico –donde existe una torre eléctrica–, discurre por todo el valle, atraviesa la carretera general y muere en la siguiente torre eléctrica, que se encuentra en la falda del monte de El Castañar]. A mis palmadas, todas las golondrinas levataban el vuelo y volvía como una nube a ocupar su alineamiento bellísimo en los cables.
Me senté a disfrutar del espectáculo durante más de media hora.
(22:15 horas) El colega Pedro Ojeda me habla de la verdad como ‘el revés del revés’, mientras Pablo F. Magdaleno anota con acierto la incontestable ‘verdad’ de la fumadora del día… y la fumadora es la verdad del revés, y Pedro es el revés de lo que la verdad enrevesa [léase su blog para percartarse –http://laacequia.blogspot.com/–, que es de alto interés en muchos sentidos], y Pablo no tiene verdades a medias con las que darse un revés [todas son enteras… y léase también su hermoso blog –http://lablogse.blogspot.com/–, que es molón].
El caso de los casos es que escribo porque me aburro y me aburro porque escribo, que siendo lo mismo… es igual.
Y entre medias intento ser James Boswell, pero no llego a su habilidad para el detalle, ni a su tiempo para la escritura, ni a su manejo de la observación puntual y exacta… y luego intento ser Cesare Pavese, pero no logro llegarle ni a la altura de su mortecino betún… y decido ser Alejandra Pizarnik, pero no he aprendido a sentir sufriendo ni a sufrir sintiendo… Mi ventaja es que yo estoy muriendo y ellos ya son la muerte espartana… mi mal es que tengo tres hijos reales, dos postizos y cinco imaginarios, una mujer que me quiere y a la que adoro, unos yayos suegreros de final de copa en el tramo de penaltis, una empresa que va y no va [según el día], siete seguridades sociales y siete sueldos [que pagar, claro], un problema de adolescencia y varios de juventud, mil deudas y un payaso que me llama para recordármelas… Así no es capaz de escribir ni su puta madre… o sí.
De FUMADORAS |
Yo también observé a cientos (o miles) de golondrinas en la fachada del edificio de los salesianos. ¡¡Una pasada!!.
ResponderEliminar¡Y vaya allá una graguería!:
"Cientos de golondrinas sobre el tendido eléctrico
componen la partitura de una tormenta."
Elena Martín Vázquez.
Gracias por tus palabras.
ResponderEliminarY par qué ser otros si puedes salir a contemplar las golondrinas y contarlo. Por lo demás, hay que seguir muriendo en vida: se es más lúcido. El problema es cuando ya no podamos hacerlo.