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Ser el último pasajero del día en un autobús hacia ninguna parte [homenaje a Leonard].



Ser el último pasajero de un autobús vacío, como el hombre de Leonard intentado una huida a una villa pesquera americana en la Florida... y aparcar, como él, al borde de la arena, y tumbarme, porque de nada sirve predicar cada día, y fumarme un Lucky Strike esperando a las luces diminutas de los barcos o a que salgan las flores de sal para llevarle a Hitler.
La mujer que ya no usa su sexo se imagina cosas, se imagina árboles penetrándola, se imagina un ardor extranjero que ya no existirá jamás, y lo sabe... pero se imagina árboles penetrándola...
Blasfemé sonriendo, mientras recordaba que en mi pueblito hay una iglesia católica junto a la que los perros se emparejan y se quedan trabados mientras los chiquillos los persiguen riendo a carcajadas...
La mujer que ya no usa su sexo no ha adivinado aún que de una vulva seca nacen malos pensamientos y que todo parece torcido en los estanques de la vida... se hace tierra baldía que ya no ofrece nada más que palabras vulgares cargadas con todo su resentimiento. No estaba allí, en la arena, conmigo... pero le dije en alto que se ofreciera abierta, que mostrase su sexo sin delirio y pusiera sus manos sobre él para estrujarlo hasta encontrarle el zumo.
Monté de nuevo en el autobús y tomé un sendero pedregoso que se enroscaba sobre mis piernas... y volví a hablarle a la mujer que ya no usa su sexo, porque la presentía al lado...
“No esperes... da los pasos precisos, porque el tiempo se acaba”.
Estar solo es ser libre... y esa sensación de no sentirse anillado, como las aves que migran o los contados linces... y saber que nada es pecado, porque siempre se peca hacia la moral de otros y solo quienes la practican faltan a ella [el infierno es patrimonio único de quienes lo legislan y de quienes lo creen]... estar solo es ser libre... y que la luz pise una melena recién lavada y que tome el color del papiro o la pólvora encendida... o que unas medias se deslicen abajo... es la teoría de la soledad... ese plano teórico de besar un pecho y que un pezón amanezca entre mis muslos como un sol que no quiere dormir... y buscar en el humo las mil persecuciones junto a un perro que nunca tuve... y mirar por las noches el titilar de las luciérnagas mientras gimes... o un cuarto de pensión vieja donde ponerte los grilletes brillantes con codicia y decidir que estás atado porque te apetece... o hacer la perfección en los espejos metiendo tripa y ver tus ojos muertos porque en la soledad no hay quien te ame... pero... ser libre...
El autobús trepaba por las crestas del acantilado y pensé en los hombres desnudos, avergonzados de su desnudez, avergonzados de su sexo... qué mal gobierno el de los audaces, qué hartura de moral, que empalago de ser la sombra y no querer ser los cuerpos...
Comenzó a caer una lluvia finita de color almendra y me detuve en el borde para mojarme en ella, pero la lluvia no ayuda, solo moja.
Recordé entonces el poema 111 de Leonard... “Cada hombre / tiene una manera de traicionar / a la revolución. / Ésta es la mía.”... y me apeteció morir como burlándome... pero recordé a la mujer que ya no usa su sexo y sentí que debía hacerle comprender que desde aquí arriba hay una vista magnífica al valle y a sus chimeneas, que quienes lo habitan hacen el amor a escondidas... pero desde aquí se ve la luz de su deseo.
No se repetirá esta oportunidad, estoy seguro... ven a este alto y quizás el agua solo termine lamiendo tus tobillos antes de que la vejez termine de aplastarte... ven a echar maldiciones, porque el pasado fue y el presente aún te permitirá desvanecerte con los dientes gastados y el vientre lleno de todo lo que en verdad deseas.
Aquí tienes dispuesta una mirada panorámica a lo que eres y a lo que puedes ser... monta en este autobús cuando yo me baje de él y pregúntate cuántas veces has mirado fingiendo no ver nada... luego, arranca... acelera... ve a tumba abierta hasta que las respuestas lleguen y entiendas que ya ha habido demasiados muertos.
Y vuela hacia ninguna parte.
•••
Y recibí del bueno de José Antonio Sáinz dos ejemplares de su nuevo libro, "En tránsito" ["... Y el papel prueba que nada nos redime / de la sustancia volátil del tiempo / ni de las coordenadas precisas de un abandono."] y uno de "Hacia donde no soy", de Santos Jiménez... también un retrato de mí hecho con palabras [demasiado generoso, amigo... gracias].

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