Ir al contenido principal

Palabras a la Tierra [texto ecogástrico].


¿Qué quieres que te diga, Tierra?... si no soy caballo que paste tu manto verde, ni baya madura a la que acojas para hacer esa cópula del humus... si no soy el topillo que te horada ni el cóndor que se te precipita en el abismo... si ni siquiera sé ser el eco que devuelves a mis oídos breves cuando grito...
¿Qué quieres que te diga?... si ni charco siquiera puedo serte después de los monzones pequeñitos de cada primavera... pero estoy sobre ti constantemente, telúrico animal casi sin sombra que a veces se arrodilla para escuchar tu ser voluptuoso...
Me enseñaron a negarte demasiado temprano, a ser de lo banal con reincidencia, a no tenerte en cuenta, equivocado, para creerme inmortal sobre tu cáscara... y fue más importante el vidrio recién soplado que el cuarzo cristalino, los metales fundidos que tu lava, el plástico sintético que la aérea piedra pómez... fue más importante la mano que el poderoso rasgo de tus fallas...
¿Qué quieres que te diga, madre Tierra?... si ya sé que yo apenas soy el más ínfimo miasma de tu tos ancestral y que estoy en tus manos sinclinales como un pequeño karst imperceptible que drena sangre y penas a tu profundo arder que no descansa... si ya sé que mi tiempo es descartable si al tuyo se compara, que mi espacio es mero neutrón para el desprecio, que no existir es justo mi equipaje...
¿Qué quieres que te diga?... ¿que me enternece verte con esta miopía rimada de horizonte y noche oscura?, ¿que en tu silencio cristalizo mis iris y hay un íntimo asco de prehistoria?, ¿que soy rubor redondo sobre tu vientre mágico?...
Solo sé que me apremia inaugurarme entre tus cataclismos, que me encalo en tus islas continentes, que me mantengo grávido en tu giro y que un rubor un tanto antropocéntrico me pone gatinín y miserable si te miro cruenta en el traspiés de tu energía clara... sé de tu indiferencia, y no me duele saber que en ti se fragua mi naufragio... no te consideré cuanto debía, pues no me lo enseñaron... y hoy no sé qué decirte mientras fumo.

* Dibujo: aguada hecha esta tarde con mi pluma.

Comentarios

  1. Ojalá Luis, yo me pusiera a escribir y escribiera la mitad de bien que tú lo haces. Te leo y me columpio en tus palabras, y aunque tú creas que no sabes que decirle a la madre Tierra, no podías haberle dicho más. Felicidades.
    Un saludo cordial
    Carmela Reypsing

    ResponderEliminar
  2. Me ha encantado este texto geográfico instrospectivo...deberías dedicarle más tiempo. (a la tierra que tan bien sientes)

    ResponderEliminar
  3. Seguro que la madre Tierra, aunque sólo sea por el pedazo de poema en prosa que le has dedicado (y por saberte gatinín), te permitirá que sigas fumando hasta el postrero día, cuando definitivamente termines fundiéndote con ella.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj