Ir al contenido principal

No recordaba una nevada como la de hoy


Día 22 de diciembre.
Llevo el día desatado en trabajo semifísico [un término extraño, lo sé, pero define mi actividad de hoy] y mi cabeza ha tomado el camino de la enumeración caótica... todo empezó con Radio Tormes machacándome las neuronas con canciones antiguas de tuna [es una extraña manía de Paco, mi maquinista, poner desde primera hora esa cadena de radio que abrasa y crucifica, y lo hace como una suerte de galeras que machaca y deja medio esclavizado al auditorio]... y mi cabeza tomó el camino de la evasión como única salida posible de esa tortura... y no podía parar, que no pude parar ni en la hora de la comida junto a mi Guille... una pasada de día.
El día de irme, la claraboya como un pozo de luz allí arriba, crestas de gallos lascivos, dos pechos sin el abrazo del satén, marimba, la bruja llena como una luna, claudicar es de cobardes, me llueve y te pierdo, colinas leves para agosto, blondas... sí, blondas manchadas de lipstick rouge porque una boca... no, mejor medias de nylon mojadas... la hembra del tapir, la hierba verde... verte... verme... anaranjadas... me obligas, me obligas, me obligas... cerezas verdes, causas, efectos, causas...
Y me detenía a mojar pintura negra para cegar un rótulo... mojaba el pequeño rodillito de esponja en el mejunje acrílico y volvía a rozarlo suavemente sobre la superficie lisa del rótulo para borrar su hermoso mensaje publicitario lleno de colorido...
Trémulo, qué palabra, coño... tré-mu-lo... sirve para mí y para ti... garduña, banco, enhiesta, gastada, mofa, idílico... la araña se desbesa del hilo que la mueve, el pan candeal, la hormiga... en procesión, en línea, en puro crecepelo... hormiga entre las hormigas, gasto, andén... ¡andén!... mejor pañuelos...

Día 23 de diciembre.
Arrancó el día nevando y se me abrió una sonrisa de oreja a oreja que aún me dura [a esta hora sigue nevando, y son las 18:39 h.]. No pude por menos y a eso de las once ya me escapé del curro con la mi Nikon hasta la Plaza Mayor para hacer algunos experimentos a objetivo abierto [dejo una de las extrañas imágenes que he tomado]... y luego lo pensé, llamé a mi Guille y le dije que estuviera preparado a las dos para comer rapidito e irnos juntos al patear el monte nevado... y así lo hicimos. El itinerario fue desde el paraje de Santa Ana, pasando por El Sagrado Corazón, la Fuente del lobo y El Castañar... la nieve estaba virgen y se espesaba en todo el camino, y más a medida que ganábamos altura... corrimos, saltamos, nos dejamos caer, hicimos el ángel, nos tiramos bolinas... y sudamos como campeones para llegar agotaditos a casa a eso de las cuatro, justo para que yo pudiera volver al curro.
Béjar está fantástica, realmente hermosa, justo como en mi recuerdo de los inviernos cuando tenía siete u ocho años.
Y sonrío como un crío chico... ¡me encanta!



La Plaza Mayor en una imagen tomada a objetivo abierto.

Junto a un árbol rendido en Los Rodeos de El Castañar.

El santuario de El Castañar

La portada de la Plaza de Toros de El Castañar.

El acceso a El Castañar con su fuente.

Guillermo haciendo el ángel.




Detalle del paraje del Sagrado Corazón.

Fuente de Santa Ana.


Mi Guille hartándose de nieve

Feliz, coño, muy feliz.

Comentarios

  1. Jo, con las ganas que tengo de Navidad nevada,¡disfrutadla! y FELICES FIESTAS.

    ResponderEliminar
  2. Feliz Navidad, que, con esa nieve, va a ser totalmente blanca.

    Un beso grande.

    ResponderEliminar
  3. Buenos días, Luis Felipe Comendador:

    ¡Vaya par de niños!

    ¡FELICES FIESTAS, en ese lugar precioso y nevado de las fotografías!

    Saludos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj