Ir al contenido principal

VOCES DEL EXTREMO. Poesía en el desierto.



1 LOS VIAJES DEL VIAJE [otra vez]
Ya se habían borrado casi de mi memoria los días que pasé con los inefables Diego Marín, Sonia San Román y Enrique Cabezón en Logroño, unos días hermosos [he echado de menos en este viaje a mis amigos logroñeros, y no sé si ha sido por mi culpa, pero me gustaría saberlo para quedarme tranquilo]... pero de pronto todos los recuerdos se me vinieron nítidos al pisar el casco viejo de esa ciudad impecable en la que reina el espacio sobre la gente y para la gente [solo hay cierto puntito de asepsia en el ambiente que me lleva a recordar otros reinos peperos en los que la impecabilidad sugiere cierta rara limpieza que aporta sensaciones de temor]... las tiendas bajo los extensos soportales, la calidad de vida expresada en un escaparatismo entre postmoderno y decimonónico, la estética de caza y vino de sus gentes, el nuevo sombrererío español que alumbra hasta en las muchachas que mancillan lo impoluto de sus calles, el pulcro gastronomismo huertano y la constante sensación de dinerito... pero en esta nueva toma había algo distinto a aquel “Tour de France” que me puso en mi estancia anterior en la ciudad... ahora me encontré de sopetón con una importantísima comunidad inmigrante [fundamentalmente latina] empeñada en darle color vivo a todo lo pardo y frío de sus calles, y eso me alegró... sobre todo ver moverse a esa masa humana en las noches gélidas con su ropa de colores vivos, sus escotes generosos retando al intensísimo frío del otoño/invierno riojano, su música constante de pumpunes y canchanes y esas sonrisas frescas y abiertas que apenas podrían ser un esbozo en la mayoría de los rostros locales... y eso me gustó, me gustó mucho ver mezclada a la gente fina y elegante del postinerío riojano con la franqueza alegre de todo ese compendio latino que ha llovido al amor de las vides y la huerta... me gustó.


Y así el viaje físico se volvió de pronto viaje global y espiritual, y me llegaron los aromas de las calles del peruano Trujillo y el fragor de los mercados ocasionales de Arusha... todos somos iguales, aunque aún queden muchos que son más iguales que otros, coño.


2 ...Y SOBRE ESTA PIEDRA CONSTRUIRÉ MI IGLESIA
La ciudad se podría excretar en un rastro de cruces... de piedra, de madera, de hierro, de aluminio... y sentí cierto loor catolicista desde que mi primer pie salió del coche de Antoñito y Mar para pisar suelo logroñero... “Residencia Universitaria Francisco Jordán. Salvatorianos”, así se denominaba el macrocentro católico en el que habría de alojarme... pistas de squak, pistas de tenis, piscina grandona, campos deportivos con canchas de basket y balonmano, amplios aparcamientos [al raso y subterráneo], cientos de habitaciones en pasillos interminables e internet de banda ancha, salas de juegos y de estar, comedor galáctico y aculado a la zona residencial un enorme edificio con las siglas reconocidísimas de la pontifical Cadena COPE... ¡allí iba a dormir y a desayunar!, ¡la hostia!... y allí dejé mis maletas, no sin antes asistir al recibimiento sonriente de un no sé si seglar o tonsurado que se hacía cruces al reconocer que Antonio Orihuela tenía justo la misma cara del tipo que había aparecido en toda plana, y en color, en el periódico de la mañana... estupendo el tipo [que nos advirtió que no diéramos guerra, pues en el mismo pasillo conviviríamos con las niñas campeonas de España de gimnasia rítmica y necesitaban descanso para su concentración].


Investido de tal domicilio, no se me ocurrió otra cosa a la mañana siguiente que dedicarme desde las nueve a visitar iglesias [que son una pasada por dentro y por fuera, que todo hay que decirlo]. Mi mejor experiencia ‘divina’ [también casi gástrica] la tuve en mi visita a la catedral, ya que nada más entrar en el recinto me abordó una viejecita delgadina y me dijo en voz baja: “tiene que dar la vuelta por detrás del altar para verlo todo bien, caballero, y eche monedas en cada altarcito para que se le encienda y pueda verlo en todo su esplendor”. Yo le di las gracias por su recomendación y continué mirando tranquilamente las bóvedas [que me encanta disfrutar del arte de los hombres comunes] hasta que decidí volver a la calle... la viejita se acercó a mí y me cerró el paso a la calle... “no ha dado la vuelta por detrás del altar, caballero, ni ha echado monedas en ninguna de la huchitas para que se enciendan las luces”... y me empujó levemente hacia la zona del altar, así que me giré y realicé el recorrido según su mandato... y hasta eché una moneda para ver un cuadrito pequeño y primoroso que se encuentra justo en la espalda del altar mayor encastrado en una suerte de caja fuerte con combinación... volví a dar por terminado mi recorrido y, cuando ya iba a salir del sacro sitio, la viejina me chisteó... “¿a que le ha gustado?, y eso que solo ha echado en el cuadrito...” se llevó la mano a un bolsito que llevaba y me dio dos estampas, una del venerable Alberto Capellán Zuazo [labrador, padre de familia y adorador nocturno] y otra del Siervo de Dios José Pío Gurruchaga Castuariense con una oración en la que se hablaba de la fidelidad incuestionable de este hombre... “Se las guarde y las lleve siempre encima, caballero, y ya verá el bien que le hacen”. Y conseguí salir para visitar otras dos iglesias aledañas que fueron muy de mi agrado y completaron mi espera hasta el trazo poético que me aguardaba en el Ateneo Riojano.






3 DE POESÍA EN EL DESIERTO
Como siempre, asistí a las lecturas de mis compañeros de encuentro poético con mucha atención, buscando aprender si salía ocasión e intentando hacerme una composición de lugar del material presente, siempre desde mi particular criterio poético. Es cierto que sabía de antemano más o menos a lo que iba, pero me quedaba el prurito de ver evoluciones de conocidos y de intentar descubrir alguna voz nueva que me sorprendiese.
Mis descubrimientos fueron fundamentalmente dos: Elvira Lozano [con la que compartí mesa de lectura] y Antonio Martínez i Ferrer [un poeta valenciano al que no conocía, ya me vale, y que me dejó vivamente impresionado por su pasión y por la emoción que puso en todo momento, no solo en su lectura]. Elvira me pareció que estaba en un tono magnífico, especialmente en el anteúltimo poema que leyó, del que no recuerdo su título [anoté en mi cuaderno que debo leer la obra completa de esta mujer].
De mis conocidos, me gustaron mucho, muchísimo, los poemas que presentó Antonio Crespo Massieu y la lectura de Ángel Guinda, algunas piezas de Miguel Ángel Curiel, el brío social de las composiciones de Antonio Orihuela, los golpes de verso de Ángeles Maeso y el alegre y sonoroso recitado de Eladio Orta [ya le había oído recitar en varias ocasiones los mismos poemas, y me volvieron a hacer sonreír... y también pensar en algún tramo]... y especialmente disfruté con la lectura personal, que me hice delante de un café, del inédito que me prestó para la hora de la siesta Daniel Macías, un poemario chorro que va a ritmo de tantra, un poemario lleno de brillantísimos versos sueltos que se pierden/me pierden en la marasma de unas referencias a las que no llego, un poemario lleno de contraposiciones mágicas que juegan más a ser bofetadas intelectuales secas, y dadas con mucha gracia, que versos.
Me faltó escuchar a Matías, que ningún año lo logro.
Del grupo, en general, puedo decir lo mismo que dije ya muchas veces: que hay más interés en el qué decir que en decirlo poéticamente [y esto quizás tenga mucho que ver con el poco empeño individual que los ‘poetas’ ponen para sumarle valor poético a sus creaciones a base de autoformación, ensayo y autocrítica].
En todo caso, sí puedo decir que este año el nivel general del material poético ofrecido me ha parecido más alto que en otras ocasiones, y eso me alegra... también es cierto que todos somos un año más mayores, y eso debe notarse, aunque solo sea un poquito.
Pido disculpas a los que no pude escuchar y a los que leyeron cuando me sentía agotado [fueron demasiados poemas seguidos].


Je... las autofotos de móvil
son realmente puñeteras, pero
es la única imagen que tengo
con Begoña Abad.
4 EL TRAZO GÁSTRICO Y LA AMISTAD
Ir a Logroño supone la seguridad de comer y beber bien, y eso fue lo que sucedió, y sucedió en un ambiente mágico de amistad y buen rollito [culpa de Begoña Abad y Piedad Valverde, que echaron el resto junto a su gente hermosa de la Asociación Cultural María de la O]... guiso de conejo mezclado con los recuerdos de tiempos pasados junto a Ángel Guinda [recordamos aquella lucha de manifiestos del 90, cuando él lanzó el suyo bajo el título de “Poesía útil” y yo contraprogramé con el mío de “Poesía inútil”]... ensaladilla rusa con sonrisas Abad y esos ‘tequieros’ francos y directos que corrían entre las mesas y entre todos... bacalao a la riojana junto a las lúcidas palabras de Matías Escalera [“no comparto la idea poética de muchos de los participantes, pero son mi gente, Felipe, y eso está muy por encima de la poesía”... y yo asintiendo mientras pensaba exactamente lo mismo que él]... torrijas caseritas begoñeras esperando el canto de “La fibra del pájaro”, esa canción que cierra cada noche las cenas del Café Moderno, que no llegó [“Este cuerpo que no se acostumbra a vivir enjaulado / vuela libre y es dueño del aire, no encuentra un amor. / Estos brazos que nunca se ataron, que nunca se anidan, / han dejado el calor de sus plumas en una ilusión. // Y es que tengo metida en las venas la sangre de un pájaro, / y no puedo anudarme en un pecho ni en un corazón. // Fibra de pájaro / llevo en el alma. / Fibra de pájaro / de rama en rama y de flor en flor...”]... crema de calabaza con Antonio Martínez i Ferrer cantando tangos como un verdadero gauchito [hasta una cocinera uruguaya salió de los fogones para abrazarle]... arroz dulce con himnos proletarios entonados por la divina Ángeles Maeso... y risas y abrazos y chanzas y bailes... y hasta una obrita de Piedad leída por sus colegas ‘de la O’ para terminar la mejor noche posible.
Lo mejor de los encuentros de Voces del Extremo es siempre la amistad que rezuma sobre la poesía, los vínculos que crecen y se extienden.
Y el “Dulce muchacha triste” interpretado primorosamente por Miguel Ángel Curiel en el Biribay Jazz Club, que me emocionó hasta las lágrimas.






5 LIBROS RECIBIDOS
Si no has muerto un instante”. Premio de Poesía del Ateneo Riojano [2000/2007].
Poema para los demás”, de Ángel Guinda [prometedor este reencuentro con mi amigo Ángel].
Claro interior”, de Ángel Guinda [más prometedor].
El rumor del patio”, de Antonio Martínez i Ferrer [toda una sorpresa conocer al gran Antonio].
El grito del oasis”, de Antonio Martínez i Ferrer.
Corre, corre, niño de arena”, de Antonio Martínez i Ferrer.
Senderos”, de Antonio Martínez i Ferrer.
Pero no islas”, de Matías Escalera Cordero [otro hermoso vencido con el que tengo feeling].
Antisonetos”, de Eladio Orta [gran jefe tranquilo de esta tribu poética extraordinaria].
Y varios ejemplares de la antología “Voces del Extremo. Poesía en el desierto”, donde están casi todos.



6 ADIÓS
Y dejé solo al amigo Eladio Orta en la estación de autobuses de Salamanca, agotadillos los dos, pero felices, nos dimos el abrazo final de un hasta pronto en el que todos los corazones arcaicos vuelvan a encontrarse.

NOTA: Me olvidé la cámara de fotos en Béjar y tuve que hacer las tomas con mi móvil.



Comentarios

  1. Gracias por la reseña, Luis Felipe. La gente de Logroño es muy acogedora. Por cierto, veo que te llaman la atención las mismas cosas que a mí. Mira tu primera imagen y vete a la mía: http://laacequia.blogspot.com/2010/09/perfiles-de-gente-que-observa-ha-muerto.html
    Un fuerte abrazo. Por cierto, este fin de semana he tenido en Burgos a Marina, Manolo y Pancho.

    ResponderEliminar
  2. Querido Luis Felipe, la verdad es que la comunicación fue terrorífica y desorganizada porque a mí también me hubiese encantado tomarme unos vinos contigo y también, claro, con muchos de los amigos comunes que esos días dabais color al Ateneo. Supongo que ya te lo comentarían allí, fue una puñeta, Carmen y yo estábamos leyendo en Zaragoza y no pudimos asistir a ninguno de los actos programados y me dio mucha pena no poder hacer de cicerone (ya sabes cómo me gusta). Lo de vernos y los vinos lo dejo apuntado en mi cuenta de "debe" y prometo resarcirnos en cualquier momento.
    Espero que todo vaya bien por ahí.
    Abrazos fuertes.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj