Decía... la realidad no puede ser un hecho irrevocable... debemos negarnos constantemente a que lo sea, debemos darle aire al compromiso para asestarle una buena puñalada al mundo que nos toca... no podemos aceptar la domesticación como si nada, no podemos quedarnos en ese ridículo sentido de la vida que nos han grabado a fuego desde chicos... sería mejor estar muertos que permanecer en esta inútil comedia sin intentar salirnos del papel que se nos ha impuesto... debiéramos hacer diariamente el duro trabajo de poner en evidencia la mediocridad de los demás y no desalentar en ese empeño nunca... poner en vergüenza a quienes se resignan y se deciden vencidos... ¿sabéis que no se puede nada contra quien lo ha perdido todo?... de ahí exactamente parte la dignidad, ese valor que se olvidaron cuando planearon las nuevas formas y usos del hombre actual... y yo pensaba que me apetecía morir serenamente, sin el agrio color de quirófano en mis pupilas... morir a cámara lenta y saberme en el borde de la seda, quizás retirando los visillos de una ventana o embobándome en el vaivén del limpiaparabrisas de mi coche... y no me escuchaba -yo no me escuchaba a mí–, me daba igual lo que dijera, todas esas palabras formaban frases grandilocuentes, frases falsas como las pesas falsas... lo importante, lo único importante es amar y morir, amar a solas y en silencio en la sala de espera de una clínica o morir en un aeropuerto... y mirar el hermoso cuadro negro que es mi ventana cada noche... y ser todo lo que me posee.
Viendo los sucesos trágicos que atraviesan el mundo del hombre en estos días, me apetece dejar una breve reflexión sobre ello para que no me quede la vergüenza propia de haberme callado… Las religiones son profundamente dañinas en lo individual y en lo colectivo, en lo cercano y en lo lejano. Siempre basadas en el miedo, en el temor, en la búsqueda constante de un estado de tristeza marcado a fuego en todas sus pautas morales, dirigistas, sometedoras de pensamiento, acodadas con fuerza al dinero y a los grupos de poder que emponzoñan las sociedades desde hace siglos… Por ello, no es peor un cristiano que un judío o un islamista, que son todos malos de raíz, perversos y fieros estabuladores de grupos humanos… Ordenan el odio y la agresión, las más bajas pasiones y la aniquilación de quienes no comulgan con sus mandatos morales. En periodos de paz penetran sibilinamente en las conciencias y procuran que en los poderes políticos y económicos estén sus fieles ordenándolo todo a su ex...
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