Hanna Arendt formuló hace tiempo que el hombre contemporáneo apuesta por el determinismo porque tiene miedo de tener miedo, y es que la libertad está en esa comba latiendo siempre, porque un hombre libre es fruto del pensamiento crítico y el pensamiento crítico siempre es hostil.
El determinismo requiere siempre un antes en el que anclarse, y ese antes conforma la acción y los sucesos encajando el futuro y evitando la novedad revolutiva. Así, seguimos sin más en un estado ideológico impermeable que no permite un más allá ni el menor intento de novedad.
Los poderes deterministas son grandes estrategas en aportar una falsa seguridad sobre la que se hacen fuertes, juegan con el miedo a la novedad, al cambio, al giro brusco; y, sin embargo, la evolución social positiva requiere de esos caminos para no entrar en un proceso de podredumbre.
El proceso capaz de dar frutos nuevos debe partir siempre de lo intelectual para caminar hasta las bases sociales con solidez, insuflando ganas y una nueva decisión de ser/hacer. No debemos tener miedo a tener miedo y buscar nuevos nichos de pensamiento capaces de poner soluciones lógicas a todos los problemas creados por el determinismo, tales como el hambre, la diferencia, la pobreza...
El primer paso de un hombre de la calle, para llegar a comprender el proceso, debe pasar por el propio interés de cambio, por la voluntad de eliminar las barreras deterministas en su propia mente, y por extender esa idea en el otro por medios lógicos y capaces de ser entendidos.
Todo el tiempo que ocupemos en limar el determinismo y en no articular un ideario contra él, es tiempo perdido.
El determinismo requiere siempre un antes en el que anclarse, y ese antes conforma la acción y los sucesos encajando el futuro y evitando la novedad revolutiva. Así, seguimos sin más en un estado ideológico impermeable que no permite un más allá ni el menor intento de novedad.
Los poderes deterministas son grandes estrategas en aportar una falsa seguridad sobre la que se hacen fuertes, juegan con el miedo a la novedad, al cambio, al giro brusco; y, sin embargo, la evolución social positiva requiere de esos caminos para no entrar en un proceso de podredumbre.
El proceso capaz de dar frutos nuevos debe partir siempre de lo intelectual para caminar hasta las bases sociales con solidez, insuflando ganas y una nueva decisión de ser/hacer. No debemos tener miedo a tener miedo y buscar nuevos nichos de pensamiento capaces de poner soluciones lógicas a todos los problemas creados por el determinismo, tales como el hambre, la diferencia, la pobreza...
El primer paso de un hombre de la calle, para llegar a comprender el proceso, debe pasar por el propio interés de cambio, por la voluntad de eliminar las barreras deterministas en su propia mente, y por extender esa idea en el otro por medios lógicos y capaces de ser entendidos.
Todo el tiempo que ocupemos en limar el determinismo y en no articular un ideario contra él, es tiempo perdido.
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