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Marco Terencio Varrón


Es la hostia. Durante la cena, con referencia a un colegio en el que han decidido no hacer el festival de Navidad con los críos, he escuchado decir al portavoz de la Conferencia Episcopal –poniendo una carita de imbécil que no sé describir bien– la frase: «¿Negar la Navidad...? [sonrisa estúpida]».
¿Qué pasa, que no se puede negar la Navidad?... Desde luego que no en el sentido más comercial y capitalista del asunto... quizás tampoco desde el absurdo de la jodida tradición... y aún tampoco en lo referente al marqueting del cristianismo milongo... pero sí que se puede negar desde la óptica profesional de unos profes que cobran por enseñar materias y conductas sociales y no por hacerle el caldo gordo a la más retrógrada y sangrante de las sectas conocidas... se puede negar por convicción agnóstica, por asco, por tristeza, por las jodidas diferencias que fomenta y produce, por la mierda que la sostiene y por la auténtica falsedad de su base –habrá que leerse las covenciones de los diversos concilios de Constatinopla y el de Trento para empezar a entender algo de esta matemática tan exotérica y faltona... promulgación de fechas claves en la supuesta vida de Jesús buscando unirlas con provecho a las fiestas y tradiciones paganas con el fin de ir ganando el acercamiento de los fieles...
Y ya puestos, además de negar la jodida Navidad en voz alta, baja y sin ella, también voy a negar a Dios –si es que puede negarse lo que no existe– y a todo lo que huela a él –claro, que no puedo negar a los que sibilinamente lo inventaron, a los que mansamente creen en él -Él– a pies juntillas ni a los que con vista de lince lo reinventan cada día.
Ojo, que respeto al hombre creyente, pero nunca a la masa creyente –me importa un pito el tipo de dios con el que se decida trabajar esta ecuación–, y por ese respeto a su afirmación de Dios, pido igual respeto a mi negación del mismo.
En todo caso, sí, rechoncho y blanquito amigo «portavoz», se puede negar la Navidad con la misma tranquilidad que se niega al unicornio, a la vida en Raticulín o a la suerte de una moneda que cae en la Fontana de Trevi.
Feliz diciembre, ínclito padre Martínez Camino.

Comentarios

  1. Macho, lo has clavao, yo diría lo mismo. Me ha gustado tu blog en general

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  2. Estoy de acuerdo, amigo. A mí no me gusta la navidad porque yo como pavo pero en la calle Doctor Cortezo de Madrid, la fila de los que están para desayunar en el convento de las monjas es cada vez más larga y ningún día se acaba, ni en navidad. Un beso amigo, soy Marisol y te quiero mucho.

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  3. Estoy de acuerdo, amigo. A mí no me gusta la navidad porque yo como pavo pero en la calle Doctor Cortezo de Madrid, la fila de los que están para desayunar en el convento de las monjas es cada vez más larga y ningún día se acaba, ni en navidad. Un beso amigo, soy Marisol y te quiero mucho.

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