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Soy el río que arrastra la hojarasca ...


Circunstancias profesionales me tendrán amarrado al duro banco durante todo el fin de semana [tengo que completar la maquetación de una revista completa para un cliente exigente y he previsto alrededor de 22 horas de curro, y todo sin la seguridad de llegar al lunes con un trabajo digno, ya que los materiales que me aporta no tienen el brillo suficiente para los resultados que me pide]. Tendré que buscarme el medio mago que tengo escondido [siempre me gustó hacer juegos de manos] y sacar de la chistera alguna idea plástica sobre la que trabajar en el jodido blanco del papel… y todo teniendo que ponerme en la mente de mi cliente y trabajar en su gama cromática y estilística, que está aproximadamente al extremo opuesto de mi visión del asunto. Es difícil, lo juro, y más con este apresuramiento de empujones y fechas cerradas.
Como siempre, he realizado un plan de trabajo sobre el papel y me propongo cumplirlo al dedillo, salga lo que salga [inventarse 72 páginas con un sentido unitario y una estética mantenida en 22 horas, arroja 3,22 páginas por hora, que considerando los tiempos de optimizado y pasado de imágenes a CMYK, trazados, sangrados de página y tiempos de impresiones de los artes finales, casi me obliga a realizar cinco páginas por hora… una auténtica locura teniendo las ideas claras y una puta utopía en el justo estado en el que me encuentro ahora].
El primer punto de mi plan de trabajo contempla media hora de relajación cada tres horas de curro [en las que escribiré mi diario] y paradas cortas para comer y cenar, así como 6 horas para dormir, lo que me dejará un margen aproximado de tres horas libres con las que jugar para llegar a la meta en la mañana del lunes.
Es la hostia, ¿no?
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Soy el río que arrastra la hojarasca en la crecida, el que viene del paraíso para acabar en agua estancada, el que lleva en su cauce la nostalgia y no puede salirse de su curso… pero también soy el río que se detiene a veces a mirar el amanecer o a morirse de gusto con la fuga del día, el que da de beber a la gineta virgen y acaricia su lengua de fuego, el que lame los cuerpos de las bañistas jóvenes en los días calientes, el que rodea las colinas llenas de almendros y en sus meandros mira el vaho caliente que sale de los hocicos de los zorros.
Soy el río encajonado en las rocas, el que alimenta al musgo y da cobijo a una fauna de paso siempre.
Ayer le robe su fragancia a una bañista blanca y dulcísima, y la llevo hasta el mar [la fragancia] como si fuera mía.*

* Este último párrafo es la mejor definición que puedo hacer hoy de mi escritura, aunque los necios pensarán siempre en la carne mortal, y no en la esencia.
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Las rayas de mi mano contienen transeúntes y mujeres que se recogen el pelo y lo dejan caer sobre el hombro derecho, caminos de helechos con el temblor previsto justo entre las pestañas, un fuego singular hecho de cuerpos y una frontera imperceptible que separa el ahora del luego. En su ramaje veo mi presente con natural evidencia, y también el pasado en algún corte limpio que ha dejado su marca… pero me resulta imposible leerme en el mañana suyo si no es otra cosa que el cierto manjar que seré para insectos y otros seres pequeños.
Las miro [a mis manos] y tienen penumbras trabadas que todo ese tiempo en que quise encontrar el fulgor. Su secreto es de lumbre y estaño. Yo juego a intentar descubrirlo… transeúntes, mujeres que se recogen el pelo y lo dejan caer sobre el hombro derecho…
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Murió mi admirado Paul Newman y seguirá siendo un sábado de anémonas e hinchazones, un sábado ceñido al tiempo y no a los hombres, un sábado de rincones para el placer y para la miseria, un sábado para las jerarquías y las crisis. La muerte del actor me ha puesto nitidez entre los ojos mientras el FreeHand me castiga con sus saltos de página y su ‘memoria insuficiente’. Si la vida se arreglase como los ordenadores, hoy yo seguiría así, tal como estoy, y Paul andaría reiniciándose en un sencillo reseteo. Pero no. Ese tipo que me caía tan bien ya no es más que lo que hizo, mientras yo soy lo que estoy haciendo, que es bien triste.

* NOTA: Algo raro sucede con Bloguer, pues copio los textos enteros y corregidos y me desaparecen palabras. Si alguien sabe por qué sucede esto, le ruego que me indique algunas pautas para solucionarlo... es que me molesta mucho. Gracias.

Comentarios

  1. Me encanta descubrir cada día a un alma noble, de esas que pueden caminar por la vida con la frente muy alta, con la conciencia tranquila, pero con la humildad suficiente para reconocer su humanidad, Dentro de esa humanidad hay una parcela muy importante, vallada dentro de los límites de la imperfección propia de un animal racional. Esa parcela es la de las reacciones inmediatas, y la valla que la rodea es mezcla del instinto y del raciocinio, no es malo dejarse llevar por los instintos cuando el raciocinio impone un mínimo de cordura, pero hay veces que el impulso nos sobrepasa sin dar oportunidad al pensamiento lógico y saltamos la valla sin apenas darnos cuenta; lo verdaderamente admirable es la capacidad de retornar a la parcela que hemos abandonado bajo la mirada atenta de nuestra propia reflexión, la misma que hace que ese alma noble reconozca sus errores por encima del orgullo...

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  2. Es la hostia, sí.
    No hay sonrisa como la de Paul Newman como el Indomable.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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