Todo lo real termina afectado por el tiempo, pero lo ideado, no [mientras que el número nueve, por ejemplo, no envejece, sí que lo hacen los nueve castaños que están frente a mi ventana, pero tampoco envejece la idea de castaño]. Así, hay una dimensión real de las cosas, de los objetos, de los seres animados, que está absolutamente atada al tiempo, a sufrir cambios y acabamiento en el tiempo… pero hay otra dimensión, la ideal, que no sufre esos trastornos temporales, precisamente por su condición de ideal [aquí están incluidos los números, los colores, las especies, las figuras…]… esto es exactamente el positivismo de Husserl, que no niega ni afirma la realidad de las cosas, ni su existencia, se abstiene, ya que cualquier actuación cambiaría la cualidad del objeto sobre el que se actúa.
Percibir ya es enjuiciar, hacer existir de una forma u otra a lo percibido y tomar partido por una manera de ver… entonces Husserl se abstiene, no duda, no niega, no afirma… con lo que llega a la conclusión de que no se equivoca… ¿no está mal la fenomenología –qué es como se ha venido a denominar esta importante corriente filosófica–, verdad?... vamos, que dan ganitas de ponerse a mirar al mundo con esos ojitos Husserl de carnero degollao y hacer una descripción fría de lo que es y no de lo que parece ser [sin negar, afirmar o dudar]… y el mundo real [utilícese aquí el término en su calidad de lo afectado por el tiempo] se nos caerá encima como una losa… políticos, deportistas, hombres de la cultura, grandes empresarios, gurús mediáticos, economistas, arquitectos, cantantes [estos conceptos son ideales, como veis, pues no están sujetos al decurso temporal, pero pongámosles nombres conocidos y, zas, ya están sujetos al tiempo por reales]… todos afectados por la angustia de la contradicción [yo también, claro, pero mis decisiones y mis actos apenas afectan a cuatro gatos, no a multitudes]… ¿qué haríamos con ellos?, ¿resistirían solo diez minutos de tratamiento fenomenológico?... yo creo que no, ni cinco segundos.
Lo malo del asunto es que no nos importa tanto el color rojo como que la manzana que nos comemos sea roja y deliciosa, y es que la realidad nos puede y nos obliga al continuo calificativo de lo aparente, nos obliga a negar y a afirmar, nos lleva a dudar y a tomar posiciones en función de lo que sea mejor o peor para nuestra realidad individual [sujeta al tiempo, repito], no para el ideal que terminaría conformando parámetros puros en los que moverse.
Yo, por mi parte, creo que la poesía juega un poco con todo esto [cualquier actividad creativa lo hace], y es uno de los aspectos que más me hacen permanecer en ella con encono [y sin demasiados resultados, que todo hay que decirlo]… jugar con lo real y con lo ideal intentando cambiar sus roles, enredarlo todo hasta el temblor o el dardo… y ahí todo vale, lo juro… todo vale.
Hola Luis, me has hecho recordar lo que reí con las disquisiciones acerca de la fenomenología de Husserl que hacía Muriel Barbery en La elegancia del erizo.
ResponderEliminarTraigo un párrafo que no me atrevo a traducir:
Comment se passe la journée d'un phénoménologue? Il se lève, a conscience de savonner sous la douche un corps dont l'existence est sans fondement, d'avaler des tartines néantisées, d'enfiler des vêtements qui sont comme des parenthèses vides, de se rendre a son bureau et de se saisir d'un chat.
Un abrazo (?)
Entonces, ¿salgo a comprar leche esta tarde o no, tendría sustancia poética? Gracias Luis Felipe por compartir el desasosiego (palabra enorme).
ResponderEliminarMi abrazo
Wolf
A veces la realidad pesa tanto que nos supera y no somos capaces de evadirnos de ella. Cuando escribes así pareces un tipo que piensa, oye.
ResponderEliminarDoy gracias a la realidad, que es base de mis ensoñaciones, y el limite que me pone los pies en la tierra.
ResponderEliminarAfortunadamente para los pobres seres reales sujetos al devenir temporal, los POETAS estáis libres de la afectación del paso del tiempo.
ResponderEliminarLástima que no te hayas dedicado a dar clases de filosofía.
Me has traído a la memoria mi 1er año de facultad, cuando Quintanilla nos hablaba de la fenomenología, y lo que nos costaba concentrarnos en el asunto (con 18 años, la 1ª vez que estábamos en clases mixtas, y con las hormonas descontroladas). Tú lo has explicado muy bien.