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¿Sigues estando ahí?



¿Y si de pronto decides ser lo que no eres y dejas de moverte en el plano de lo que posees para hacerlo en el de lo que podría ser? Que somos infelices por frustración, coño, infelices por lo circunstancial, infelices por el temor a perder lo que ya está perdido, infelices por no querer plantearnos nuevos propósitos de vida que hagan de ella un hermoso reto y no un jodido aburrimiento... infelices por puro aburrimiento.
Esta noche le daba vueltas en mi cama a la esperanza que hace unos días me manifestaba mi amigo Juanjo Barral, intentando adherirme a ella como a un clavo ardiendo, y por unos instantes fui capaz de enfocar el valor de la idea de ‘ser’ con desprecio de lo circunstancial, esa carpeta amalgamada repletita de acuerdos más o menos unánimes de los hombres contra los hombres... (impuestos –de todos los sentidos, no solo económicos–, obligaciones, culpas, dirigismos, horarios, caminos  de dirección única –el orden de las autovías siempre me ha llevado a pensar en su subvalor de cárcel para los ciudadanos, en su eterno ‘por aquí’–, pagos, deudas...).
Pero los hombres, el hombre, no podemos quedarnos en ser solo el cúmulo de lo circunstancial y su adormecimiento, no podemos quedarnos en la conformidad de lo que hay por orden de otros más listos, en sus asertos morales, en sus decididas pautas de uso social, político y económico... porque, vuelvo a repetirlo, es solo un acuerdo entre hombres, es solo un marcado percentil garrapiñado de intereses particulares que van directamente dirigidos al adormecimiento de todos y de cada uno.
Las normas son útiles cuando benefician a la mayoría, pero empiezan a resultar perniciosas cuando solo benefician a contados sectores del aparataje humano.
Visto el mundo del hombre así, y me atrevo a afirmar taxativamente que no me equivoco mucho en mi visión, el individuo tiene como obligación genética ‘vivir’ y como obligación intelectual ‘vivir mejor’. Y desde este planteamiento podríamos acordar sin demasiada discusión que ‘vivir’ consiste nítidamente en tener cubiertas varias necesidades capaces de conseguir que el cuerpo vaya acompañando a cada amanecida y que lo haga colmado de la vitalidad que propicia comer, respirar, no pasar frío o poder ir regularmente al baño... y también podríamos acordar –quizás con menos consenso– que ‘vivir mejor’ consistiría en poder disfrutar de ciertos beneficios provenientes de la capacidad humana individual y colectiva –es aquí donde entran en juego el modelo de sociedad, sus usos, sus beneficios y sus abusos–. Pues bien, en este punto es en el que me he pasado nadando toda la noche sin dormir, sacando como conclusión reflexiva que entre el hombre sometido a la situación marcada y normalizada por el mentado hatillo de acuerdos unánimes y el hombre amortizado por el miedo y la frustración con imperante necesidad de salir de la espiral social/moral/económica... entre esos dos tipos de hombres –que casi siempre es el mismo hombre en una situación de dualidad–, debemos poner un modelo de hombre al que realmente teme el sistema: un hombre capaz de decidir su destino saltándose los imperativos falsos de lo acordado para salirse de la ‘autovía’ en el punto que le salga de los cojones (no se debe ir en dirección contraria por una dirección obligatoria sin poner en peligro tu vida y la de otros, pero sí se puede uno detener en la cuneta, salirse del coche, saltar al campo aledaño al camino marcado y tomar la dirección que le apetezca... claro, el coche queda en la cuneta, sin servicio, sin más capacidad que la de avanzar en la dirección única... y ese coche representa las posesiones, el estatu y la forma de estar en la norma... si haces lo que marca la norma, vas rápido y cómodo, y siempre llegas hasta donde la norma, y quien la hace y mantiene, quiere que llegues... pero si decides prescindir de tu coche y tomar camino hacia donde te marque tu instinto, podrás ir por donde quieras y hasta donde te dé la gana, aunque la norma siempre te recuerda, intentando acobardarte, que lo harás caminando, cansándote y teniendo que solucionar problemas que ella te da por solucionados si la cumples.
Queda pues muy claro, por lo menos para mí, que la norma es sibilina con lo que te da para poder exprimirte mejor y para tenerte sojuzgado y adormecido... pero que, por suerte, existe la posibilidad real de tomar tus decisiones propias y salirte de la parte del sistema del hombre que no te interese para tomar el mando de tu destino.
Me decía un amigo enfermo no hace mucho que el verdadero valor se suele encontrar en la enfermedad, porque te hace valorar como se merece el hecho importantísimo de poder ir a orinar cuando el cuerpo te lo pide... que poder hacerlo está muy por encima de poder pagar el último plazo de un crédito o de tener dos televisores en el salón de tu casa.
Así las cosas, y sin dormir, ya digo, llegué a la conclusión al amanecer de lo que ya sabía... de que la norma no será capaz jamás de borrarme la sonrisa, porque aunque sienta cada una de sus amenazas como puñaladas diarias ensañándose en mi cuerpo y en mi espíritu, siempre tendré en mis manos la posibilidad de sopesar mi situación y poder tomar mis propias decisiones, siempre podré salirme de la jodida autovía para darme un ‘bureo’ por el campo aledaño hasta que decida volver a la dirección marcada o simplemente no volver... y así me afianzo en la idea constante de ‘los caminos paralelos’, en mantener un proyecto distinto de vida paralelo al que me obliga la norma, una vía de escape en la que sentirme ‘humano’ y no solo ese ‘hombre máquina’ con objetivos prediseñados y acuciado constantemente por el miedo a todos los castigos (morales, administrativos, económicos, sociales o de su puta madre).
Hoy sé a ciencia cierta que soy parte de la norma y lo sufro de la forma más cabrona, pero también sé que soy el dueño de mi destino... mal que le pese a muchos.
¿Sigues estando ahí?

Comentarios

  1. Sí, aquí estoy: me gusta lo que dices de la autovía. Un abrazo desde el campiño aledaño.

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  2. Sí, claro que sigo. Más o menos como tú, buscando la forma de que no me lo prohíban todo. Siempre hay algo nuestro que se escapa de sus manos. Nuestro destino, por supuesto.

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  3. Que si, que sigo aquí. Y veo que Moony-A media luz también 'Hola Moony, qué tal', '¡cuánto tiempo!', 'alguna vez me paso por tu blog siempre a media luz'. Si, sigo aquí, amigo Comendador. Una vez escribí (alguna vez escribo) sobre las señales de circulación y puse: 'La señal en zigzag nos indica que, a veces, muchas veces, caminar rectamente es peligroso'. Y ser consciente de ello y seguir adelante también puede ser peligroso... para otros.

    José Mª Amigo Zamorano

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  4. No me considero esclava de la norma, pero sí de la conciencia,y esta, me mata.

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