Una fila enorme de niños preciosos subían despacito por las escalerotas de Florencia de Mora, uno de los lugares más maltratados por el huayco de hace un par de años. Yo permanecía quieto, mirándolos extasiado, en la parte más alta y ellos miraban asombrados mi palor de gringo, mi barba blanca, mi sonrisa alucinada… Alguien dijo en alto: “¿Saben ustedes quién ha venido?”… Uno de los niños, bien chiquito y con carita de susto, me miró desde abajo hasta mis ojos y dijo asombrado: “Es Jesús”. Yo no pude contenerme y le di un besote en su coronilla, pero, enseguida, una niñita con trenzas divinas y con la misma mirada de asombro, le replicó: “No es Jesús, es Santa Claus”… Y así me quedé, entre Jesús, Santa Claus y Gringo Lucho, pero con una amarga sensación de no poder responder a todas sus necesidades como si fuera un mago. No es justo lo que sucede en el mundo, sobre todo para los niños. No es justo.
Viendo los sucesos trágicos que atraviesan el mundo del hombre en estos días, me apetece dejar una breve reflexión sobre ello para que no me quede la vergüenza propia de haberme callado… Las religiones son profundamente dañinas en lo individual y en lo colectivo, en lo cercano y en lo lejano. Siempre basadas en el miedo, en el temor, en la búsqueda constante de un estado de tristeza marcado a fuego en todas sus pautas morales, dirigistas, sometedoras de pensamiento, acodadas con fuerza al dinero y a los grupos de poder que emponzoñan las sociedades desde hace siglos… Por ello, no es peor un cristiano que un judío o un islamista, que son todos malos de raíz, perversos y fieros estabuladores de grupos humanos… Ordenan el odio y la agresión, las más bajas pasiones y la aniquilación de quienes no comulgan con sus mandatos morales. En periodos de paz penetran sibilinamente en las conciencias y procuran que en los poderes políticos y económicos estén sus fieles ordenándolo todo a su ex...
No será justo, es cierto, pero a ti se te ve una cara de felicidad en la foto que lo dice todo.
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