Pasé el día de ayer arrecido en la Feria de Muestras de Béjar, donde tenemos un stand para dar a conocer nuestra empresa. Arrecido y haciendo el ridículo en exposición permanente, que yo no valgo para estos saraos en los que brilla la absurda avidez humana por las cosas sin valor [una procesión de tipos con la mano puesta para pillar folletos, lapicerillos, bolis, mecheros o papeletas de sorteo].
Lo positivo, pues Paco ‘Gabana’ con su generosidad habitual, su afecto y su alta disposición a lo que sea.
Lo negativo, la morbosidad política acentuada por la zona vending municipal a la entrada del recinto.
Salvan el asunto un par de azafatas de merendar y los tentetiesos ‘Panbesa’.
Hoy otra vez.
(16:23 horas) Como silbar… así permanece el recuerdo.
La arena se metía por todos lados traída por un viento molesto, pero no me importaba demasiado. La playa de Punta estaba como en barbecho con vestales tumbadas acaparando el sol en sus pechos apresados en decúbito supino. Yo iba en camisa blanca y tejanos regazados, con los pies descalzos haciendo juego con la camisa. Caminaba absorto mirando aquellos cuerpos mientras las olas me traían finos baldes de frío. Volaban las gaviotas mirando cómo se deslizaban las tablas con sus hombres cortando el mar picado [la mar picada]. El descanso me entraba por los ojos, que se cerraban para salvar la arena y el destello. Me hubiera quedado allí hasta pasar hambre, pero no lo hice porque el mar me da miedo, un miedo de pateras y de náufragos que se hace insoportable.
Como silbar.
(23:00 horas) Espantado de ver como cien veces pasar a las mismas personas frente a mis ojos [tremendo el síndrome ferial], me llego a esta hora con ganas de pillar cama y una idea clara sobre ‘el punto de vista’. Yo he sido observado más de cien veces por quienes han pasado frente a mí, pero mi mirada ha cursado cien observaciones repetidas multiplicadas por millares. Probablemente, desde el punto de vista de los paseantes yo haya supuesto en algún momento cierta idea detenida, pero desde mi mirada he sentido auténtico vértigo, el vértigo que debe sentir la fiera encerrada en seis metros cuadrados y observada día a día hasta el final de su vida. Que te miren agota, pero mirar con tan ingente número de gestos y un fondo fijo [en mi caso era el stand de El Ocaso] produce una suerte de náusea indescriptible que jamás había sentido.
Algo muy similar, pero en clave de temor [no de náusea], me sucedió hace unos días con la colega A. B. Sentirme mirado me asusta y mirar con intensidad me derrota. No sé por qué sucedió, pero el sentimiento fue parejo.
Dos sentimientos similares que nunca me habían llegado se producen en un plazo cortísimo. Eso qué significa. ¿Será que algo sensible está cambiando en mi arco perceptivo?
Lo positivo, pues Paco ‘Gabana’ con su generosidad habitual, su afecto y su alta disposición a lo que sea.
Lo negativo, la morbosidad política acentuada por la zona vending municipal a la entrada del recinto.
Salvan el asunto un par de azafatas de merendar y los tentetiesos ‘Panbesa’.
Hoy otra vez.
(16:23 horas) Como silbar… así permanece el recuerdo.
La arena se metía por todos lados traída por un viento molesto, pero no me importaba demasiado. La playa de Punta estaba como en barbecho con vestales tumbadas acaparando el sol en sus pechos apresados en decúbito supino. Yo iba en camisa blanca y tejanos regazados, con los pies descalzos haciendo juego con la camisa. Caminaba absorto mirando aquellos cuerpos mientras las olas me traían finos baldes de frío. Volaban las gaviotas mirando cómo se deslizaban las tablas con sus hombres cortando el mar picado [la mar picada]. El descanso me entraba por los ojos, que se cerraban para salvar la arena y el destello. Me hubiera quedado allí hasta pasar hambre, pero no lo hice porque el mar me da miedo, un miedo de pateras y de náufragos que se hace insoportable.
Como silbar.
(23:00 horas) Espantado de ver como cien veces pasar a las mismas personas frente a mis ojos [tremendo el síndrome ferial], me llego a esta hora con ganas de pillar cama y una idea clara sobre ‘el punto de vista’. Yo he sido observado más de cien veces por quienes han pasado frente a mí, pero mi mirada ha cursado cien observaciones repetidas multiplicadas por millares. Probablemente, desde el punto de vista de los paseantes yo haya supuesto en algún momento cierta idea detenida, pero desde mi mirada he sentido auténtico vértigo, el vértigo que debe sentir la fiera encerrada en seis metros cuadrados y observada día a día hasta el final de su vida. Que te miren agota, pero mirar con tan ingente número de gestos y un fondo fijo [en mi caso era el stand de El Ocaso] produce una suerte de náusea indescriptible que jamás había sentido.
Algo muy similar, pero en clave de temor [no de náusea], me sucedió hace unos días con la colega A. B. Sentirme mirado me asusta y mirar con intensidad me derrota. No sé por qué sucedió, pero el sentimiento fue parejo.
Dos sentimientos similares que nunca me habían llegado se producen en un plazo cortísimo. Eso qué significa. ¿Será que algo sensible está cambiando en mi arco perceptivo?
De Tontopoemas ©... |
miedo al sentimiento,miedo a saber donde empieza su mirada y acaba la tuya
ResponderEliminarEl autentico anónimo dice:
ResponderEliminarMe hace feliz, ver asomarse la sensible luz, por tu blog y no te preocupes por las palabras que no escribes, porque siguen donde tu quieres que sigan, dentro de ti, (donde nadie puede quitarte,lo que es tuyo), un abrazo amigo