Luis Felipe Comendador: No pasa nada si a mí no me pasa nada
Delirio Ediciones, 2009. 132 páginas
Por Alberto García-Teresa
No pasa nada si a mí no me pasa nada contiene todos los elementos de los buenos aforismos: capacidad de síntesis, ingenio, una pequeña dosis ironía y una gran predilección por las paradojas. Por otra parte, encontramos en esta obra en concreto pocos juegos de palabras, pues Comendador pone más énfasis en la revelación del contenido.
El autor realiza una reflexión trascendente y ética, en la que busca indagar en conceptos abstractos, como la felicidad, la sabiduría o el placer. Apuesta por la explicación de sentimientos, de acontecimientos. El amor y las relaciones de pareja, en ese sentido, es uno de los temas que más frecuenta. Así, estos aforismos pretenden desvelar tanto lo mejor (el cariño, la alegría, la esperanza) como lo peor de nuestra sociedad (la venganza, la crueldad, el egoísmo, la sed de destrucción).
Como consecuencia de ello, se aprecia en los textos cierta desolación, cierto pesimismo, aunque también pone de manifiesto un deseo de transformación ("Hablar bajito es una buena herramienta para civilizar") y de disfrutar y saborear la vida ("La realidad de lo eterno se llama ‘ahora’").
En esa línea, abundan las indicaciones sobre cómo vivir ("Aprende a recibir y podrás darlo todo") y, al mismo tiempo, un intento de desentrañar la ideología que mueve al mundo. Por eso también cuestiona la supuesta igualdad de nuestra democracia y la objetividad de la Historia.
Además, esa interpretación de la vida da pie a algunas metáforas muy hermosas ("Vivir es como hacer rimar los ojos y los árboles").
Es especialmente relevante el énfasis que pone el poeta en señalar a Dios. A él se acerca desde el descreimiento y la rebelión ante los dogmas, y trata de demostrar las razones históricas y sociales que llevaron a su creación: "Dios es el más oloroso concepto de la superstición", concluye. Precisamente, "superstición" es un término que usa con gran abundancia.
Finalmente, también se ha de resaltar el gran número de reflexiones que se encuentran en estas páginas sobre la esencia del arte y su alcance. De talante distinto, podríamos concluir que unen una vivencia vitalista del arte y un asombro por sus posibilidades. Así, Comendador afirma que "el arte, como la vida, es sólo una dimensión de lo imprevisto". Y, en ese sentido, No pasa nada si a mí no me pasa nada es una búsqueda continua de la sorpresa y lo imprevisto.
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