Impresiona en Perú el valor que el peruano le da a lo étnico, cómo defiende su cultura y cómo se siente orgulloso de sus ancestros [no hay mayor enfado que el que se produce después de pronunciar la palabra “indio”, término que los españoles llevamos siempre como marbete venido de nuestra educación… más de una vez, cuando he pronunciado la palabra “indita” refiriéndome a alguna mujer que vendía en la calle y estaba ataviada con ropas que entran en esa definición que nosotros tenemos del “indio”, me han llamado la atención con el gesto serio para decirme que son “caseras” o “caseritas”… también he podido notar el resquemor del peruano contra todo lo español, un resquemor que lo paga fundamentalmente la imagen de Pizarro [en Lima se ha trasladado una enorme estatua ecuestre del extremeño de una plaza importante a estar oculta entre árboles en un parquecito aledaño al río] y, cómo no, el turista hispano que va con la predisposición de gozar de un país maravilloso y lo hace con esa superioridad absurda de los primermundistas [también es cierto que desde ciertas actitudes se lo tienen ganado]. Preguntando, me han explicado que en las escuelas se cuenta la historia del Perú como una triste y dolorosa usurpación del pueblo español a toda la magnífica cultura de un pueblo evolucionado que tenía vocación de futuro por su cuenta [también hay gente que habla de España como de “la madre patria”, pero lo hacen con cierto resquemor].
De la conquista, aún quedan restos tangibles en los apellidos, que a veces parecen hasta cómicos mezclados con los nombres compuestos y con los diminutivos, en la arquitectura, en los rostros [hay multitud de rostros que perfectamente podrían ser españoles], en las pasiones literarias y, sobre todo, en el culto religioso.
Uno de los personajes casi ocultos, pero importantísimos en la historia del Perú, es don Gonzalo Taulichusco, hijo del último curaca de la Lima prehispánica [existen 15 documentos que datan de los años 1552 y 1562, que son de trascendente valor histórico, que nos revelan aspectos desconocidos sobre la vida y la existencia de don Gonzalo Taulichusco].
El Valle del Rímac, el río que atraviesa la ciudad de Lima, tuvo como último curaca a Taulichusco, quién pronunció en su idioma originario estas palabras: "No vamos a desaparecer" cuando sus vecinos y los hombres blancos que llegaban le ofrecieron comprar el Valle del Rímac.
Taulichusco, el último Cacique de Lima, fue consciente de los riesgos que corría su población con su negativa de vender las tierras del valle, sabía que los españoles llegaban a quitarles todo, que su objetivo era apropiarse de sus mujeres, de sus tierras, de sus animales, de sus alimentos, de sus ríos y de todo lo que les fuera posible. Entonces ideó un plan para proteger a su pueblo y, así, no estar expuestos al yugo de los españoles.
Varios señoríos vecinos habían huido frente a la amenaza que llegaba y Taulichusco se quedó prácticamente solo.
Después se desarrollaron hechos sangrientos que fueron inevitables en la lucha por la defensa de sus territorios, como el cruel asesinato de Taulichusco.
La herencia que dejó Taulichusco a todos los peruanos queda en las palabras de su arenga: "NO NOS VAN A DESAPARECER". La voz de Taulichusco sigue viva y encarnada en las poblaciones indígenas que hoy han formado los distritos urbanos de Lima y que aportan con sus costumbres y hermosas culturas a la enorme ciudad de Lima. Estas poblaciones indígenas andinas y amazónicas se resisten de forma numantina a todo tipo de yugos y prebendas, y defienden su tierra, sus ríos, sus animales, sus costumbres y están decididos a no desaparecer, tal como dijo con absoluta lucidez Taulichusco.
El homenaje al curaca lo ha hecho el pueblo de Lima con una enorme roca de diorita en la zona noble de la Lima metropolitana… yo estuve allí conociendo la historia de Taulichusco de la mano de Sonia Luz, que además me hizo una foto junto a ese monumento tan querido por los limeños, un símbolo de sus orígenes y de su lucha.
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