El cuerpo se rotura como una tierra en la que sembrar, pero ya no hay semillas posibles. Anotar mis 58 años me ha puesto más nervioso de lo normal y comprobar en mi análisis que cada día vivo al segundo, me deja agotado, que ya no está mi cuerpo para altibajos de calado y mi cabeza soporta poco esta sensación de fracaso continuo y arrebatado. El año ha sido para borrarlo de la vida por lo nefasto, pero para anotarlo en el apartado de la experiencia por la capacidad de sufrimiento que he conseguido y por el diario ímpetu de superación al que me he apuntado como un campeón. Las cosas no pueden ir mucho peor y yo ya no puedo ser mejor que lo que he sido. Si lo miro con distancia, el mal viene absoluta y estúpidamente del dinero, del jodido dinero. Viene de la banca que me ahoga y no me ayuda ni un segundo a respirar, viene de la Seguridad Social y de ese abuso legal que no está hecho para comprender y apoyar, sino para someter y eliminar; viene de la Hacienda Pública y de sus...
Bitácora de Luis Felipe Comendador